Cada uno a su bola
Sorprende la actual des-responsabilizaci¨®n del Gobierno, que ha renunciado a liderar esta nueva crisis
La reuni¨®n entre el Estado y las comunidades fue a destiempo, y sus conclusiones solo han conseguido afirmarnos en lo ya sabido: aqu¨ª cada comunidad decide por s¨ª misma, reserv¨¢ndose el Gobierno la imposici¨®n de una inane obligaci¨®n de llevar mascarillas tambi¨¦n en exteriores y buenas palabras para que cada cual vele por su salud y la de los suyos. Lo interesante esta vez es que las disensiones ya no se ajustan a las tradicionales l¨ªneas de partido ¡ªlas medidas de Murcia nada tienen que ver con las no-medidas de Madrid¡ª ni los ciudadanos parece que vayan a seguir los dictados de su tribu respectiva. Lo m¨¢s posible es que cada cual vaya aqu¨ª tambi¨¦n a su bola. Total, las multas por los incumplimientos en la primera ola fueron eximidas despu¨¦s de que el Constitucional tumbara la constitucionalidad del estado de alarma.
Cuando se delega la protecci¨®n en cada ciudadano, se produce un giro hacia la privatizaci¨®n de lo que hasta ahora era una de las funciones esenciales de los poderes p¨²blicos, la seguridad; sanitaria, en este caso. Lo malo es cuando hay que acudir a los servicios de atenci¨®n primaria o a los hospitales y los encontramos colapsados, o cuando no se consiguen pruebas de ant¨ªgenos. Por eso sorprende la actual des-responsabilizaci¨®n del Gobierno, que ha renunciado a liderar esta nueva crisis. Es posible que obedezca a la pinza en la que lo tiene atrapado el Constitucional, por un lado, al exigirse la declaraci¨®n del estado de excepci¨®n para ¡°suspender¡± derechos, y, por otro, la filosof¨ªa libertaria de Ayuso, que demostr¨® su popularidad en el anterior momento de fatiga pand¨¦mica.
La pregunta que deber¨ªamos hacernos, sin embargo, es por qu¨¦ algunos pa¨ªses pueden permitirse el lujo de aplicar soluciones radicales ¡ªHolanda o Austria¡ª y aqu¨ª resulta poco menos que imposible a menos que se produzca un verdadero desastre. El haberlo sufrido durante la primera ola nos condujo a conseguir una cuasi unanimidad a la hora de decretar el primer estado de alarma. Despu¨¦s, lo que deber¨ªa haber sido una afanosa b¨²squeda por contribuir entre todos a enmendar los desgarros producidos por el coronavirus ¡ªcomo en Italia, por ejemplo¡ª estall¨® en uno de los episodios de fragmentaci¨®n y polarizaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s encarnizados de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Y en esas seguimos. Ahora, adem¨¢s, con la amenaza de que cada grupo ya no llegue a controlar a los suyos; la funci¨®n mediadora de los partidos est¨¢ empezando a hacer aguas. La frustraci¨®n es grande porque se est¨¢ desvaneciendo la perspectiva de que la vacunaci¨®n era el comienzo del fin. Y puede llegar a serlo, pero habr¨¢ que hacer algunos sacrificios m¨¢s. Nadie parece atreverse a dec¨ªrnoslo, a hablarnos como adultos. Bien pensado, nos perder¨ªamos gustosos la cena de Navidad si a cambio pudi¨¦ramos volver a creer en ellos; saber que sacrifican popularidad por perseguir el inter¨¦s del conjunto.
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