Educaci¨®n: utop¨ªa y reformismo
Nuestras reformas educativas ni se prueban antes de ponerlas en pr¨¢ctica, ni se analizan despu¨¦s sus efectos y contraindicaciones. Son vistosas pero no conducen a un mejor y m¨¢s profundo aprendizaje
Pas¨¦ una semana absorbido por un texto filos¨®fico de Marina Garc¨¦s: En las prisiones de lo posible (Bellaterra, 2002). No se trata de un texto reciente, pero s¨ª totalmente actual. Es m¨¢s, a?adir¨¦ que contiene las claves para que el debate educativo abandone el callej¨®n sin salida en el que se encuentra y empiece a caminar por un nuevo camino que, quiz¨¢s, no conduzca a la impotencia y la par¨¢lisis.
Opina Garc¨¦s que la democracia-mercado se ha convertido el ¨²nico mundo pensable, en el que todos los posibles pueden ser ofertados, pero en el que a la vez ya no podemos hacer nada, o por lo menos sentimos que todas nuestras iniciativas se estrellan inevitablemente. Autom¨¢ticamente, he pensado en todo nuestro rico mundo de legislaciones innovadoras y proyectos progresistas, que nos causan tanta perplejidad, porque nos conducen a la siguiente pregunta: ?Teniendo todos claro que todo ha de cambiar, por qu¨¦ no podemos cambiar nada ni tampoco conservar nada?
La soluci¨®n la encontrar¨ªamos en los ¨²ltimos compases del libro: todas las etiquetas que impulsamos y aplicamos: la ¡°equidad¡±, la ¡°sostenibilidad¡±, la ¡°inclusi¨®n¡±, son parches y tiritas con las que evitamos mirar de frente al verdadero problema social que atenaza esta sociedad: la desigualdad. Indirectamente apuntalan y estabilizan la postdemocracia mercado porque nos permiten pensarnos como reformistas sin apenas rozar la estructura petrificada que se va consolidando. Semana tras semana, caemos en el vac¨ªo conceptual de las discusiones inacabables, la angustia novol¨¢trica y el bizantinismo teol¨®gico. Y esto ocurre porque es posible que nos hayamos olvidado de cu¨¢l es el fundamento del sistema educativo que queremos, su justificaci¨®n b¨¢sica.
Hemos ca¨ªdo en lo que Marina Garc¨¦s llama utopismo de la impotencia, es decir, una proliferaci¨®n de novedades educativas que a?aden variedad y espectacularidad a nuestra oferta te¨®rica, pero que no afectan en nada al d¨ªa a d¨ªa en que hemos de ense?ar y aprender. Pero lo mejor es que ponga un par de ejemplos.
En julio de 2020, en pleno pico pand¨¦mico, varios medios anunciaron la creaci¨®n de aulas hexagonales que permitir¨ªan una mayor distancia preventiva entre alumnos. Esta propuesta lleg¨® a merecer un premio de arquitectura e incluso alg¨²n periodista osado lleg¨® a escribir que en Madrid se volver¨ªa a la escuela en aulas hexagonales.
?Cu¨¢ntas aulas hay en Madrid? ?Cu¨¢nto dinero habr¨ªa que invertir para convertir miles de rect¨¢ngulos en hex¨¢gonos? ?Qui¨¦n tendr¨ªa hex¨¢gonos y qui¨¦n rect¨¢ngulos? Todo esto es arbitrismo f¨²til, solucionismo f¨¢cil.
Otro ejemplo: un ambicioso proyecto de educaci¨®n h¨ªbrida, es decir, medio presencial y medio remota, dise?ado por Miquel ?ngel Prats, profesor titular de tecnolog¨ªa educativa en la Universidad Ramon Llull, publicado por la Fundaci¨® Bofill, el 19 de julio de 2021. Una propuesta lujosa, completa, detallada, cuyo problema no es la bon¨ªsima intenci¨®n de su autor, cuya actuaci¨®n es completamente profesional y ejemplar, ni tampoco su adecuaci¨®n al proceso actual de redefinici¨®n digital.
El problema es que no est¨¢ nada claro que la educaci¨®n h¨ªbrida sea la ¨®ptima para nuestro conjunto social. El problema es que esa propuesta, que invoca grandes principios morales, no tendr¨ªa en cuenta ni su aplicabilidad real ni los resultados pedag¨®gicos de tal implantaci¨®n. Por la sencilla raz¨®n de que una implantaci¨®n tan vistosa no responde a una demanda pedag¨®gica, sino a una l¨®gica propagand¨ªstica, autorreferencial; en otras palabras: parcial.
Es el problema que arrastran todas nuestras reformas: ni se prueban antes ni se analizan con posterioridad ni lealtad los efectos y contraindicaciones que hayan podido producir. Son vistosas pero no conducen a un mejor y m¨¢s profundo aprendizaje.
?Cu¨¢l es la sociedad que buscamos? ?Una en la que la ¨²nica libertad consiste en la elecci¨®n de productos, tambi¨¦n productos educativos, como la hiperaula o el modelo h¨ªbrido? ?Una sociedad, la actual, que pone en venta las necesidades acad¨¦micas de nuestra juventud, y que entrega sus derechos a la especulaci¨®n privada? ?Intentamos revertir la nueva oralidad o sancionamos una sociedad para la explotaci¨®n y el precariado, una sociedad crudamente dual, excluyente, con inclusiones selectivas o meramente aparentes, condenada a la austeridad disfrazada para siempre?
Se nos impone reflexionar sobre la postdemocracia-mercado; es decir, se nos impone ver lo que no parecen (o no quieren) ver nuestras legislaciones y brillantes proyectos tirita: excluyendo econ¨®micamente a un tercio de nuestra poblaci¨®n es imposible lograr un sistema educativo emancipador, por muchas propuestas brillantes pero parciales que imaginemos. Hay que imaginar la reforma global, la democracia democr¨¢tica basada en la academia acad¨¦mica, sin nostalgias ni novolatr¨ªa espectacular, y por supuesto sin intrusismo abusivo de agentes econ¨®micos, para sacudirnos la impotencia de encima y volver a avanzar. La postdemocracia mercado no traer¨¢ inclusi¨®n, ni igualdad, ni sostenibilidad. Las anunciar¨¢ pomposamente y las aplicar¨¢ solo en forma de simulacro, y adem¨¢s solo para clases altas. Hemos de pensar otra cosa: ni futurista, ni tradicionalista, ni clasista, simplemente integral. ?nicamente asumiendo este presupuesto b¨¢sico nos tomaremos en serio nuestro pa¨ªs y sus necesidades reales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.