Djokovic no est¨¢ a la altura
El tenista serbio ha decidido no vacunarse y tendr¨¢ que asumir las consecuencias, cualesquiera que sean
En un partido de tenis profesional, cuando un jugador viola el c¨®digo de conducta recibe una advertencia por parte del juez de silla. Si reincide, pierde un punto, y a la tercera ocasi¨®n, un juego completo. El infractor, pongamos por caso Novak Djokovic ¡ªobjetivamente, uno de los tres mejores tenistas de la historia¡ª, est¨¢ en su ecosistema, rodeado de aficionados que quieren seguir vi¨¦ndole competir. Frente a ¨¦l, un ¨¢rbitro con mucha mano izquierda intenta reconducir el partido en aras del espect¨¢culo y el negocio. Djokovic, tenista volc¨¢nico, ha vivido antes circunstancias similares, hasta ser descalificado en el Abierto de Estados Unidos por darle un pelotazo a una juez de l¨ªnea.
La realidad fuera de la cancha es m¨¢s compleja, sobre todo cuando confluyen una crisis sanitaria, un pa¨ªs en las ant¨ªpodas del de Djokovic con unas elecciones cerca y una poblaci¨®n agotada por las estrictas normas a las que se la ha sometido. El tenista, que durante la pandemia ha hecho expl¨ªcito su rechazo a vacunarse, trata ahora de forzar las reglas para poder defender su t¨ªtulo en el Abierto de Australia, aprovech¨¢ndose para ello de su condici¨®n de m¨¢xima estrella. El serbio no era el ¨²nico interesado en jugar en Melbourne a partir del pr¨®ximo lunes. Los organizadores tienen, si cabe, mayor necesidad de contar con ¨¦l. Djokovic es al torneo de Australia lo que Rafa Nadal a Roland Garros.
Es ah¨ª donde viene el embrollo, y unas responsabilidades que deben quedar repartidas. La asociaci¨®n de tenis australiana y el Estado de Victoria concedieron una exenci¨®n m¨¦dica al jugador, que aleg¨® un contagio de coronavirus en diciembre para poder viajar sin las preceptivas dos dosis de la vacuna exigidas. Sin embargo, la decisi¨®n final estaba en los responsables de fronteras y, en ¨²ltimo lugar, en el Gobierno central, que consider¨® inv¨¢lido el visado de Djokovic cuando se dispon¨ªa a cruzar la aduana. Esa desastrosa coordinaci¨®n coincide con el peor momento de contagios en el pa¨ªs. Hace un a?o, Australia era una excepci¨®n a salvo de la covid, pero esta ola lo ha cambiado todo. A Djokovic, y tambi¨¦n a los organizadores del torneo, les ha fallado la sensibilidad con los tiempos que vivimos.
Con cierta sobreactuaci¨®n, el primer ministro australiano, Scott Morrison, dej¨® claro que no habr¨ªa privilegios, ni siquiera con el nueve veces ganador del Abierto de su pa¨ªs. Del deporte se pas¨® as¨ª a la alta diplomacia, y el presidente de Serbia, junto a la familia del tenista, denunci¨® una ¡°caza pol¨ªtica¡±. Como se?al¨® Nadal, Djokovic habr¨ªa tenido muy sencillo jugar, vacun¨¢ndose y siguiendo las recomendaciones de la ciencia. No lo ha hecho, y tendr¨¢ que asumir las consecuencias, cualesquiera que sean ¨Dla expulsi¨®n o quiz¨¢ el rechazo del p¨²blico¨D. Y aunque no se le pueda exigir nada, resulta penoso que Djokovic no aproveche la plataforma que le da su posici¨®n para causas mejores. Con solo mirar al tenis femenino encontrar¨ªa buenos ejemplos.
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