De Castilblanco a Arnedo: orden y conflicto en la Rep¨²blica
Una cadena de episodios represivos sangrientos protagonizados por la Guardia Civil, dirigida entonces por el general Sanjurjo, contribuy¨® a crear en los primeros d¨ªas de enero de 1932 un clima de tensi¨®n y hostilidad
La historia se aceler¨® para la Segunda Rep¨²blica en la semana que corri¨® en el calendario desde el jueves 31 de diciembre de 1931 al martes 5 de enero de 1932.
Nada a finales de a?o hac¨ªa presagiar lo que ocurri¨® y tampoco la Rep¨²blica viv¨ªa un momento de especial tensi¨®n. La Constituci¨®n hab¨ªa sido aprobada el 9 de diciembre en las Cortes por una amplia mayor¨ªa, Niceto Alcal¨¢ Zamora fue elegido presidente un d¨ªa despu¨¦s y el 15 Manuel Aza?a form¨® gobierno.
Todo empez¨® en Castilblanco, un pueblo de Badajoz. La Federaci¨®n de Trabajadores de la Tierra de esa provincia convoc¨®, para los d¨ªas 30 y 31 de diciembre, una huelga general de protesta contra el gobernador y el coronel que mandaba la Guardia Civil, a quienes acusaba de apoyar a los propietarios frente a la legislaci¨®n social reci¨¦n implantada. La huelga transcurri¨® de forma bastante pac¨ªfica y el 31, cuando los manifestantes volv¨ªan a sus hogares, el alcalde, o un propietario seg¨²n otras fuentes, pidi¨® a la Guardia Civil que los disolviera. Hubo forcejeos y un muerto por disparos de la Guardia Civil. Los campesinos, en un ataque de ira y odio, se abalanzaron sobre los cuatro guardias y con palos, piedras y cuchillos los masacraron.
La Guardia Civil, enrabietada, falta de disciplina y ante la pasividad de algunas autoridades gubernativas, se desahog¨® durante algunos d¨ªas con mortales escarmientos: en Zalamea de la Serena, Badajoz, donde mataron a dos campesinos e hirieron a tres m¨¢s; en ?pila, Zaragoza, el 2 de enero, con dos jornaleros muertos y varios m¨¢s heridos; en Jeresa, Valencia, al d¨ªa siguiente, con cuatro muertos y 13 heridos, dos de ellos mujeres.
Y faltaba Arnedo. Lo ocurrido en esa localidad riojana, con poco m¨¢s de cinco mil habitantes y centro de una industria artesanal de calzado, levant¨® un ¡°clamoreo atronador¡± contra la Guardia Civil, seg¨²n expresi¨®n de Aza?a, por el reguero de sangre que verti¨® en la plaza de la Rep¨²blica: seis hombres y cinco mujeres muertos, adem¨¢s de numerosos heridos, entre ellos un guardia civil.
Casi un a?o antes de los sucesos hab¨ªa empezado un conflicto en la empresa de calzado de la familia Muro, con varios obreros despedidos. Como, tras largas conversaciones, no fueron readmitidos, los trabajadores iniciaron una huelga el 5 de enero de 1932.
All¨ª lleg¨® ese mismo d¨ªa el gobernador civil, Ildefonso Vidal, y bajo su presidencia se reunieron en el Ayuntamiento el alcalde, varios concejales, el teniente coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil y algunos patronos que convinieron en admitir a los obreros despedidos por Muro. Los obreros en manifestaci¨®n, que llevaban delante a mujeres y ni?os, acudieron a la plaza, donde estaba formada la Guardia Civil al mando del teniente Juan Corcuera y Piedrahita.
Sin toques de atenci¨®n ni previa advertencia ¡°el fuego se abri¨® de una manera inesperada y fulminante¡± y no ces¨® ¡°hasta que lo orden¨® el teniente coronel al bajar del Ayuntamiento¡±. No hab¨ªa habido ni ¡°agresi¨®n colectiva, ni resistencia colectiva¡±, y la gente huy¨® aterrorizada. De acuerdo con las conclusiones del informe sobre los sucesos encargado al gobernador civil de Vizcaya, ¡°el Teniente jefe de la fuerza no debi¨® disolver la manifestaci¨®n (...) porque en el Ayuntamiento estaban sus superiores, que no le hab¨ªan dado ¨®rdenes de disoluci¨®n¡±.
Aza?a llam¨® al general Jos¨¦ Sanjurjo para comunicarle la destituci¨®n como director de la Guardia Civil. En la conversaci¨®n que reproduce el presidente de Gobierno en sus diarios, Sanjurjo ech¨® la culpa a los socialistas. En muchos ayuntamientos se hab¨ªa metido ¡°lo peor de cada casa¡±, gente ¡°indeseable¡± que ¡°fomenta el desorden, amedrenta a los propietarios, causa da?os en las propiedades y ha de chocar necesariamente con la Guardia Civil¡±. Los socialistas, le dijo el general a Aza?a, no deber¨ªan estar en el Gobierno ¡°porque su presencia alienta a los que favorecen los desmanes¡±. Tal era el clima de desorden transmitido por el que pocos meses despu¨¦s, en agosto de 1932, acaudill¨® la primera rebeli¨®n militar contra el r¨¦gimen republicano.
A los muertos se los enterr¨®, Sanjurjo pas¨® a la direcci¨®n de Carabineros, Miguel Cabanellas fue nombrado director de la Guardia Civil, y lo de Arnedo no perdur¨® porque otros sucesos tr¨¢gicos, especialmente los de Casas Viejas, justamente un a?o despu¨¦s, dejaron peque?os a los del pueblo riojano. La Guardia Civil se sent¨ªa injustamente atacada y el recuerdo de Castilblanco pod¨ªa explicar esa respuesta tan s¨²bita y sangrienta. Pero esa misma respuesta segu¨ªa alimentando la realidad y leyenda de un Estado que no controlaba, ni aun estando all¨ª presentes las autoridades militar y gubernativa, sus medios de represi¨®n y tampoco mostraba demasiada capacidad para hacer cumplir la nueva legislaci¨®n.
As¨ª transcurrieron los conflictos durante los a?os siguientes. Muchos propietarios comenzaron a expresar claramente su hostilidad agresiva frente al ¡°calvario¡± republicano; y las fuerzas del orden no sab¨ªan conservarlo sin disparar. Con el golpe de Estado de julio de 1936 las armas sustituyeron definitivamente a la pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.