Antonio Vega y el lado luminoso del precipicio
Habitaba un mundo en el que Paco de Luc¨ªa le llamaba ¡°maestro¡±, la industria lo mimaba y ¨¦l no dejaba una entrada sin vender, y otro en el que se mov¨ªa entre clanes de la droga que le desvalijaron el coche y la casa dej¨¢ndolo dentro de un armario. No eran mundos diferentes: era el mismo
Hay dos escenas que se repiten en el extracto de la vida de Antonio Vega que ha relatado Alfonso J. Uss¨ªa, su chico para todo, en la novela Vatio (Coba Fina). La primera lo presenta obsesionado con la composici¨®n hasta extremos insanos, perdiendo la percepci¨®n del d¨ªa y la noche, encontrando un camino y otro rodeado de instrumentos y sonidos en un proceso art¨ªstico subyugante que el autor, m¨²sico frustrado, sabe contar con la misma meticulosidad con la que trabaja la leyenda; la segunda lo muestra en el supermercado de la droga m¨¢s grande de la ¨¦poca, el poblado de Las Barranquillas, comprando su dosis diaria de coca¨ªna para hacer con ella base y fumarla, el vicio car¨ªsimo al que se enganch¨® despu¨¦s de muchos a?os de hero¨ªna, que ya solo fumaba o esnifaba espor¨¢dicamente.
Podr¨ªa hablarse de dos mundos paralelos, aquel en el que Paco de Luc¨ªa le llamaba ¡°maestro¡±, la industria lo mimaba y ¨¦l no dejaba una entrada sin vender all¨¢ donde fuera con una peque?a colecci¨®n de himnos de la m¨²sica pop, y el mundo en el que se mov¨ªa entre clanes de la droga que le desvalijaron el coche y la casa dej¨¢ndolo dentro de un armario, pistolas sobre la mesa, grado de pureza de la droga y yonquis paseando como zombis alrededor de coches destartalados. Pero lo cierto es que esos no eran dos mundos sino uno solo, su d¨ªa a d¨ªa. Tanto necesitaba uno como el otro, y no seamos hip¨®critas: la fascinaci¨®n que produc¨ªa aquel tipo callado y encorvado ten¨ªa mucho que ver con la decisi¨®n personal¨ªsima de permanecer en el lado oscuro sin promesas de redenci¨®n, con la certeza de que la vida de aquel cantante ten¨ªa los suficientes cuartos oscuros, apagados inmisericordemente, como para despertar la curiosidad de medios y fan¨¢ticos, que de este modo podr¨ªan hacer eso que les est¨¢n robando las estrellas modernas enganchadas a Instagram: elucubrar sobre ellas, y en este caso adem¨¢s, elucubrar sobre lo macabro, lo delictivo y lo inmoral.
Es comprensible el malestar de la familia, que ya se produjo con el documental de Paloma Concejero (Tu voz entre otras mil); no se puede ser familia y no enfadarse por ver destripadas ante el gran p¨²blico las adicciones de un ser querido, del mismo modo que no se puede abordar su vida sin considerar una parte sustancial de ella, que era la necesidad diaria de droga que condicionaba desde la composici¨®n de los discos a las giras, pasando por las relaciones con managers o productoras. Que de la novela ¨Dformidable novela¡ª su trasunto salga indemne no es obra tanto del autor, al fin y al cabo testigo apasionado y devoto de un artista que lo mete en toda clase de fregados para satisfacer sus necesidades (famoso entre la polic¨ªa, los yonquis y los mafiosos, que saben que es intocable, ¡°pero tu amigo no¡±), sino por la propia sensibilidad de Vega, por la delicadeza de sus emociones y su obstinado modo de trasladarlas a sus canciones; por lo que se intuye de ¨¦l de no haber sido devorado por una enfermedad que exige, en muchos momentos, ser un miserable con los dem¨¢s y con el dinero de los dem¨¢s.
Y ese es el lado descubierto por Vatio, precisamente no el que tiene que ver con la m¨²sica sino con la sombra angulosa y desconocida que proyectaba esa m¨²sica. Que aun en la desesperaci¨®n ¨ªntima del dependiente, Vega pod¨ªa ser un tipo encantador, capaz de ver m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo sin autocompadecerse; todo aquello que en gente sana son m¨ªnimos y que en adictos de esa clase, incluso movi¨¦ndose alrededor de la ruina, puede ser un verdadero regalo.
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