Juegos de la nueva guerra fr¨ªa
Europa necesita definir su posici¨®n ante el escenario geopol¨ªtico que refleja la sinton¨ªa entre China y Rusia
La foto inaugural de los Juegos Ol¨ªmpicos de invierno el viernes en Pek¨ªn concentra m¨²ltiples mensajes que trascienden la esfera deportiva. La escenificaci¨®n retrata de alg¨²n modo una nueva guerra fr¨ªa propia del siglo XXI. A un lado, Estados Unidos, Uni¨®n Europea y otras democracias, y al otro China, Rusia y otros pa¨ªses autoritarios o autocr¨¢ticos. Tanto las ausencias como las presencias dibujan un mapa polarizado. Las ausencias est¨¢n vinculadas al boicot diplom¨¢tico adoptado con distintas motivaciones e intensidad por pa¨ªses como Estados Unidos, India, Jap¨®n, Reino Unido, Canad¨¢ o Australia. Entre quienes s¨ª acudieron a Pek¨ªn, figuran representantes de alto nivel de reg¨ªmenes autoritarios, pero tambi¨¦n de la mayor¨ªa de pa¨ªses de la Uni¨®n Europea (aunque con autoridades de nivel menor). Muy significativamente, estuvieron presentes tambi¨¦n grandes compa?¨ªas, en calidad de patrocinadores principales y con sede central en los pa¨ªses que respaldan el boicot. Es, pues, una radiograf¨ªa del panorama global de alianzas y sinton¨ªas; en ella se ven bien las incertidumbres y divergencias en el seno de las filas occidentales.
Los pa¨ªses del boicot lo justifican como denuncia por la violaci¨®n de derechos humanos, muy especialmente de la minor¨ªa musulmana uigur, objeto de una inaceptable represi¨®n por parte de Pek¨ªn. Pero a diferencia de los Juegos de Mosc¨² de 1980, tambi¨¦n boicoteados, la acci¨®n hoy se dirige contra una potencia en pleno ascenso, con un vigor econ¨®mico que respalda ambiciones casi ilimitadas, y plenamente imbricada en el sistema global. Se trata de un esquema de rivalidad que desaf¨ªa a las democracias de forma mucho m¨¢s profunda que la URSS del siglo pasado. El paradigma cambia por completo ante la evidente interdependencia entre China y Occidente y el enorme espectro de conexiones de todo tipo. Las turbulencias pol¨ªticas, incluso sin alcanzar el umbral militar, pueden tener repercusiones muy amplias y profundas en nuestras sociedades. En el caso de Europa, se a?ade la persistente dependencia energ¨¦tica de Rusia.
La actitud cada vez m¨¢s rotunda de Rusia y China exige a los europeos definir su lugar en ese nuevo escenario. ?Es preciso afrontarlo con una posici¨®n com¨²n en la UE? Si es as¨ª, ?cu¨¢l deber¨ªa ser el com¨²n denominador estrat¨¦gico? La primera respuesta deber¨ªa ser un s¨ª rotundo; la segunda, inevitablemente, tendr¨¢ que ser un compromiso entre los socios. Por supuesto, instituciones comunitarias y gobiernos est¨¢n en ello. Pero los acontecimientos demandan acelerar en muchos sentidos la reducci¨®n del peso de los instintos nacionales y la apertura de un debate p¨²blico m¨¢s amplio y profundo que el actual. Ha de trascender el ¨¢mbito de las presidencias y canciller¨ªas e involucrar mucho m¨¢s de lo que sucede hoy a los parlamentos y a la misma sociedad civil.
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