Reivindicar el pasado no puede ser rancio
Es leg¨ªtimo mirar atr¨¢s para buscar soluciones al presente. Nos hace pensar d¨®nde est¨¢n realmente nuestras necesidades: en la igualdad, la solidaridad y la laicidad
Hace unos d¨ªas asist¨ª a una comida en la que nos junt¨¢bamos antiguos compa?eros del colegio y del instituto. Ni que decir tiene que hace m¨¢s de 40 a?os que dejamos aquellas aulas lo que, echen cuentas, el evento me retrotrae a los ochenta. Nada mal.
En la comida recordamos fiestas pasadas, celebraciones de cumplea?os, hasta el golpe de Estado del 23-F y las primeras clases de ¨¦tica (frente a religi¨®n)¡ no me cost¨® echar de menos aquellas aulas, aquellos a?os, aquellos compa?eros... Y me alegr¨¦, al tiempo que volv¨ªa a mi cabeza un texto de Am¨¦lie Nothomb, La nostalgia feliz, en el que la autora belga recordaba que ¡°en Occidente la nostalgia est¨¢ menospreciada, que la consideraban un valor t¨®xico del pasado¡±, al tiempo que reclamaba la escritora, como yo reclamo para m¨ª, el t¨¦rmino japon¨¦s natsukashii que ¡°designa la nostalgia feliz, el momento en que el recuerdo hermoso regresa a la memoria y la llena de dulzura¡±.
?Sent¨ªa yo nostalgia ¡ªnatsukashii¡ª? ?Me habr¨ªa vuelto de derechas por recordar el pasado, como se afana en encasillar la izquierda posmoderna a todos los que hablamos del ayer? ?Me expulsar¨¢ esa posmo izquiera si me atrevo a hacer p¨²blico este momento, porque no me supuso, ni me supone, un problema rememorar con cari?o cuando com¨ªamos conguitos, recordar que hab¨ªa disfrutado con la pel¨ªcula Lo que el viento se llev¨®, ni tan solo prohibir las cintas de chistes de Ar¨¦valo de los noventa? ?Me pondr¨¢n la etiqueta de rancia? Me pregunt¨¦ al llegar a casa.
Conforme lo escribo pienso que s¨ª, que alg¨²n apelativo me pondr¨¢n, que la izquierda globalista, identitaria y posmoderna es maestra en ponderar y marcar d¨®nde est¨¢ el bien y el mal. Y hace tiempo que ha decidido alejarse de lo materialista, afan¨¢ndose en la defensa del individualismo, frente a lo comunitario.
La desatenci¨®n desde esta izquierda posmoderna, m¨¢s preocupada del g¨¦nero, la raza, y la orientaci¨®n sexual que de las condiciones materiales. El abandono de esos temas que siempre han preocupado y preocupan a la izquierda tradicional, la de aquellos a?os ochenta y noventa, es lo que ha provocado desenga?os en buena parte de la izquierda. Esa falta de inter¨¦s por los problemas reales para centrarse en los identitarios y emocionales ha facilitado que muchas personas de izquierda miren hacia otros derroteros electorales, o directamente se encuentren sin referentes pol¨ªticos, huyendo del individualismo posmoderno y buscando sus intereses desaparecidos en los ¨²ltimos a?os ¡ªel Estado, el pueblo, la familia, o la clase social¡ª sin encontrarlos.
Visto lo visto, parece claro, que la izquierda volcada en lo identitario no es izquierda, del mismo modo que parece claro que si a la nostalgia pudi¨¦ramos llamarla sentimiento vintage, a buen seguro esos mismos que hoy critican las reivindicaciones del pasado la vanagloriar¨ªan, sin dudarlo ni un minuto, y empezar¨ªan a estampar camisetas con ese eslogan.
?Es leg¨ªtimo buscar en el pasado soluciones a los problemas del presente? Por supuesto, pero no por eso hay que penalizar la elecci¨®n, porque no se trata de revindicar todo lo sucedido en aquellos a?os ochenta y noventa, en los que abundaban las drogas, las enfermedades mortales de transmisi¨®n sexual, el machismo campaba a sus anchas, la homofobia era tolerada y todav¨ªa se viv¨ªa una falta de costumbre de vivir en democracia. Todo eso ha sido felizmente superado y no se mira hacia atr¨¢s con envidia. Pero tampoco podemos vanagloriarnos y poner de ejemplo una sociedad, la actual, en la que son legales aplicaciones donde nuestras j¨®venes venden fotos de su cuerpo o sobreviven repartiendo en bicicleta sin contrato, hemos perdido la soberan¨ªa monetaria, los empresarios pueden prescindir de nosotros sin demasiado coste, existe una polic¨ªa del pensamiento que nos vigila y nos cancela si nuestro discurso no se ajusta una nueva moralidad, o que nos persigue a las feministas tan solo por defender que hay que abolir la prostituci¨®n, el g¨¦nero y los vientres de alquiler. Todas estas ¨²ltimas cosas, dicho sea de paso, rechazadas ya en los ochenta.
A lo mejor tener natsukashii no solo no es contraproducente sino que nos hace pensar d¨®nde est¨¢n realmente nuestras necesidades: en la igualdad, la solidaridad y la laicidad; ideas todas ya incorporadas en esa d¨¦cada que tanto denostan ahora.
En definitiva, igual que en los noventa Ismael Serrano le ped¨ªa a su padre, Pap¨¢, cu¨¦ntame otra vez, con el deseo de que este le explicara la lucha antifranquista, los millenials de hoy ¡ªsin casa, sin trabajo, sin posibilidades de montar una familia, y con pocas posibilidades de cobrar pensi¨®n¡ª le podr¨ªan cantar a sus padres boomers, a los de mi generaci¨®n, contadnos otra vez c¨®mo era esa Espa?a con una banca p¨²blica, una hidroel¨¦ctrica p¨²blica, una telefon¨ªa p¨²blica, una indemnizaci¨®n por despido de 60 d¨ªas por a?o trabajado, o c¨®mo era vivir en una sociedad en la que los j¨®venes encontraban trabajo y se independizaban a los veinte a?os.
Ya lo dijo Santiago Alba Rico en su libro Capitalismo y nihilismo: para sobreponernos a las corrientes pol¨ªticas contempor¨¢neas que niegan toda validez a las propuestas y visiones de Marx ¡°el proyecto emancipatorio debe ser revolucionario en lo econ¨®mico, reformista en lo pol¨ªtico y conservador en lo antropol¨®gico¡±.
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