Estado y sociedad del bienestar
Depende del concepto que se tenga de Estado de bienestar para que de muy distintas formas podamos reconstruir su historia, analizar la crisis por la que pasa y hacer los correspondientes pron¨®sticos sobre su futuro. Si lo restringimos al m¨¢ximo, y entendemos poco m¨¢s que una seguridad social (seguro de enfermedad, de accidente, de vejez) y una ense?anza p¨²blica que cubra tan s¨®lo la educaci¨®n general b¨¢sica, entonces qu¨¦ duda cabe que el Estado de bienestar es producto de gobiernos bastante conservadores (Bismarck en Alemania, Franco en Espa?a) y, pese a la crisis, nadie espera que pueda desmontarse por completo -todo lo m¨¢s, cabr¨ªa privatizar la gesti¨®n, pero manteniendo las subvencione s estatales-, y, desde luego, en Europa imposible concebir un futuro en el que el Estado no garantice una seguridad m¨ªnima -en el tama?o consiste la discusi¨®n-, as¨ª como, al menos, una educaci¨®n b¨¢sica para todos los ciudadanos.Si tomamos el concepto de Estado de bienestar en su sentido fuerte, tal como se desarroll¨® en la Europa n¨®rdica y central en los decenios que siguieron a la II Guerra Mundial, y que entra en crisis a partir de 1973, entonces s¨ª que habr¨ªa que indagar las causas de tan r¨¢pido deterioro, preocupados, y pienso que con raz¨®n, por su futuro. Pudiera ocurrir que el Estado de bienestar a estas alturas no fuese m¨¢s que la meta inalcanzable de un socialismo democr¨¢tico cada vez m¨¢s debilitado.
?Qu¨¦ implica el Estado de bienestar en sentido fuerte? Parece imprescindible mencionar cuatro elementos constitutivos: primero, el pleno empleo, es decir, un ¨ªndice de paro inferior al 3% de la poblaci¨®n activa, con una cuota semejante o superior de empleos sin cubrir. Segundo, una seguridad que abarque a todos los ciudadanos, seguro de enfermedad, de accidente, de desempleo para los integrados en el proceso laboral y una ayuda social para los que por diversas causas no lo consigan o no lo pretendan. Tercero, una educaci¨®n p¨²blica y gratuita, desde el jard¨ªn de la infancia a la universidad, obligatoria hasta la secundaria y los ¨²ltimos tramos, abiertos a los que muestren las capacidades requeridas (becas aseguradas para los que obtengan el nivel establecido y no cuenten con los recursos necesarios). Cuarto, la comprensi¨®n de la pol¨ªtica social como el factor fundamental de la redistribuci¨®n de la riqueza, y no s¨®lo como un instrumento para evitar situaciones escandalosas para nuestra sensibilidad moral o peligrosas para la estabilidad social.
Apl¨ªquese estos criterios a la Espa?a actual, y se comprobar¨¢ lo irrisorio que resulta el que desde el Gobierno se haya llega do a afirmar que hemos conseguido las metas socialdem¨®cratas del Estado de bienestar. No s¨¦ que escuece m¨¢s, el cinismo o la ignorancia de que deja constancia semejante triunfalismo. Con la cuota que tenemos de paro, no cabe hablar de Estado de bienestar, que justamente empieza a construirse desde que se ha conseguido el pleno empleo.
En consecuencia, cabe distinguir dos etapas en la pol¨ªtica socialdem¨®crata: en una primera, el objetivo prioritario es integrar a la clase trabajadora con la plenitud de los derechos pol¨ªticos en el proceso productivo; en una segunda, con la fuerza que al asalariado da el pleno empleo, se trata de encarar la cuesti¨®n b¨¢sica de la redistribuci¨®n de la renta, no s¨®lo apoyando, con la correspondiente pol¨ªtica econ¨®mica, el aumento de las rentas de trabajo, sino -y en esto consiste la especificidad de la pol¨ªtica socialdem¨®crata- por la ampliaci¨®n y mejora de los servicios p¨²blicos y sociales.
Desde la crisis de 1973 -un acontecimiento que convendr¨ªa estudiar con alg¨²n detenimiento, ya que inicia una transformaci¨®n profunda de la Europa que sale de la II Guerra Mundial- el modelo socialdem¨®crata de Estado de bienestar entra en un proceso de r¨¢pido deterioro, una vez que pierde su sost¨¦n principal: el pleno empleo. Reino Unido es el primer pa¨ªs y el que con mayor furia inicia y lleva a cabo el desmontaje, del Estado de bienestar, Francia y Alemania mantienen una posici¨®n intermedia, parando primero su crecimiento y tratando despu¨¦s de reconvertir algunas de sus desviaciones burocr¨¢ticas m¨¢s costosas. Austria y sobre todo Suecia sostuvieron el modelo por m¨¢s tiempo, sin poder al finar evitar su ca¨ªda.
Importa formular lo obvio: el modelo socialdem¨®crata de Estado de bienestar se ha derrumbado en Europa, junto con la doctrina econ¨®mica que lo sosten¨ªa: el keynesianismo. El desplome del llamado socialismo real ha contribuido a arrumbar a la socialdemocracia europea, cuando se hallaba ya en una situaci¨®n de extrema debilidad. En los setentas y ochentas, con la revoluci¨®n conservadora neoliberal, se producen cambios que convergen en un mismo debilitamiento del socialismo, tanto en su versi¨®n democr¨¢tica como en su versi¨®n burocr¨¢tica-autoritaria. Cualquiera que se reclame del socialismo tiene que ser muy consciente de ello.
Con todo, conviene distinguir la situaci¨®n de los pa¨ªses que desarrollaron este modelo y han ido desmantel¨¢ndolo en mayor o menor medida, de aquellos que, como Espa?a, no lo conocieron y algo han avanzado a contracorriente en el camino de generalizar, no digo mejorar, la seguridad social. Proceso que en ning¨²n caso puede equipararse al de la construcci¨®n del Estado de bienestar en un sentido socialdem¨®crata, sino que encaja m¨¢s bien en la pol¨ªtica conservadora de garantizar una m¨ªnima seguridad social para todos, con el fin de mantener la paz social. Hay una pol¨ªtica social conservadora que busca tan s¨®lo la paz y la estabilidad sociales, y otra socialista que quiere adem¨¢s la redistribuci¨®n de la riqueza y la nivelaci¨®n social.
Las causas que han llevado al derrumbamiento del Estado de bienestar son muy complejas; reducidas a las esenciales, cabe mencionar las siguientes. La primera y fundamental est¨¢ directamente ligada al hecho de que ha finalizado el pleno empleo que, como una excepci¨®n en la historia del capitalismo, se consigui¨® durante dos decenios de reconstrucci¨®n en la posguerra. En los pa¨ªses en que se alcanz¨® el pleno empleo qued¨® de manifiesto sus implicaciones grav¨ªsimas para el modo de producci¨®n establecido: las reivindicaciones sociales, as¨ª como la capacidad de lucha, crecen exponencialmente cuando se tiene un puesto de trabajo seguro. En cambio, nada disciplina tanto al asalariado como la perspectiva de perder el puesto de trabajo; perspectiva que a su vez reduce todas las aspiraciones a conservarlo: con el pleno empleo han desaparecido las ambiciones a la cogesti¨®n o participaci¨®n en las empresas.
El pleno empleo refuerza la posici¨®n del empleado y debilita la del empleador. En cambio, el paro disciplina al asalariado, sin otra reivindicaci¨®n que conservar el puesto de trabajo. Pues bien, el desarrollo tecnol¨®gico facilita las cosas al empresario, al independizarle de la mano de obra, ya que necesita cada vez menos, aunque cada vez mejor preparada. Se produce un desarrollo tecnol¨®gico, en cuanto beneficia y en las condiciones que beneficia al inversor: es una de las fuentes del vigor del capitalismo. La permanente revoluci¨®n tecnol¨®gica cuestiona permanentemente el pleno empleo, que para el due?o del capital aparece como el mal mayor, dado el proceso de redistribuci¨®n que pone en marcha.
Quiero mencionar en segundo lugar una causa que se suele considerar como la principal, y que yo, sin embargo, estimo derivada de la anterior: el desarrollo del Estado de bienestar termina por chocar con los l¨ªmites financieros del Estado. El Estado de bienestar se derrumba porque se convierte en impagable: el d¨¦ficit del Estado supera con mucho lo que parece soportable. Y ocurre as¨ª porque el Estado, con el aumento del paro, tiene que financiar a un grupo social cada vez m¨¢s voluminoso, y sobre todo permanente, que consume gran parte de los recursos disponibles, sin fondos ya para una pol¨ªtica social de mayor vuelo.
Una tercera causa, estar¨ªa en la tendencia de burocratizar sus servicios, que el Estado de bienestar puso de manifiesto, de modo que resultaban cada vez m¨¢s caros y menos eficientes, a la vez que marginalizaba a una parte de la poblaci¨®n, dispuesta a vivir por generaciones de la ayuda social. En fin, habr¨ªa que mencionar un cambio en los valores referenciales, que en los sectores medios que son los que producen opini¨®n, hace que la libertad se anteponga a la seguridad y lo privado, a la p¨²blico.
De nada servir¨ªa volver al Estado de bienestar, meta por lo dem¨¢s dif¨ªcil y distante, sin una revisi¨®n cr¨ªtica de esta experiencia. Por lo menos parece claro que la estructuraci¨®n burocr¨¢tica del antiguo Estado de bienestar pertenece definitivamente al pasado y el que se dise?a, como proyecto pol¨ªtico, ha de basarse, por un lado, en la descentralizaci¨®n administrativa; por otro, en la activaci¨®n de los sujetos receptores, que tienen que gestionar sus propios servicios, desde el principio de que no hay ayuda, sino te ayudas. Es decir, de una pol¨ªtica estatal hemos de pasar a una pol¨ªtica propiamente social, si quiere, del Estado de bienestar a la sociedad de bienestar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.