La era del miedo
La sensaci¨®n de haber entrado en tiempos dist¨®picos no se hab¨ªa agotado con el coronavirus. Ahora observamos, horrorizados, que el destino nos ten¨ªa preparada otra sorpresa a¨²n m¨¢s siniestra
La sensaci¨®n de haber entrado en tiempos dist¨®picos no se hab¨ªa agotado con el coronavirus. Ahora observamos, horrorizados, que el destino nos ten¨ªa preparada otra sorpresa a¨²n m¨¢s siniestra. El 24 de febrero nos encontramos de repente ante una nueva pesadilla b¨¦lica en nuestras mismas puertas. ¡°Se acabaron las vacaciones europeas de la historia¡± dijo el ministro austriaco de Exteriores, una frase que resume magn¨ªficamente el nuevo estado de ¨¢nimo. Abandonamos Venus para caer de nuevo bajo el signo de Marte. De Eros a T¨¢natos, del principio del placer sobre el que hab¨ªamos erigido nuestra vida com¨²n a la inquietante pulsi¨®n de muerte. A las turbadoras predicciones sobre el cambio clim¨¢tico se uni¨® enseguida la amenaza sanitaria para pasar sin soluci¨®n de continuidad a un momento m¨¢s aciago. De las mascarillas a los fusiles y las bombas. De un miedo a otro. Aunque el que ahora padecemos tiene un componente que lo aproxima al terror, el no saber en realidad a qu¨¦ nos enfrentamos, cu¨¢les sean lo ¨²ltimos designios de Putin.
Lo que s¨ª sabemos es c¨®mo todo esto va a transformar nuestras vidas. Cuando pintan bastos y nos aprieta el miedo, como dec¨ªa el viejo Hobbes, no hay ya espacio apenas para apostar por nada que no sea evitar el mal mayor. No hay summum bonum que valga, las cuestiones de seguridad, el control de da?os, devienen casi en la ¨²nica preocupaci¨®n. Es el momento del retorno al ¡°realismo¡±, del abandono de las esperanzas ut¨®picas. Esto se traduce ahora, por lo pronto, en una interrupci¨®n de los ambiciosos prop¨®sitos dirigidos a combatir el cambio clim¨¢tico. La prioridad pasa a estar en la defensa y en atajar la crisis energ¨¦tica. Adem¨¢s, como bien dice Janan Ganesh en el Financial Times, la hedonista Europa ya ha tomado nota de que no hay placer sin poder militar, estamos en camino de convertirnos en un h¨ªbrido entre la Toscana y Prusia. Se acab¨® el excepcionalismo europeo, la dolce vita a costa de gorronear del paraguas de defensa estadounidense.
A la vista del sufrimiento del pueblo ucraniano y del giro hacia el totalitarismo de Rusia es dif¨ªcil pensar que podamos encontrar algo bueno en este retorno a los fantasmas de la historia. Y, sin embargo, precisamente por esta confrontaci¨®n con el horror, podemos tomar conciencia de toda la banalidad del mundo en el que viv¨ªamos, de la burbuja de frivolidad en la que est¨¢bamos inmersos ¨Desa cultura de los influencers y celebrities y similares¨D mientras en buena parte del mundo, incluso en el nuestro, se segu¨ªa luchando por acceder a una vida m¨ªnimamente digna. Esto por un lado. Por otro, la importancia de frenar el deterioro de la democracia producido por esa profusi¨®n de ¡°hombres fuertes¡±, de los populismos y de las correlativas estrategias dirigidas a eliminar el control del poder. Hoy m¨¢s que nunca en d¨¦cadas, se hace imprescindible recurrir a las reflexiones de Judith Shklar cuando hablaba del ¡°liberalismo del miedo¡±, cuando, a partir de la experiencia de los totalitarismos del siglo XX, advert¨ªa que lo m¨¢s importante, por donde hay que empezar, es por la eliminaci¨®n de la crueldad y el miedo. Sin eso no hay libertad que valga. Para ello hay que erigir el orden institucional jur¨ªdico y pol¨ªtico adecuado que nos blinde frente a los excesos del Estado y de las necesidades m¨¢s perentorias. En realidad, el que ahora est¨¢ amenazado. Pero esto no ser¨¢ posible sin ¡°institucionalizar la sospecha¡±, sin contar con una ciudadan¨ªa activa, atenta a todo exceso de poder, venga de donde venga. Ojo a la m¨¢xima de Montaigne: lo que m¨¢s debemos de temer es una sociedad de personas temerosas.
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