La guerra que no quisimos ver
En 2017 Erika Fatland public¨® ¡®La frontera¡¯, donde retrata un conflicto, el de Ucrania, que ya llevaba a?os en marcha
¡°Rusia nos declara la guerra. Putin es como Hitler. ?C¨®mo es posible que un pa¨ªs sin m¨¢s se apodere de otro en pleno siglo XXI?¡±. Es un veterano de guerra en el Hospital Militar de Kiev. Se llama Pima, veinte a?os, los ojos y la boca desfigurados. Erika Fatland toma nota. Camina por los pasillos entre hombres con muletas o en sillas de ruedas. Se para en algunas habitaciones, pregunta a los enfermos, algunos contestan. ¡°Ucrania no estaba preparada para la guerra. ?No lo estaba en absoluto! Las armas eran viejas. Mira, estos son los cartuchos de balas que usamos. Son de la ¨¦poca sovi¨¦tica¡±. Cuarenta a?os, corpulento, sabe que no est¨¢ bien. ¡°Mi mente ha enfermado por culpa de la guerra¡±. En otra habitaci¨®n charla con Vasili, un tipo que hab¨ªa trabajado en una f¨¢brica de papel y a quien han hecho tantas operaciones en el brazo que se la ha acortado y ya no podr¨¢ reincorporarse a la vida civil. Es un drama, pero sab¨ªa que era una posibilidad. El abuelo luch¨® en Berl¨ªn, el padre en Cuba, un t¨ªo en Siria, el hermano en Afganist¨¢n y en Donetsk su vida se fundi¨® en negro.
No son testimonios ayer. Esta antrop¨®loga noruega les dio voz en un libro de viajes de 2017. Hace menos de un a?o se public¨® en espa?ol: La frontera. Un viaje alrededor de Rusia. Interesante, pens¨¦ la primera vez que lo tuve en las manos, pero no necesario.
Aunque la escritora estuvo en Barcelona seleccionada como una de las voces m¨¢s prometedoras de la joven literatura europea, aunque su anterior Sovietits¨¢n sea la actualizaci¨®n de Imperio de Kapuscinski, aunque ahora hablaba de algunas de las zonas de Asia donde la globalizaci¨®n pod¨ªa descoserse, los meses pasaban, el libro ya no era novedad y cada vez ten¨ªa menos sentido empezar a leerlo.
De alguna manera as¨ª vivimos los conflictos y las amenazas cuando nos quedan lejos. A lo mejor sabemos que siguen activos, algunos sab¨ªan que obviar al aut¨®crata imperialista pod¨ªa ser catastr¨®fico, pero la vida debe continuar y al final olvidamos que hace a?os que en Ucrania pod¨ªa haber una invasi¨®n y una guerra estaba en marcha.
En 2017 se contabilizaban ya 10.000 muertos en la regi¨®n de Donb¨¢s. En las protestas de Maid¨¢n en 2014 hubo m¨¢s de 100 asesinados. La calle que lleva a la plaza del centro de Kiev se rebautiz¨® entonces como Avenida del Sufrimiento. Al recorrerla Fatland se fij¨® en los nichos construidos all¨ª en recuerdo de las v¨ªctimas de la revoluci¨®n. Era un lugar de memoria nacionalizador. Fotograf¨ªas de los muertos con velas, flores de tela y banderas ucranianas. Pocos d¨ªas antes, despu¨¦s de que un guardia encapuchado y con un Kal¨¢shnikov colgado en el pecho le revisase el pasaporte, hab¨ªa estado en una escuela en D¨®netsk. All¨ª tres a?os antes un proyectil mat¨® al profesor de biolog¨ªa. Entr¨® en un aula y vio a una chiquilla se levantaba para ir a la pizarra y leer la redacci¨®n obligatoria: ¡°la Rep¨²blica Popular de Donetsk fue fundada en abril de 2014, y su bandera es negra, azul y roja. El negro por el carb¨®n, el azul por el mar y el rojo por la sangre de los soldados¡±. Al terminar la clase, la profesora pidi¨® a los alumnos que fuesen a la pizarra para cantar el himno nacional: una canci¨®n que ten¨ªa la misma melod¨ªa que el viejo himno de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. ?Cu¨¢ntos maestros han construido para destruir?
El viaje de la escritora por los pa¨ªses de la frontera rusa dur¨® m¨¢s de medio a?o. En la plaza Maid¨¢n Fatland se subi¨® a un autob¨²s junto a veinte turistas para visitar la central de Chern¨®bil. Fue al hospital donde hab¨ªa m¨¢s de 300 ingresados como consecuencia del accidente. Habl¨® con un bombero que estuvo trabajando cuatro d¨ªas seguidos aquel abril de 1986. Siete de sus compa?eros murieron poco despu¨¦s de la cat¨¢strofe. Aunque los bombardeos no les dejaban acceder al fuego, la madrugada del viernes los bomberos de Zaporiyia evitaron otra cat¨¢strofe. Y la guerra contin¨²a.
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