La paradoja de las ¡®motomamis¡¯ en el 8-M
Mientras se expande la ¨¦pica de las m¨¢s fuertes, avispadas y eficientes, la historia que se cuentan las mujeres ni brilla tanto ni suena a victoria generacional
?Qu¨¦ significa ser una motomami y por qu¨¦ todo Twitter fantasea con ellas? Para los no iniciados, un poco de contexto: Rosal¨ªa ha montado una empresa con su hermana Pili que se llama Motomami porque ambas provienen de una estirpe femenina de motomamis y por eso su ¨²ltimo ¨¢lbum se titula Motomami. ¡°Mi madre siempre ha ido en moto y esa imagen la tengo muy clara. Por eso voy en moto desde hace a?os. Yo soy una motomami porque mi madre era una motomami, y su madre tambi¨¦n lo era¡±. Se lo cont¨® a Fernando Navarro en una entrevista en El Pa¨ªs Semanal del pasado domingo, donde, como quien a?ade explicaciones culturales a sus tatuajes, dice que ese nombre tambi¨¦n proviene de la ¡°dualidad¡± de lo ¡°fuerte¡± de moto (¡°en japon¨¦s¡±) y la ¡°fragilidad¡± de mami.
Una motomami no usa paraguas, capucha y palante
— Los Xavales (@losxavales00) March 7, 2022
En Twitter, territorio f¨¦rtil para especular con el sustrato de las chicas que se sienten mejores, ser una motomami se ha convertido estos d¨ªas en el Santo Grial, en lo que pasa cuando mezclas el poder¨ªo con la mejor versi¨®n de la feminidad. Y no solo porque Rosal¨ªa lleve d¨ªas lanzando pistas desde su cuenta diciendo que ¡°una motomami es una leyenda del fitness, pero siempre pide postre¡±, ¡±una motomami no necesita, la necesitan¡± y ¡±una motomami es muy suya y se transforma¡±. All¨ª hasta Kim Kardashian se ha vestido de motomami con su casco y bikini y el resto se suma a la fiesta asegurando que ¡±una motomami duerme menos de ocho horas¡±, ¡°no pide permiso ni perd¨®n¡± o ¡±sabe que la fama es una condena, pero gracias a eso te paga la cena¡±.
una motomami exige a su gobierno nacionalizar las el¨¦ctricas
— mariot ? (@mariotdiu) March 7, 2022
?Por qu¨¦ nos seduce tanto la fantas¨ªa femenina de la motomami? ?Qui¨¦n no querr¨ªa serlo cuando sabemos que tiene todo el poder y la diversi¨®n? Resulta parad¨®jico que, en pleno 8-M de 2022, mientras en Twitter se expande con mayor viralidad que nunca la ¨¦pica de las m¨¢s fuertes, avispadas y eficientes, por la puerta de atr¨¢s y desde lo personal, la historia que se cuentan esas mismas mujeres ni brilla tanto ni suena a victoria generacional. En realidad, no llegamos ni a bicimamis. El estudio McKinsey de 2021 sobre las mujeres en la fuerza de trabajo, una investigaci¨®n sobre 65.000 trabajadores en 423 empresas que emplean a 12 millones de personas en torno a sus experiencias laborales, concluy¨® en septiembre que ¡°las mujeres est¨¢n mucho m¨¢s quemadas, y cada vez m¨¢s, que los hombres¡±. Que el agotamiento est¨¢ empeorando dr¨¢sticamente. Que una de cada tres mujeres est¨¢ pensando en reducir su jornada. Y que cuatro de cada diez han pensado en salir del sistema de trabajo.
Una verdadera motomami combina narcisismo y baja autoestima, tiene insomnio, adicci¨®n a internet, dismorfia corporal, trastorno alimenticio, propensi¨®n al aislamiento, obsesiones rom¨¢nticas, miedo a la intimidad, personalidad compulsiva e incapacidad para disfrutar de la vida.
— Bu (@BuArena) March 7, 2022
Se podr¨ªa decir que, hace cuatro a?os, el 8-M se convirti¨® en la primera convenci¨®n espa?ola de motomamis. Que aquello fue un hito de mujeres listas para zarandear los hombros de todo un pa¨ªs exponiendo su rabia frente a una desigualdad que las atravesaba sin importar su origen o condici¨®n social. Pero despu¨¦s de una pandemia que ha disparado los niveles de ansiedad y estr¨¦s femenino, cuando la ONU nos recuerda que la crisis derivada de la covid-19 ¡°podr¨ªa borrar a una generaci¨®n de fr¨¢gil progreso hacia la igualdad de g¨¦nero¡±, las espa?olas han asumido que, si pueden aspirar algo, es a ser las jefas exprimidas por un sistema podrido. Veo a compa?eras hartas de que los medios ya solo las quieran escuchar si ejercen como rebeldes disfrutonas y no como las aguafiestas que vienen a recordarnos su creciente vulnerabilidad. Mujeres con la ambici¨®n rota en pedazos que llegan a su d¨ªa internacional agotadas, desilusionadas y a las que, lejos de pancartas festivas, solo les queda ingenio para alzar ante todos un ¡°Yo ya no puedo tirar m¨¢s del carro¡±. Madres ojerosas que duermen menos de ocho horas, pero no por voluntad propia. Amigas que se arrastraron, literalmente, hacia esa manifestaci¨®n porque saben que todav¨ªa queda un trecho para ser esa motomami que no pide permiso ni perd¨®n.
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