Momento Berlinguer
Pretender resolver los efectos de la nueva crisis b¨¦lica con ajustes sociales, los lleve a cabo Pedro S¨¢nchez o Alberto N¨²?ez Feij¨®o, ser¨¢ suicida para la democracia espa?ola
La Gran Recesi¨®n de 2008 fue resultado y culmen del neoliberalismo: permitir que la econom¨ªa suplante el objetivo de la pol¨ªtica, aquello que la democracia manda hacer, y no que tan solo marque sus l¨ªmites en relaci¨®n con unos recursos finitos. Aunque aquella crisis se super¨® sobre las cifras, nunca se acab¨® de resolver al no afrontar la necesaria reestructuraci¨®n entre capitalismo y democracia, la cual qued¨® herida en su legitimidad. Las consecuencias de esta brecha se sintieron en acontecim...
La Gran Recesi¨®n de 2008 fue resultado y culmen del neoliberalismo: permitir que la econom¨ªa suplante el objetivo de la pol¨ªtica, aquello que la democracia manda hacer, y no que tan solo marque sus l¨ªmites en relaci¨®n con unos recursos finitos. Aunque aquella crisis se super¨® sobre las cifras, nunca se acab¨® de resolver al no afrontar la necesaria reestructuraci¨®n entre capitalismo y democracia, la cual qued¨® herida en su legitimidad. Las consecuencias de esta brecha se sintieron en acontecimientos tan dispares como el Brexit, el proc¨¦s o el asalto al Capitolio. Tambi¨¦n en la pandemia de negacionismo que acompa?¨® al virus, s¨ªntoma de desconfianza en nuestros consensos. La perspectiva transforma la concatenaci¨®n en causalidad: Vlad¨ªmir Putin nunca hubiera invadido Ucrania sin haber percibido antes la decadencia liberal asociada al fen¨®meno de Donald Trump.
Esta crisis de onda larga, que los m¨¢s tercos han pretendido obviar a base de ¨ªndices burs¨¢tiles, 5G y criptomonedas, se manifiesta provocando constantes terremotos de inestabilidad. Espa?a la ha somatizado con la posibilidad de la llegada de Vox a La Moncloa de la mano del PP. Para conjurar esta coalici¨®n ya se escucha el primer ta?ido de campanas pidiendo una gran coalici¨®n que aleje los populismos del Ejecutivo. Si leemos entre l¨ªneas deducimos que a los que piden este pacto no les preocupa tanto Santiago Abascal como impedir que Unidas Podemos vuelva a formar parte de un Gobierno con el PSOE. La mayor parte del liberalismo nacional ¡ªperdonen el ox¨ªmoron¡ª puede considerar a los ultras una molestia, pero siente que la izquierda con carteras ministeriales es una anomal¨ªa a corregir.
Pablo Iglesias, que ya no es vicepresidente pero intenta volver a ser epicentro narrativo, ha reaccionado a esta amenaza trayendo de vuelta la impugnaci¨®n, explicando las contradicciones y tramas oscuras de nuestro poder econ¨®mico y pol¨ªtico a trav¨¦s de la lucha medi¨¢tica. Es quiz¨¢ un intento de propiciar el resurgimiento de los mecanismos que dieron posibilidad a Podemos: mensaje alternativo, audacia en la propuesta y ruptura con lo existente. Tambi¨¦n una manera de disputar a los ultras el concepto de rebeld¨ªa que, desde el esca?o azul, es dif¨ªcil de representar. Puede que Iglesias haya ca¨ªdo en la nostalgia de encarnar lo nuevo contra lo viejo. Puede que busque un momento Toni Negri como deseo de una radicalidad revitalizadora. La cuesti¨®n no es valorar si Iglesias tiene raz¨®n en su cr¨ªtica, sino si la Espa?a de 2022 se parece a la del 2014.
La crisis permanece pero la indignaci¨®n ha sido sustituida por el miedo a la incertidumbre. Tambi¨¦n existe un elemento generacional: los que conformaron entonces la protesta necesitan hoy, por edad, pasar de las expectativas a los resultados materiales. En la actualidad, los j¨®venes tienden al conservadurismo o el desencanto porque nunca han conocido una ruptura de expectativas: no es que perdieran el tren del futuro, es que nunca llegaron a tener billete. Por estos elementos puede que hoy necesitemos m¨¢s que alguien nos asegure por qu¨¦ pueden salir las cosas bien, antes que nos explique por qu¨¦ muchas funcionan tan mal. Una parte del electorado valora m¨¢s el acuerdo que el conflicto simplemente porque nuestra realidad ya es exageradamente conflictiva. La otra busca un refugio sin preguntar qui¨¦n se lo proporciona y qui¨¦n se queda fuera: eso los ultras lo saben bien.
El momento Negri, m¨¢s que una estrategia contra el deseo de expulsar a UP del Gobierno, parece una claudicaci¨®n, aceptar el papel que otros han escrito para ti: como se acercan tiempos dif¨ªciles, mejor cavar la trinchera de los irredentos. Si la radicalidad no parece la v¨ªa adecuada en este periodo, alguien podr¨ªa optar por recomendar moderaci¨®n y centrismo pero, en pol¨ªtica, los ant¨®nimos no siempre coinciden con las soluciones. En nuestro presente el contrario de radicalidad es efectividad: la izquierda no requiere de grandes declaraciones de principios, sino de concreci¨®n y resultados. Demostrarse ¨²til como ya lo ha hecho en el Ministerio de Trabajo, reclamar su labor en estos dos a?os aportando estabilidad al pa¨ªs. Construir un momento Berlinguer, el hist¨®rico secretario general del Partido Comunista Italiano, que consista en hacerse imprescindible para el funcionamiento de las instituciones, para su transformaci¨®n y pervivencia.
Pretender resolver los efectos de la nueva crisis b¨¦lica con ajustes sociales, los lleve a cabo Pedro S¨¢nchez o Alberto N¨²?ez Feij¨®o, ser¨¢ suicida para la democracia espa?ola. Sin justicia social no puede haber estabilidad, a los ultras solo se les para suturando la legitimidad que vuelva a dar a la soberan¨ªa popular el control sobre los fines de la econom¨ªa. El momento Berlinguer, uno de alcance europeo, es la base para un bloque social renovador que haga frente al autoritarismo, no solo con principios, sino con resultados en la vida cotidiana de los ciudadanos. Un nuevo acuerdo entre los que ¡°solo piensan en cu¨¢nto producir¡± y aquellos que valoran ¡°qu¨¦ y por qu¨¦ producir¡± contra los que han venido a someter a nuestros valores de igualdad y libertad a una involuci¨®n reaccionaria. Un compromiso, esta vez, con el justo apellido de hist¨®rico.