Despu¨¦s de Bucha
Si Alemania e Italia siguen rechazando un embargo de petr¨®leo y gas tras las ¨²ltimas atrocidades, ya no se podr¨¢ defender la integraci¨®n europea por motivos morales
Las unidades holandesas de la ONU miraron hacia otro lado cuando las tropas serbias cometieron la masacre de Srebrenica en 1995. Lo que est¨¢n haciendo ahora Alemania e Italia es a¨²n m¨¢s reprobable desde el punto de vista moral: el problema ahora no es que no intervengamos cuando los soldados rusos est¨¢n ejecutando a civiles como han hecho en Bucha, cerca de Kiev. Seguimos haciendo bien en no enfrentarnos a Rusia directamente. Pero con las continuas compras de gas y petr¨®leo, estamos ayudando a Putin a estabilizar la econom¨ªa rusa, permiti¨¦ndole liberar recursos para financiar estas atrocidades.
Que no quepa duda: Putin no est¨¢ derrotado. Se est¨¢ reorganizando. Tiene el Ej¨¦rcito m¨¢s grande. Tiene armas nucleares, qu¨ªmicas y biol¨®gicas. Como ha demostrado una y otra vez, est¨¢ dispuesto a infligir atrocidades indecibles. Y cada d¨ªa le enviamos unos 700-800 millones de euros por sus combustibles f¨®siles. Por lo que m¨¢s quieran, dejen de animar y fantasear con llevarlo a un tribunal de cr¨ªmenes de guerra. Y dejen de decir que Alemania por fin est¨¢ cambiando.
Esta semana espero que Mario Draghi y Olaf Scholz vuelvan a sufrir un grado de presi¨®n sin precedentes por parte de la opini¨®n p¨²blica y de sus aliados para que renuncien al gas ruso. Podr¨ªan aprovechar el momento, o resistirse con los mismos argumentos que han empleado antes: que un embargo de petr¨®leo y gas no afectar¨¢ a la maquinaria b¨¦lica de Putin; y que la solidaridad occidental no se puede dar por supuesta si las consecuencias de las sanciones fueran una grave recesi¨®n.
La respuesta a esto ¨²ltimo es la siguiente: el dolor de la recesi¨®n fue autoinfligido. Fue el resultado del mayor error pol¨ªtico cometido por dirigentes anteriores, como Silvio Berlusconi y la tan celebrada Angela Merkel. Hicieron que sus pa¨ªses dependieran del gas ruso para sostener un modelo industrial cada vez m¨¢s insostenible basado en el consumo excesivo de gas.
Es posible que defiendan su negativa a cortar el gas diciendo que eso no detendr¨¢ la guerra. Esto es a la vez cierto y enga?oso. El cl¨¢sico hombre de paja. Por supuesto que la guerra no se detendr¨¢ en el momento en que se detenga el gas. Pero son nuestras compras de gas y petr¨®leo ruso del pasado las que han dado a Putin los recursos para financiar su guerra de hoy. Lo que le pagamos ahora le permitir¨¢ librar futuras guerras.
Si Scholz se resiste, nadie recordar¨¢ su decisi¨®n de acabar con el gasoducto Nord Stream 2. Eso no le cost¨® nada. Se recordar¨¢ su vacilaci¨®n de ahora. La gente tampoco recordar¨¢ los monumentales logros de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo. La forma en que recordamos a los l¨ªderes pol¨ªticos no es un ejercicio de c¨¢lculo del resultado final en un balance. Lo mismo ocurre con la forma en que recordamos los cr¨ªmenes de guerra. Las im¨¢genes de los ejecutados cubriendo las calles de Bucha nos impactar¨¢n m¨¢s que lo que quiera que ocurriera en Srebrenica. Las im¨¢genes que recordamos de Srebrenica son las de las fosas comunes. All¨ª no vimos lo que pas¨®. Aqu¨ª es diferente.
El debate de los pr¨®ximos d¨ªas ser¨¢ cr¨ªtico no solo para esta guerra, sino tambi¨¦n para la unidad europea. Si Alemania se resiste, espero que al menos algunos Estados miembros se cuestionen la conveniencia de alinearse estrat¨¦gicamente con un pa¨ªs que sigue persiguiendo su propio inter¨¦s a costa de los dem¨¢s. La UE y sus Estados miembros no tienen un historial de enfrentarse a Alemania. No lo hicieron durante la crisis de la deuda soberana de la eurozona. Permitieron que Alemania enmarcara esa crisis como una crisis de despilfarro fiscal en lugar de una crisis de desequilibrios del sector privado que se derivaba, en primer lugar, de la pol¨ªtica interna alemana. La OTAN no se enfrent¨® a Alemania e Italia cuando asumieron objetivos de gasto en defensa de la OTAN que nunca pretend¨ªan cumplir. Y la OTAN no se enfrent¨® a Nord Stream 2.
La raz¨®n por la que las sanciones sobre el gas y el petr¨®leo son necesarias es que Putin y su equipo econ¨®mico tienen mucho ¨¦xito a la hora de eludir las sanciones. Despu¨¦s de que Occidente impusiera las sanciones al banco central hace m¨¢s de un mes, el rublo cay¨® a casi 140 por d¨®lar. Ahora ha vuelto a los niveles de antes de la guerra, en torno a 80 y tantos rublos el d¨®lar. Esto significa que las sanciones no est¨¢n funcionando.
Lo que hizo Putin la semana pasada fue conseguir que los compradores de gas occidentales realizaran transacciones de divisas en rublos que, de otro modo, ser¨ªan m¨¢s dif¨ªciles de realizar. La mitad de los activos extranjeros de Rusia est¨¢n congelados. Pero los activos congelados se compensan sobradamente con las continuas entradas de dinero europeo. Putin tambi¨¦n se beneficia de la subida de los precios del petr¨®leo y del gas, consecuencia en parte de sus propios actos. Debemos dejar de enga?arnos. Desde la perspectiva occidental, esta guerra no va bien.
Sancionar a los oligarcas y confiscar sus yates es un populismo revanchista absurdo. Dejando de lado por ahora el debate sobre las consecuencias a largo plazo de las sanciones al banco central ruso, estas no tienen sentido si no llevan aparejado un embargo de petr¨®leo, gas y carb¨®n. Olv¨ªdense de los elogios sobre la unidad sin precedentes de la UE. A los europeos nos gusta felicitarnos por andarnos con medias tintas en respuesta a cada crisis. Si volvemos a fracasar, como hemos hecho tantas veces en el pasado, ya no habr¨¢ argumentos morales a favor de la integraci¨®n europea.
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