Ricos de m¨¦rito
Mientras usted y yo lidi¨¢bamos con la angustia de saber que tantos ancianos mor¨ªan solos en las residencias, algunos fueron m¨¢s listos y encontraron en la crisis la ocasi¨®n de sacar buena tajada
A estas alturas ya me doy cuenta de que nunca ser¨¦ rica. No solo porque no compre loter¨ªa, sino porque me faltan las dotes imprescindibles para adquirir una cantidad de dinero tan grande digna de ser llamada ¡°fortuna¡±. Cuando leemos lujosos reportajes sobre la vida de los que m¨¢s tienen y su elevado estilo de vida, su buen gusto cultivado desde la cuna, no podemos menos que fascinarnos por tan exquisitos seres humanos. Nos seducen mostr¨¢ndonos sus casas de ensue?o. Hasta el punto que con ellos desarrollamos algo parecido al s¨ªndrome de Estocolmo: llegamos a creer que son as¨ª de fabulosos por m¨¦ritos propios, que por su sangre distinguida corren la riqueza y la finura caracter¨ªsticas de su forma de estar en el mundo.
Recuerdo un reportaje de Vanity Fair sobre los hijos de Naty Abascal, con sus botas de montar salpicadas de barro, ese aire de glamour sure?o. Lloraban solo como saben llorar los ricos, apropi¨¢ndose de las historias de dolor de otros para pintarse como desgraciados a pesar de la opulencia y la buena suerte con la que nacieron. Su gran drama habr¨¢ sido, imagino yo, tener que esforzarse en mantener el nivel alto porque en los tiempos que corren los ducados no dan para tanto.
?Y para qu¨¦ han servido los internados de pago y las buenas conexiones con otros ricos y famosos? Para acabar (supuestamente) como tantos otros ¡°emprendedores¡± cuyo enorme talento no les deja otra que saquear las arcas de lo p¨²blico. Encima con el mal gusto de los nuevos ricos, de lo que comprar¨ªan los pobres si tuvieran dinero: rolex y ferraris.
Y es que la principal diferencia entre los ricos y quienes seguimos invirtiendo en esfuerzo y trabajo para dar de comer a nuestros hijos es la capacidad que tienen los primeros de detectar ins¨®litas oportunidades financieras. Por no hablar de la ¨¦tica y los principios, la solidaridad y la preocupaci¨®n por lo com¨²n. Mientras usted y yo lidi¨¢bamos con la angustia de saber que tantos ancianos mor¨ªan solos en las residencias, admir¨¢bamos y aplaud¨ªamos a los sanitarios que arriesgaban sus vidas para atender a los enfermos sin el material necesario para protegerse del virus, mientras hac¨ªamos madalenas con los ni?os para distraerlos de la gran cat¨¢strofe mundial, algunos fueron m¨¢s listos y encontraron en la crisis la ocasi¨®n de sacar buena tajada. Si no existe, que los jueces establezcan ya el agravante de psicopat¨ªa social masiva.
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