Gobernar la ciudad
Existe sin duda una Espa?a de naciones y regiones, pero existe tambi¨¦n una Espa?a de las ciudades, la Espa?a llena, a la que quiz¨¢s no prestamos la suficiente atenci¨®n y necesita ser gobernada
Un amigo brit¨¢nico, apasionado de la ciudad y funcionario de los servicios de limpieza de Islington (uno de los distritos o borough de la capital), cada 10 a?os sal¨ªa de expedici¨®n a recorrer los l¨ªmites londinenses, una manera de apropiarse de la ciudad y sus transformaciones. En cada ocasi¨®n, el itinerario se ampliaba al incorporar el territorio devorado por la ciudad (o urbanizado, como prefieran), absorbiendo campo, bosques y municipios vecinos. Un enamorado de su ciudad que sent¨ªa la necesidad de palpar c¨®mo se transformaba la vieja capital brit¨¢nica. Hubo un d¨ªa en que desisti¨® de un nuevo intento, era misi¨®n imposible; las ciudades ya no acaban en la ¨²ltima de sus calles o en el ¨²ltimo municipio atrapado por la malla urbana, las grandes ciudades se extienden en vastas regiones metropolitanas compuestas por infinidad de n¨²cleos urbanos interconectados por infraestructuras de movilidad. El mismo cambio paradigm¨¢tico entre la ciudad amurallada medieval y la ciudad industrial del siglo XX, con sus ensanches se?oriales, lo volvemos a encontrar cuando la ciudad ya no termina al final de la mancha urbanizada, y se convierte en una malla interconectada, una suerte de ciudad de ciudades.
Curiosamente, y como reacci¨®n espont¨¢nea a este cambio de escala y p¨¦rdida de l¨ªmites, se incrementa en todo el mundo el aprecio a la proximidad. Hoy hemos idealizado el barrio como la ciudad amable. En Par¨ªs, el arquitecto Carlos Moreno propone la ciudad de los 15 minutos, una manera de dibujar la zona pr¨®xima, caminable, donde resolver las funciones b¨¢sicas de la vida: escuela, sanidad, parque, deporte, compras, adaptando la tradici¨®n iniciada por Jane Jacobs en la que la vida social era un componente esencial de la condici¨®n urbana. Si en la ciudad industrial las dos categor¨ªas eran centro y periferia, hoy, el barrio y la gran regi¨®n metropolitana, son los componentes medulares de la ciudad de este siglo. En una encontramos el valor de vivir en com¨²n; en la otra, los est¨ªmulos econ¨®micos y culturales que ofrece la gran ciudad.
Siguiendo el hilo, el informe La luz de la ciudad, publicado en 2016 por el grupo de estudios sobre energ¨ªa, territorio y sociedad de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, dirigido por Oriol Nel¡¤lo, permite analizar el proceso de urbanizaci¨®n de la Pen¨ªnsula a trav¨¦s del an¨¢lisis de las im¨¢genes satelitales. Ofrece una gran cantidad de datos, pero se?alo dos muy ¨²tiles para explicar el fen¨®meno urbano contempor¨¢neo: mientras la superficie construida ha crecido, entre 1992 y 2012 un 40% en toda Espa?a, acelerada por la burbuja inmobiliaria, la luminosidad urbana, en el mismo periodo, ha crecido un 133% (2,3 veces), y ha pasado de 6.900 a 16.000 kil¨®metros cuadrados. Ambos datos indican que las ciudades no solo crecen, sino que, en lugar de hacerlo de manera compacta, se expanden con una urbanizaci¨®n dispersa y discontinua. Espa?a es un Estado con fronteras precisas, dividido en 17 comunidades aut¨®nomas de l¨ªmites indiscutibles, pero por dentro, como amebas silenciosas, las ciudades se mueven, crecen, se encajan y se conectan, formando amplias regiones metropolitanas. Pongamos que hablo de Madrid, la que cantaba Joaqu¨ªn Sabina, pues ya ha saltado a las dos Castillas; del coraz¨®n de la capital espa?ola crecen extremidades que van extendi¨¦ndose siguiendo las v¨ªas de la alta velocidad, y es dif¨ªcil de saber hasta d¨®nde llegar¨¢n. Si nos vamos al corredor mediterr¨¢neo, esa infraestructura ferroviaria tan reclamada por el presidente valenciano a la que se deber¨ªa sumar con el mismo entusiasmo el presidente catal¨¢n, nos encontramos con ciudades que van extendi¨¦ndose siguiendo la l¨ªnea de costa, y qui¨¦n sabe si un d¨ªa m¨¢s que unas v¨ªas de tren, nos encontraremos con un largo corredor urbano, que ya empieza a vislumbrarse desde el cielo, de Algeciras a Figueres, con permiso de Joan Manuel Serrat.
Cabe recordar una de las recomendaciones m¨¢s importantes de la ¨²ltima cumbre Habitat 3, la convocatoria de Naciones Unidas para abordar la cuesti¨®n urbana: evitar la urbanizaci¨®n dispersa y apostar por ciudades compactas. Vamos en direcci¨®n contraria: mientras en Espa?a la mancha de luz ha crecido un 133%, en Europa solo lo ha hecho un 58%. Mi amigo brit¨¢nico, un flanneur metropolitano, lo descubri¨® andando; mi colega Oriol Nel¡¤lo se encaram¨® a un sat¨¦lite y descubri¨® lo mismo. Ciudades dispersas, poco compactas y articuladas en grandes regiones metropolitanas de l¨ªmites imprecisos.
Si a?adimos que es en esas geograf¨ªas, las grandes regiones metropolitanas, donde se juegan los grandes retos de las emergencias social y clim¨¢tica, es urgente situar la agenda urbana en el primer plano de la acci¨®n pol¨ªtica en nuestro pa¨ªs. Son tres los grandes objetivos a afrontar. Uno corresponde al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y a las consejer¨ªas correspondientes de las comunidades aut¨®nomas, activando los instrumentos normativos de articulaci¨®n y planificaci¨®n territorial que limiten y ordenen la expansi¨®n y articulaci¨®n de las ciudades. Esta no es una din¨¢mica ¡°natural¡± del territorio, pero en cambio tiene afectaciones ambientales ineludibles.
La segunda es imaginar una nueva forma de autoridad local que permita gobernar, en el pleno sentido de la palabra, las ciudades contempor¨¢neas. Trabajando en el plan estrat¨¦gico para la regi¨®n metropolitana de Barcelona, entrevistamos a un gran n¨²mero de alcaldes y alcaldesas y todos mostraban una cierta inquietud al reconocer que no estaba en sus manos, ni en las de sus ayuntamientos, responder a los grandes retos actuales. La geograf¨ªa metropolitana era indispensable para pensar la movilidad, la vivienda, los residuos, la seguridad o la calidad del aire de sus municipios. Aplicando la metodolog¨ªa de las ?reas Urbanas Funcionales (se definen por la movilidad laboral entre municipios), un 70% de los espa?oles vive en estas regiones metropolitanas, de tama?os muy distintos, que comparten una realidad urbana conformada por distintos municipios y la mayor¨ªa de las veces sin un ¨¢mbito institucional propio.
Y la tercera es la financiaci¨®n; la participaci¨®n en el gasto p¨²blico del poder local en Espa?a es del 14%, frente al 24% de los gobiernos locales europeos (en Dinamarca, el poder local administra m¨¢s del 50% del gasto p¨²blico del pa¨ªs). El debate de los recursos es sencillo: hay que disponer de un mayor porcentaje del pastel, y recuperar ese viejo principio de subsidiariedad que defend¨ªa Pasqual Maragall, ¡°cuanto m¨¢s cerca est¨¦ el gobernante del gobernado, mejor¡±. Espa?a, junto a Grecia y Portugal, est¨¢ a la cola en financiaci¨®n de los gobiernos locales.
En un Estado de car¨¢cter pluricultural o plurinacional (una naci¨®n de naciones, para utilizar la vieja expresi¨®n de Gregorio Peces-Barba), es l¨®gico que el debate pol¨ªtico y la articulaci¨®n territorial circule principalmente entre Gobierno central y comunidades aut¨®nomas. Pero en el debate sobre la articulaci¨®n de un Estado complejo es indispensable pensar el rol que juegan las ciudades en esos encajes y, a su vez, analizar si los gobiernos locales tienen el tama?o y la potencia necesarias para conducir el tercer vector territorial. Existe sin duda una Espa?a de naciones y regiones, pero existe tambi¨¦n una Espa?a de las ciudades, la Espa?a llena, a la que quiz¨¢s no prestamos la suficiente atenci¨®n y necesita ser gobernada.
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