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Los delitos son iguales, los cometa un arist¨®crata, un rey comisionista o una median¨ªa. Lo grave es el modo en que hemos bendecido un modo de hacerse rico enormemente da?ino para la sociedad y avalado por manuales y escuelas muy formales
A¨²n resuena en mis o¨ªdos la carcajada del intermediario en la fabricaci¨®n de un DVD cuando discut¨ªamos la edici¨®n de una pel¨ªcula en ese formato. Al decirme que el trabajo lo encargar¨ªa en una f¨¢brica remota de China, le dije que, aunque costara algo m¨¢s de dinero, me parec¨ªa m¨¢s decente seguir trabajando con los proveedores que quedaban en Espa?a. Su carcajada fue tenebrosa. ¡°?M¨¢s decente?¡±, me pregunt¨® con iron¨ªa. Estamos hablando de dinero, no de moral, concluy¨®. Fue una de las pistas que me indicaron que yo hab¨ªa perdido definitivamente el rumbo del mundo, que estaba caducado. Por cierto, el DVD se fabric¨® en Calatayud, pero quiz¨¢ el tipo aquel ten¨ªa raz¨®n, porque el propio formato est¨¢ casi finiquitado y, por lo que me cuentan algunos amigos que estrenan pel¨ªculas, hasta el propio cine tal y como lo entend¨ªamos, puede estar a punto de echar el cierre. Todos hemos asistido al proceso por el que se clausuraban negocios artesanales por la competencia brutal de lo barato y serial. Los elementos de usar y tirar invadieron los espacios que antes ocupaban objetos duraderos y delicados. Guardo en mi memoria a un vendedor fant¨¢stico de cochecitos de beb¨¦ que, subi¨¦ndose de rodillas al modelo que nos ense?aba, nos asegur¨® con convicci¨®n que aquella era una sillita para toda la vida. Me imagin¨¦ al beb¨¦ us¨¢ndola con 80 a?os.
Europa fue perdiendo el orgullo del trabajo bien hecho y el resto de la historia lo conocemos todos. Incluso el descontento que transmiten las votaciones en Francia revela los males causados por la globalizaci¨®n, pero pocos hablan del da?o autoinfligido que las democracias se propinaron a s¨ª mismas convertidas en clientes cautivos de dictaduras. Nosotros mismos no pod¨ªamos competir con la velocidad, la disposici¨®n y el coste de la baratura. De tanto comprar cosas hechas por personas malpagadas nuestros salarios se desplomaron, porque entonces a¨²n no entend¨ªamos que la vida es un domin¨®. En los ¨²ltimos d¨ªas hemos asistido a la tremenda indignaci¨®n que han causado las compras de objetos de lujo por dos comisionistas que se hicieron ricos con las mascarillas durante el fragor de la pandemia. Todos sabemos que los comisionistas de intermediaci¨®n son un mal inevitable cuando el ejercicio de compra y venta no se hace entre cercanos. Los agricultores hace poco se manifestaron contra el Gobierno cuando en realidad deber¨ªan manifestarse contra los compradores, que ignoran a conciencia la cadena de comercializaci¨®n que ha empobrecido a los productores en origen.
Sorprende el modo tan distinto con que se ha tratado a los comisionistas pijos de actualidad por su chanchullo millonario con el Ayuntamiento de Madrid. Hace poco hemos sabido de otro comisionista que se ha llevado un past¨®n que a muchas familias les solucionar¨ªa la d¨¦cada y nadie ha dado con ¨¦l, con su foto, con su casa, ni se le ha perseguido para que ofrezca explicaciones. Vamos, ni siquiera le han podido entregar la citaci¨®n para acudir a una comisi¨®n de investigaci¨®n del Ayuntamiento; por cierto, comisi¨®n a la que no se presentan ni los trabajadores a sueldo del Ayuntamiento. No se equivoquen, los delitos son iguales, los cometa un arist¨®crata, un rey comisionista o una median¨ªa. Lo grave es el modo en que hemos bendecido un modo de hacerse rico que resulta enormemente da?ino para la sociedad y viene avalado por manuales y escuelas muy formales. Tiene sentido cuando el Dinero es Dios.
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