¡°Lo peor no ha llegado mientras podamos decir ¡®esto es lo peor¡±
Conviene hablar de los libros del historiador escoc¨¦s Niall Ferguson, todos ellos abrumadoramente bien averiguados, en tiempos de guerra
Con estas palabras parece consolarse Edgar, el personaje de El rey Lear. Edgar es el tipo de persona que la parla de autoayuda llamar¨ªa un optimista activo; yo no soy de esa panda.
Sin embargo, simpatizo con Edgar, el hijo repudiado por el rey senil. Me conmueve, ?a qui¨¦n no?, el desolador trance en que Shakespeare ha puesto a este buen hombre que, pese a todo, cuida de su viejo y suelo pensar a menudo en ellas. En ingl¨¦s isabelino o en espa?ol venezolano actual son palabras siempre verdaderas.
Volvieron a m¨ª tras leer los pron¨®sticos del formidable historiador escoc¨¦s Niall Ferguson sobre la guerra de Ucrania. No son barruntos, no: son previsiones muy bien sustentadas que han desazonado al plantel global de analistas geopol¨ªticos. Como las verti¨® en un art¨ªculo que apareci¨® en el portal de opiniones de la agencia Bloomberg, pronto se han hecho conocidas urbi et interneti, para usar una expresi¨®n del escritor espa?ol Ricardo Bada.
Yo me f¨ªo del criterio de Ferguson por motivos menos cognitivos que supersticiosos: creo en sus decires porque Ferguson, siendo escoc¨¦s, resulta compatriota de las infalibles hermanas del p¨¢ramo, esas ¡°burbujas de la tierra¡± que sab¨ªan ¡°leer en las semillas del tiempo¡± y vaticinaron a Macbeth, round por round, su inescapable destino.
Conviene, sin embargo, hablar de sus libros, todos ellos abrumadoramente bien averiguados, y el que a mi juicio mejor muestra la erudici¨®n y los poderes suasorios del historiador escoc¨¦s es Civilizaci¨®n: Occidente y el resto (Debate, 2012). Si no cayese la bomba antes del pr¨®ximo verano, y usted no ha alcanzado a leerlo, cr¨¦ame que echarlo en el morral de las lecturas ser¨¢ una buena idea, aun en v¨ªsperas del Armaged¨®n nuclear.
Ferguson desgrana sus desacuerdos con la sabidur¨ªa convencional en torno a Rusia, Putin y todo lo que nos amenaza, en 10 escenarios posibles, no todos remotos en el tiempo, no todos excluyentes. Al contrario, dos o tres de ellos pueden resultar simult¨¢neos.
Ninguno de ellos contempla que el pueblo ruso, despabilado al fin por la contraintormaci¨®n occidental se unir¨¢ al Ej¨¦rcito de ese pa¨ªs, a su vez mortificado por los reveses de la campa?a en Ucrania y la ignominia de ser universalmente se?alado como genocida, concurriendo todo ello en una insurrecci¨®n popular y un golpe palaciego que, deus ex machina, nos deshagan de Putin.
Observa Ferguson, hablando a quienes fincan todo en las sanciones multilaterales y un inexorable colapso de la econom¨ªa rusa, que Putin, a diferencia de los d¨¦spotas del Medio Oriente barridos por las llamadas ¡°primaveras ¨¢rabes¡±, verdaderamente posee armas de destrucci¨®n masiva, el arsenal m¨¢s grande de ojivas, armas qu¨ªmicas y biol¨®gicas que hay en el mundo.
En su pieza de opini¨®n, Ferguson afirma haber visto venir la guerra hace ya tiempo y nos cuenta de una apuesta que cruz¨® con otro superlativo mundial, el optimista psic¨®logo harvardiano Steven Pinker: ¡°La ¨²ltima vez que estuve en Kiev, temprano en septiembre del a?o pasado, apost¨¦ con Pinker que para finales de esta d¨¦cada, el 31 de diciembre de 2029, una guerra convencional o nuclear habr¨¢ ya reclamado al menos un mill¨®n de vidas humanas. Fervientemente deseo perder esa apuesta pero la m¨ªa no era entonces, ni es todav¨ªa una angustia irracional¡±.
Es caracter¨ªstico entre apostadores enrostrar con sorna al adversario las veces que se ha equivocado en el pasado. Ferguson recuerda c¨®mo el laureado Pinker, all¨¢ por 2007, asegur¨® que el progreso material alcanzado por la humanidad la ha hecho m¨¢s resiliente a las amenazas naturales o causadas por el hombre: ¡°los brotes de enfermedad viral ¨Cafirmaba ¨Cya no se convierten en pandemias¡±.
?Ah, los optimistas!
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