El desenlace por escribir de la Primavera ?rabe
Las sociedades de Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica son menos libres que hace 10 a?os, pero las revueltas acabaron con el miedo y mostraron que el cambio es posible
A principios de 2011, el mundo ¨¢rabe vivi¨® una oleada de protestas contra la corrupci¨®n y en demanda de una vida digna. Los medios internacionales enseguida la bautizaron como Primavera ?rabe, expresi¨®n que tal vez influyera en las desmesuradas expectativas que despert¨®. Diez a?os, y medio mill¨®n de muertos despu¨¦s, la regi¨®n, con la salvedad de T¨²nez, es menos libre y est¨¢ en peores condiciones que entonces. Aun as¨ª, el derribo de cuatro dictadores rompi¨® el muro del miedo y acab¨® con la idea de que la democracia era incompatible con la cultura ¨¢rabe. El statu quo ya no se puede dar por sentado.
¡°Diez a?os no es un marco temporal suficiente para desarrollar cambios de envergadura. Las revueltas de la dignidad no han acabado. Han sido suprimidas, pero volver¨¢n a producirse, tal vez m¨¢s violentas, tal vez no. Lo que est¨¢ claro es que no hay vuelta atr¨¢s al orden pol¨ªtico anterior a 2011¡±, resume Kawa Hassan, vicepresidente del programa de Oriente Pr¨®ximo y Norte de ?frica del EastWest Institute, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro que promueve la resoluci¨®n de conflictos. Es una idea compartida por numerosos expertos.
Sonaba bien la idea de una Primavera ?rabe, que los comentaristas conservadores acu?aron para referirse a los fogonazos democr¨¢ticos de 2005 en Oriente Pr¨®ximo. El profesor Marc Lynch, de la Universidad George Washington, recuper¨® la expresi¨®n en un art¨ªculo de Foreign Policy sobre las protestas aparentemente inconexas que seis a?os despu¨¦s se extend¨ªan desde T¨²nez a Kuwait, pasando por Argelia, Egipto y Jordania, y m¨¢s tarde alcanzar¨ªan Libia, Siria, Bar¨¦in, y Yemen. Transmit¨ªa una imagen luminosa y positiva. Salvo que en los siguientes meses la contrarrevoluci¨®n financiada por las monarqu¨ªas petroleras iba a acabar con los sue?os de cambio.
¡°Prefiero llamarlas revueltas de la dignidad porque millones de personas se echaron a la calle pidiendo una ciudadan¨ªa digna¡±, precisa Hassan en conversaci¨®n telef¨®nica.
Las protestas populares y pac¨ªficas, a las que los manifestantes se refer¨ªan como intifada (levantamiento) o zaura (revoluci¨®n), consiguieron derrocar a los aut¨®cratas de T¨²nez, Egipto, Libia y Yemen. Solo en T¨²nez se ha consolidado una fr¨¢gil democracia. La elecci¨®n de un presidente islamista en Egipto (Mohamed Morsi) fue respondida con un golpe militar que ha aumentado la represi¨®n. Libia y Yemen se sumieron en sendas guerras civiles, al igual que sucedi¨® en Siria, donde el dictador Bachar el Asad ha logrado mantenerse a sangre y fuego. En estos pa¨ªses, el Estado y la sociedad han quedado destruidos, al menos medio mill¨®n de personas han muerto y 16 millones se han visto desplazadas de sus hogares.
¡°Los manifestantes se encontraron atrapados entre Estados autoritarios y actores no estatales autoritarios. Los poderes contrarrevolucionarios actuaron incluso en pa¨ªses donde no lleg¨® a haber revueltas¡±, admite Hassan. Aun as¨ª, se muestra convencido de que ¡°el factor miedo ha desaparecido para siempre y ning¨²n poder en la regi¨®n puede estar tranquilo¡±. Este polit¨®logo constata que ¡°las sociedades todav¨ªa insisten en desafiar el orden pol¨ªtico, como se vio en 2019 en Irak, L¨ªbano e incluso, m¨¢s sorprendentemente, en Argelia, e incluso Sud¨¢n, donde han derrocado a [Omar al] Bashir e iniciado una fr¨¢gil transici¨®n democr¨¢tica¡±.
Haizam Amirah Fern¨¢ndez, investigador del Real Instituto Elcano, afirma que esta segunda ola de protestas enmarca el malestar ¨¢rabe en los movimientos de descontento que sacuden a otros pa¨ªses, como Chile o Tailandia. ¡°Si el mundo ¨¢rabe qued¨® al margen de las transiciones democr¨¢ticas que en la d¨¦cada de los ochenta [del siglo pasado] se vivieron en Latinoam¨¦rica, el este de Asia y Europa oriental, 2011 dej¨® clara la interconexi¨®n entre distintas zonas del mundo por la situaci¨®n econ¨®mica y social tras la crisis financiera¡±, asegura a EL PA?S en referencia a la movilizaci¨®n de los indignados o de Occupy Wall Street en Estados Unidos.
Significativamente, la regi¨®n de Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica tiene la mayor desigualdad econ¨®mica del mundo. Por ahora, la represi¨®n ha conseguido suprimir las protestas. Pero Hassan defiende que, ¡°a pesar de la resiliencia de los reg¨ªmenes autoritarios, las exigencias de una ciudadan¨ªa digna no van a desaparecer¡±. De hecho, destaca que ¡°las causas que desataron las revueltas, como la demanda de mejores servicios y el Estado de derecho, no solo siguen ah¨ª, sino que se han agravado¡±.
As¨ª lo refleja una reciente encuesta de YouGov para el diario brit¨¢nico The Guardian, seg¨²n la cual los sentimientos de desesperanza y privaci¨®n de derechos que alimentaron las revueltas han seguido aumentando. Una mayor¨ªa de los consultados en nueve pa¨ªses ¨¢rabes declararon que sus condiciones de vida se hab¨ªan deteriorado desde la inmolaci¨®n del joven vendedor de frutas tunecino Mohamed Bouazizi, que desat¨® las protestas y de cuya muerte se cumplen diez a?os el pr¨®ximo lunes.
Como era de esperar, el descontento es mayor donde la situaci¨®n degener¨® en guerras civiles e intervenciones extranjeras. El 75% de los sirios, el 73% de los yemen¨ªes y el 60% de los libios dicen estar peor que antes de la primavera. Pero incluso en Egipto, Irak y Argelia, aunque no llegan a la mitad quienes consideran que su situaci¨®n ha empeorado, apenas una cuarta parte dicen estar mejor. ¡°Las reformas han sido un parip¨¦, y la covid-19 ha exacerbado los problemas socioecon¨®micos¡±, apunta Hassan.
¡°Se est¨¢ haciendo un experimento que pone a prueba el aguante de las sociedades ¨¢rabes. A pesar de las diferencias entre pa¨ªses, se ha respondido a las demandas de tipo econ¨®mico y pol¨ªtico con medidas de seguridad, mano dura y represi¨®n¡±, se?ala Amirah Fern¨¢ndez. Y no solo por parte de los reg¨ªmenes cuestionados. ¡°Desde el exterior, se ha seguido favoreciendo de forma descarada el modelo de estabilidad basado en el autoritarismo y la supresi¨®n de libertades antes que experimentar con cualquier sistema alternativo¡±, a?ade.
Las petromonarqu¨ªas, que lograron comprar voluntades y paz social con los beneficios de los hidrocarburos, han apostado por el desarrollo econ¨®mico como sustituto de la democracia. De ah¨ª el empe?o en la diversificaci¨®n y la apertura social a la vez que se restringen las libertades pol¨ªticas. En aquellas autocracias sin recursos relevantes, solo hay palo sin zanahoria. ?Hasta cu¨¢ndo va a aguantar la olla a presi¨®n? ¡°No est¨¢ claro hacia d¨®nde vamos. Los actuales reg¨ªmenes son a¨²n m¨¢s represivos y est¨¢n m¨¢s dispuestos a usar la fuerza. Van a luchar hasta la muerte para mantener el poder¡±, manifiesta el analista del EastWest Institute.
Amirah Fern¨¢ndez, del Real Instituto Elcano, remite a la realidad demogr¨¢fica como ¡°el mayor condicionante de las sociedades ¨¢rabes¡±. Con ligeras diferencias, dos tercios de sus 420 millones de habitantes tienen menos de 30 a?os. Muchos eran demasiado j¨®venes para participar en las protestas de 2011, pero ¡°vieron que se pod¨ªa hacer a pesar del caos y las interferencias que vinieron luego¡±. De hecho, la encuesta antes mencionada detecta una diferencia generacional. Los m¨¢s j¨®venes entre los adultos encuestados (18-24 a?os) son los que menos lamentan las revueltas, mientras que sus padres se muestran m¨¢s pesimistas con el resultado y consideran que las nuevas generaciones afrontan un futuro m¨¢s dif¨ªcil que quienes crecieron antes de las primaveras.
¡°Es demasiado pronto para decir que la Primavera ?rabe fue un fracaso. Necesitamos dejar a los j¨®venes que tengan su momento y su momento llegar¨¢¡±, afirmaba Lina Khatib, directora del programa para el mundo ¨¢rabe del centro de reflexi¨®n brit¨¢nico Chatham House, durante una reciente conferencia online. ¡°Se trata de un proceso largo, con muchos altibajos, que tendr¨¢ un mont¨®n de desencantos. Ninguna revoluci¨®n transformadora en el mundo ha concluido en unos pocos a?os y sin reacci¨®n¡±, concurre Amirah Fern¨¢ndez.
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