?A ti te parece normal?
El sistema fiscal de la socialdemocracia tiene una funci¨®n redistributiva. Sin embargo, desde hace m¨¢s de 40 a?os la riqueza y la renta se van acumulando en un menor n¨²mero de manos
La acera que conduce a mi domicilio es bastante estrecha. Es f¨¢cil terminar en una caravana de peatones en donde nadie se atreve a adelantar. Hace unos d¨ªas, fui testigo de una conversaci¨®n inal¨¢mbrica. La mujer que me preced¨ªa gesticulaba con grandilocuencia. En un momento dado subi¨® la voz: ¡°?A ti te parece normal?¡±, preguntaba. ¡°De verdad, ?te parece normal?¡± Me sent¨ª interpelada. ?Qu¨¦ ten¨ªa que parecerme normal? Y sobre todo, ?qu¨¦ es eso de que algo nos parezca normal?
Es una pregunta cotidiana, una frase que he usado, que seguramente ustedes hayan usado tambi¨¦n, pero no por su popularidad resulta menos significativa. Tras ella esperamos un juicio que nos reafirme en nuestro criterio, que nos digan: ¡°No, no me parece normal¡±, y condenemos el comportamiento que nos hab¨ªa agraviado.
La normalidad tiene que ver con un valor extendido. En estad¨ªstica, una distribuci¨®n normal es aquella en la que la media, la moda y la mediana coinciden. Es decir, el valor que m¨¢s se repite coincide tambi¨¦n con la suma de valores dividida por la cantidad de datos, y con el n¨²mero central de un conjunto de valores colocados en orden ascendente. No ser¨ªa descabellado decir que en una distribuci¨®n normal de comportamientos, el comportamiento que m¨¢s se repite ser¨ªa la moda y los comportamientos extremos se neutralizar¨ªan unos a otros. Entonces, cuando el 90% de la poblaci¨®n espa?ola opina que el fraude fiscal est¨¢ extendido en nuestro pa¨ªs, imagino que si la mujer preguntase si a ti te parece normal que tal o cual defraude a Hacienda obtendr¨ªa una respuesta afirmativa. Entonces, ?tendr¨ªamos que dejar de condenar la evasi¨®n de impuestos por su normalidad? He hecho trampa y me han pillado. Los datos del CIS ¡ªde agosto de 2021¡ª dec¨ªan que el 90% de la poblaci¨®n opina que el fraude est¨¢ extendido, no que los encuestados lo practicasen. Ante la pregunta de si sus conocidos declaran o no sus ingresos, la mayor¨ªa responde que todos, casi todos o bastantes. ?Mentimos en las encuestas o nuestra percepci¨®n est¨¢ condicionada por los abusos de quienes m¨¢s tienen que peri¨®dicamente se van destapando?
Nos sobran motivos para creer en el fraude. Basta con conocer el constante aumento de la desigualdad. El sistema fiscal de la socialdemocracia tiene una funci¨®n redistributiva. Sin embargo, desde hace m¨¢s de 40 a?os la riqueza y la renta se van acumulando en un menor n¨²mero de manos. As¨ª lo ha vuelto a confirmar el Informe sobre desigualdad global que realiza cada cuatro a?os el Laboratorio de Desigualdad Mundial (World Inequality Lab). Este no es un problema exclusivo de Espa?a, como tampoco lo son otros comportamientos de dudosa catadura, ya sean las fiestas en pleno confinamiento o los insultos por parte de un m¨¢ximo mandatario a los periodistas, pero volvamos al tema de la desigualdad. Si en una socialdemocracia aumenta la brecha de renta y riqueza cada a?o, algo no est¨¢ funcionando como es debido. Al menos, no est¨¢ funcionando de acuerdo con los valores de justicia social que la definen. Pero claro, una cosa son las definiciones y otra es la realidad. Hace ya alg¨²n tiempo, el fil¨®sofo Antonio Valdecantos, insist¨ªa en su libro Teor¨ªa del s¨²bdito que no somos ciudadanos de distintos Estados, sino s¨²bditos del mercado. El orden secular y el orden eclesial de otros momentos hist¨®ricos, habr¨ªan dado paso al Estado y al mercado, que se presenta como heredero directo de la Iglesia. Para Valdecantos no hay ninguna posibilidad de liberarse del yugo de los poderes econ¨®micos. La ¨²nica resistencia consistir¨ªa en abandonar todo lenguaje legitimador.
M¨¢s optimistas se muestran los investigadores Luis Bauluz y Clara Mart¨ªnez-Toledano, coordinadores de riqueza del Laboratorio de Desigualdad Mundial y colaboradores de Agenda P¨²blica. Por los datos del citado informe, aseguran que las desigualdades no son inevitables. M¨¢s all¨¢ de las pol¨ªticas fiscales, los Estados que invierten m¨¢s en igualdad de oportunidades, como en educaci¨®n y salud p¨²blica, son los que mejor nota sacan en cuesti¨®n de justicia social, nos dicen, aunque no consigan frenar el aumento de la disparidad.
Que un hecho se repita lo convierte en normal, pero no en deseable o bueno. Ya sabemos que la divisi¨®n entre bueno y malo ha sido siempre cuestionable. Se us¨® para mantener otros tipos de jerarqu¨ªas, como roles de g¨¦nero o divisiones de clase, pero la normalidad y, especialmente, la anormalidad tampoco le van a la zaga. La ciencia ha condenado los casos anormales al terreno de lo monstruoso y se ha encargado de generar miedo ante todas las propuestas que se salgan de la norma. Sin embargo, lo normal es tambi¨¦n ¡ªy esto ya lo dec¨ªa Maquiavelo¡ª que de la desigualdad devenga la corrupci¨®n y se destruya la democracia. ?D¨®nde est¨¢ el punto de no retorno? ?Lo hemos atravesado ya?
Lo que venimos haciendo hasta ahora no est¨¢ funcionando para la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n. A lo mejor es el momento de pensar que lo normal no vale, que la pr¨®xima vez que nos surja la duda sobre si algo nos parece normal cambiemos el ep¨ªteto por un t¨¦rmino mucho m¨¢s exigente e incluso disparatado.
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