El verdadero rostro del enemigo
Cuando el plan est¨¢ orquestado para la destrucci¨®n, es dif¨ªcil lograr un acuerdo de paz; lo supieron Negr¨ªn y Aza?a, lo est¨¢ aprendiendo Zelenski
El 16 de noviembre de 1937, Manuel Aza?a visit¨® Madrid. Desde mayo de ese a?o estaba instalado en La Pobleta, Valencia, desde donde segu¨ªa el curso de la guerra y donde exploraba en su diario la manera de entender lo que ocurr¨ªa. Recib¨ªa visitas, escuchaba lo que le contaban, opinaba y suger¨ªa. No pod¨ªa hacer mucho m¨¢s. Las tropas franquistas hab¨ªan procurado rendir cuanto antes la capital, ese fue su primer objetivo en cuanto se produjo el golpe de Estado en julio de 1936, pero encontraron una heroica resistencia. Y fracasaron. As¨ª que insistieron en otros frentes, sobre todo en el Norte, que termin¨® de caer a finales de octubre. Aza?a fue a Madrid en coche, el d¨ªa era lluvioso, tuvieron dos pinchazos.
Madrid hab¨ªa sido bombardeada con ferocidad. A Aza?a le sorprendi¨® al recorrer la Castellana sobre todo el ¡°silencio sepulcral¡±. La ciudad ¡°parece transferida a la tiniebla eterna¡±, escribi¨®. Y tambi¨¦n: ¡°Esa quietud tenebrosa, que parece olvido, indiferencia o desd¨¦n por el destino, qu¨¦ angustias encubre. Declara la actitud de aguardar, minuto por minuto, durante un a?o, la visita de la muerte¡±.
Es esa misma visita la que esperan estos d¨ªas quienes resisten en Ucrania al ej¨¦rcito ruso. Todas las guerras son distintas, pero su m¨²sica de fondo siempre est¨¢ empapada de calamidad y dolor, y est¨¢ llena de esa angustia que va cubriendo cada resquicio y que se alimenta de un desgarro intolerable: ?por qu¨¦ esa violencia que rompe de pronto el curso de las cosas y abre las puertas del infierno? ?Con qu¨¦ derecho puede alguien pretender quebrar a una sociedad entera para colmar sus aspiraciones de poder? Frente a la brutalidad del mat¨®n solo cabe defenderse, por limitadas que sean las propias fuerzas y por suicida que sea el tr¨¢gico gesto de afirmar la libertad ante un enemigo superior.
Aza?a visit¨® Madrid en noviembre de 1937 y la destrucci¨®n que encontr¨® reforz¨® su convicci¨®n de que hab¨ªa que buscar la paz, que la Rep¨²blica no pod¨ªa ganar la guerra con las fuerzas que ten¨ªa. Unos meses despu¨¦s, en mayo de 1938, recogi¨® en su diario una larga conversaci¨®n con Juan Negr¨ªn, el jefe de Gobierno, el responsable de seguir manteniendo vivo el af¨¢n de detener al enemigo, cada vez m¨¢s poderoso gracias a la constante ayuda de la Italia fascista y la Alemania nazi. Aza?a cre¨ªa que todo estaba perdido, que no bastaba esa ¡°fe indispensable en la victoria¡± que reclamaba Negr¨ªn. Fue duro: ¡°Le pedir¨¢n cuentas los vivos, en nombre de los que mueren sin necesidad¡±. Negr¨ªn le respondi¨®: ¡°Yo creo que podemos ganar. Adem¨¢s, no se puede hacer otra cosa¡±.
Kiev ha resistido, y las tropas de Putin se concentran en otros frentes. Mariupol muestra el verdadero rostro de un enemigo que no se va a detener y que no tiene el menor inter¨¦s en buscar un acuerdo de paz. Negr¨ªn y Aza?a, aunque no fuera tarea suya, buscaron ese acuerdo durante aquella guerra de hace muchos a?os para frenar esa cat¨¢strofe, y encontrar una salida. No fue posible, Franco ten¨ªa otro plan. ¡°Adem¨¢s, no se puede hacer otra cosa¡±, dijo Negr¨ªn. Cierto: ten¨ªan que seguir peleando, por lo menos hasta que se disipara la ¨²ltima esperanza: que las democracias europeas ayudaran por fin a la Rep¨²blica espa?ola frente al avance de un proyecto totalitario. No lo hicieron. Ojal¨¢ que no le ocurra lo mismo a Volod¨ªmir Zelenski ahora que las cosas pueden ir a peor.
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