Evitar el infantilismo y la victimizaci¨®n de ERC
Presentar la raz¨®n de Estado como algo imp¨²dico, como hace Esquerra, no nos hace m¨¢s libres, sino m¨¢s ingenuos
La pol¨ªtica es peligrosamente entretenida y, a veces, curiosa. Como lo es que quienes instrumentalizaron la democracia reduci¨¦ndola al simbolismo de las urnas sin ley y desde?ando bastante abiertamente las normas constitucionales b¨¢sicas, se muestren ahora como valientes defensores del Estado de derecho. Me refiero, claro, a ERC, que habita las c¨®modas nubes de un argumentario victimista, admit¨¢moslo, bastante autocomplaciente, como toda fantas¨ªa infantil. Por lo visto, era posible estar contra el Estado, pero a favor de la democracia, aunque nadie sepa a¨²n de democracia alguna que sobreviva fuera de organizaciones estatales. Su novedoso inter¨¦s por el, ahora s¨ª, necesario Estado de derecho viene del caso Pegasus y la, admit¨¢moslo tambi¨¦n, bastante seria vulneraci¨®n de derechos fundamentales a cuenta del espionaje. Y es curioso que, al final, lo que distingue el caso Pegasus polaco o h¨²ngaro del espa?ol sea la legalidad del procedimiento, garant¨ªa de los derechos que sustentan la democracia.
Debe investigarse la cobertura judicial de las escuchas y cu¨¢ndo pudieron producirse, porque eso es, precisamente, lo que nos hace diferentes: Espa?a no es una dictadura electoral. M¨¢s all¨¢ de los comicios, la democracia es un sistema donde los derechos de las minor¨ªas est¨¢n protegidos a pesar de las mayor¨ªas, donde la prensa libre y plural puede criticar al gobierno de turno y donde hay un conjunto de instituciones democr¨¢ticas al servicio del inter¨¦s general, sin que su legitimidad proceda de la peri¨®dica unci¨®n electoral. La raz¨®n de Estado explica el resto. M¨¢s all¨¢ del chascarillo del pol¨ªtico tertuliano, frivolizando sobre temas que desconoce, los ciudadanos sabemos que los Estados no se gobiernan con un rosario o una rosa en la mano; que, a veces, en aras del fin m¨¢s alto de la propia supervivencia de la comunidad pol¨ªtica democr¨¢tica se produce una suerte de colisi¨®n entre las normas sagradas que el propio Estado protege y se compromete a respetar. Es el dilema cl¨¢sico del deber del gobernante, que la democracia matiza, pero no resuelve del todo porque no es posible.
Presentar la raz¨®n de Estado como algo imp¨²dico, como hace Esquerra, no nos hace m¨¢s libres, sino m¨¢s ingenuos. Evitemos caer en la tentadora moralizaci¨®n superficial con la que tantos pretenden hacernos razonar sobre la pol¨ªtica. Si entendemos la dificultad de los dilemas, alternativas y tensiones que plagan la vida, ?no habr¨ªamos de resistirnos con m¨¢s raz¨®n a aplicar razonamientos facilones ante situaciones pol¨ªticas igualmente complejas? Sabemos, gracias a Bildu, que se puede estar en contra de la guerra, el env¨ªo de armas a Ucrania y la existencia misma de los ej¨¦rcitos y no condenar el terrorismo. Tal es la naturaleza ladina de la fuerza pol¨ªtica que ha apoyado el decreto sobre medidas contra el impacto de la guerra. Porque en el fondo, el problema es la debilidad parlamentaria del Gobierno, y el temor a todo lo que parece dispuesto a renunciar para superarla.
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