El delito de comer carne y tener hijos
No es de recibo que en los pa¨ªses ricos el protagonismo, la atenci¨®n y el gasto destinado a las mascotas hayan llegado a un nivel tal que resulta insultante ante las desigualdades y la pobreza del mundo
No es la primera vez que escucho ¡°prefiero a mi perro que a las personas¡±, o alguna de sus variantes: ¡°Me entiendo mejor con los animales¡±; ¡°son m¨¢s leales que los hombres¡±¡ seguro que t¨² tambi¨¦n habr¨¢s o¨ªdo algo parecido. Yo, adem¨¢s, ¨²ltimamente he visto esa defensa de las mascotas en dos pol¨ªticas conocidas. Una Marine Le Pen, quien en un intento ¡ªbastante satisfactorio, dir¨ªa¡ª de dulcificar su imagen trat¨® ¡ªgatos mediante¡ª de llegar al El¨ªseo. Hasta tal punto jug¨® su baza animalista ¡ª¡±mam¨¢ gatos¡± se llama a s¨ª misma¡ª, que la frase pouvoir d¡¯achat et pouvoir de chat, poder adquisitivo y poder de los gatos, form¨® parte de su campa?a de mano de analistas pol¨ªticos. No andaba desencaminada la pol¨ªtica ultraderechista, ser amante de los animales dom¨¦sticos da votos. La otra ha sido Cristina Cifuentes, quien en un reciente programa de televisi¨®n afirmaba, sin ni una pizca de iron¨ªa: ¡°Tengo dos hijos humanos y tres hijos gatitos. Y en la cartilla del veterinario est¨¢n con apellidos, por supuesto. Son Aguilar Cifuentes¡±.
Poco importa, pens¨¦, recordando a John Berger en ?Por qu¨¦ miramos a los animales?, que ¡°el animal de compa?¨ªa est¨¢ o esterilizado o sexualmente aislado, extremadamente limitado en sus ejercicios, privado del contacto con casi todos los dem¨¢s animales y alimentado con alimentos artificiales¡±. El caso es que nos sintamos a gusto los humanos.
Respir¨¦ hondo y supuse que cualquier d¨ªa Cifuentes pedir¨¢ reducciones por familia numerosa, y Le Pen rentabilizar¨¢ de nuevo sus gatos en redes sociales en las pr¨®ximas elecciones. Primero sonre¨ª, igual no es tan grave, me dije. En el fondo, en todas las culturas, y en todos los tiempos, los humanos han tenido animales de compa?¨ªa. Y borr¨¦ mi sonrisa, porque lo significativo es que nunca ha habido tantos animales de compa?¨ªa como en las ciudades de los pa¨ªses ricos y que nunca, hasta ahora, les hemos dado estatus de personas.
Me acord¨¦ entonces de que, en 2020, los psic¨®logos de la Georgia Regents University iniciaron un estudio con 573 personas. Se les pregunt¨® a qui¨¦n elegir¨ªan salvar, si a un perro o a una persona, si un autob¨²s los fuera a atropellar y solo pudieran salvar uno. El 40% de los encuestados prefiri¨® salvar al perro¡ si este fuese su mascota. A?os antes, en 2015, la organizaci¨®n m¨¦dica Harrison¡¯s Fund, extra?ada de que fundaciones de mascotas consegu¨ªan m¨¢s ayudas solidarias que ellos, decidi¨® hacer una propaganda con la foto de un perro y otro anuncio ¡ªid¨¦ntico¡ª con la foto del ni?o que da nombre a la Fundaci¨®n y que sufre una distrofia muscular, ambos con el texto: ¡°?Dar¨ªas 5 libras para salvar a Harrison de una muerte lenta y dolorosa?¡±. ?Conclusi¨®n? Los lectores pincharon en el anuncio del perro dos veces m¨¢s que en el que mostraba al ni?o.
La deriva es preocupante. Y no, no es patrimonio de la derecha, desde la izquierda en el anteproyecto de la ley de derechos y bienestar animal se habla del derecho animal a contar con un alojamiento que le proteja de las inclemencias del tiempo, aunque los humanos del piso de arriba no puedan pagar la calefacci¨®n; de no exponerlos con fines comerciales, es decir, lo que se hace con un ni?o en un anuncio de pa?ales; o que para que vaya a una romer¨ªa deber¨¢ haber un veterinario, aunque no haya m¨¦dicos en los centros escolares.
Y de considerar a los animales parte de la familia, saltamos, como era esperable, a la comida. En realidad a ¡°no com¨¦rnoslos¡±. ¡°No se puede amar a los animales y com¨¦rtelos¡±, ser¨ªa el mantra, o comamos m¨¢s verdura y menos ternera, obviando el hecho de que al precio que est¨¢ muchas familias no pueden comerla porque no pueden pagarla. Y eso sin olvidar que la agricultura empobrece y desertiza la tierra y que tambi¨¦n se matan animales con el cultivo extensivo¡
Y no, no voy a acabar con aquello tan manido de que Hitler era vegetariano y amaba a su docena de perros pastor, raza criada ex profeso para encarnar las virtudes de la ideolog¨ªa nacionalista, al tiempo que daba ¨®rdenes de quemar en los hornos a millones de ni?os y adultos retenidos en campos de exterminio. Ni tampoco recordar¨¦ que la primera ley de protecci¨®n de los animales salvajes y dom¨¦sticos se debe al III Reich. Acabar¨¦ con Marinetti, el poeta, escritor e ide¨®logo fascista, y fundador del movimiento futurista, quien aconsejaba a los j¨®venes encari?arse con los animales¡ para no tener que hacerlo con las mujeres.
As¨ª, cada vez que me reprendan por no considerar a los animales como personas, les recordar¨¦ que no es de recibo que en los pa¨ªses ricos el protagonismo, la atenci¨®n y el gasto destinado a las mascotas haya llegado a un nivel tal que resulta insultante ante las desigualdades y la pobreza del mundo. ?Os acord¨¢is de cuando el socialismo iba de perseguir una revoluci¨®n mundial del proletariado y no de odiar a gente por comer carne y preferir tener hijos en lugar de gatos? Yo casi que tampoco.
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