Necesidad y peligro de la reforma de la UE
El bloque avanza hacia un proceso de enmienda de los Tratados que entra?a la promesa de un perfil m¨¢s adecuado a la ¨¦poca y la amenaza de catalizar rechazo
La historia contempor¨¢nea y la vida moderna fluyen como un r¨ªo tumultuoso, con velocidad inaudita. Instituciones pol¨ªticas, empresas, ciudadanos se dedican en gran medida a quedarse a flote como pueden, a evitar estrellarse contra rocas en medio de la corriente impetuosa. Los gobernantes capean el oleaje incesante, los profesionales hiperconectados se olvidan de vivir como si de su trabajo dependiera la salvaci¨®n de la humanidad, mientras otros muchos ciudadanos deben hacerlo con la agitaci¨®n de la escasez de medios y de la precariedad. Todos arrastrados por la corriente. No es un tiempo muy propicio para la profundidad, la concentraci¨®n, la reflexi¨®n, para la hondura f¨¦rtil de la que brotan grandes frutos y grandes goces. Por ello, es especialmente apreciable que la Uni¨®n Europea s¨ª est¨¦ intentando un gran ejercicio de reflexi¨®n sobre s¨ª misma.
El pr¨®ximo lunes se clausura la Conferencia sobre el Futuro de Europa, un proceso de escucha ciudadana meritorio, aunque no haya cobrado un gran protagonismo durante su desarrollo. Las propuestas que emanan de esa iniciativa son el punto de partida de un proyecto de reforma de los Tratados de la UE que cobra creciente impulso. Esta semana, el Parlamento Europeo ha aprobado una resoluci¨®n que aboga por que se proceda a ello con la constituci¨®n de una Convenci¨®n.
El proceso tiene mucho sentido. La UE es la mejor plataforma de la que disponen los europeos para abordar los crecientes problemas globales, y es necesario adecuar la capacidad de respuesta com¨²n a los nuevos retos, a los malestares de la sociedad. A la vez, es un movimiento arriesgado, por los peligros de una iniciativa que requiere complicadas ratificaciones nacionales en un panorama repleto de fuerzas hostiles al proyecto europeo, incluso en puestos de mando. Son notorios intentos reformistas del pasado mal gestionados que acabaron provocando nefastos contragolpes. Ello no significa que haya que renunciar, pero s¨ª que es imprescindible un manejo muy ponderado de la iniciativa desde la conciencia plena de la fuerza del rechazo.
Dos episodios de esta semana ilustran bien los t¨¦rminos de la pugna pol¨ªtica que afrontamos: un discurso pronunciado por el presidente del Gobierno italiano, Mario Draghi, en el Parlamento Europeo y la conformaci¨®n en Francia de un frente izquierdista (y al que se ha sumado el Partido Socialista franc¨¦s) que plantea una reformulaci¨®n radical de la UE, con tintes soberanistas, con disposici¨®n a no respetar reglas y, en definitiva, muy alejada de las ¨¢reas de consenso que la construyeron.
Draghi iz¨® en el pleno parlamentario la palabra anatema para los nacionalpopulistas de distinto pelaje: federalismo. ¡°Las instituciones construidas por nuestros antecesores en d¨¦cadas pasadas han servido bien a los ciudadanos europeos, pero son inadecuadas para la realidad que afrontamos hoy¡ Necesitamos federalismo pragm¨¢tico, que abarque todas las ¨¢reas afectadas por las transformaciones que est¨¢n ocurriendo¡ No solo necesitamos federalismo pragm¨¢tico, sino tambi¨¦n un federalismo basado en valores. Si esto significa embarcarse en un rumbo que conduce a la revisi¨®n de los Tratados, esto debe afrontarse con coraje y confianza¡±, dijo. El vocablo toca un nervio muy profundo, y en algunos pa¨ªses hay europe¨ªstas convencidos que tienden a evitarla porque genera fuerte rechazo.
Ese concepto es una bandera, y probablemente es preciso enarbolarla aunque acarree un coste. Pero, en cualquier caso, el ejemplo sirve para ilustrar que en la larga campa?a que parece abrirse habr¨¢ que ponderar bien no solo cuestiones sustanciales, sino tambi¨¦n dilemas ret¨®ricos.
En la sustancia, Draghi apunt¨® amplios caminos de reforma: superar el principio de unanimidad en pol¨ªtica exterior; una pol¨ªtica de defensa m¨¢s integrada que empiece por una racionalizaci¨®n de las inversiones (a cuyo fin sugiri¨® convocar una conferencia espec¨ªfica); el uso del mecanismo SURE (activado en la pandemia para sostener el empleo) para respaldar medidas que mitiguen los efectos de las tarifas energ¨¦ticas desbocadas; la utilizaci¨®n del modelo de endeudamiento com¨²n del Next Generation para inversiones de largo plazo en defensa, energ¨ªa, seguridad alimentaria e industrial; dar nuevo impulso a la ampliaci¨®n.
La Conferencia para el Futuro, por su parte, ha aprobado 49 propuestas, que incluyen unas 300 medidas en nueve ¨¢reas diferentes.
Algunas de estas propuestas requieren una reforma de los Tratados; otras, no. En todo el espectro habr¨¢ que lidiar con posicionamientos radicales de Gobiernos (Hungr¨ªa, Polonia), de formaciones de ultraderecha, pero tambi¨¦n de una izquierda con leg¨ªtimos anhelos de reforma, y m¨¢s dudosamente leg¨ªtima disposici¨®n a incumplir normas. El proceso de reforma es oportuno, e incluso necesario. Es sano que las instituciones y las personas se rebelen a la dictadura de la corriente que arrastra y emprendan grandes ejercicios de reconsideraci¨®n. En el caso de la UE, hay que cuidar que no se convierta en un catalizador de rechazo, como ocurri¨® con los referendos de Francia y Holanda (2005) e Irlanda (2008).
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