Irlanda del Norte: de la consociaci¨®n a la conciliaci¨®n
La sociedad norirlandesa est¨¢ haciendo su propio viaje hacia un futuro menos sectario desde el punto de vista social, m¨¢s secularizado en lo religioso, y que ha dejado de estar obsesionado por el estatus pol¨ªtico
Hasta la madrugada del domingo no hemos conocido el resultado final de las elecciones celebradas en Irlanda del Norte el pasado jueves. La lentitud del escrutinio se debe al llamado sistema de voto ¨²nico transferible que ordena sucesivas preferencias y oblig¨® a contar hasta 13 veces en alguna mesa, aunque puede servir como met¨¢fora del resultado mismo y la conveniencia de evitar conclusiones apresuradas sobre un supuesto se¨ªsmo pol¨ªtico que fuera a precipitar una inminente unificaci¨®n de la isla. S¨ª, la victoria del Sinn F¨¦in tiene relevancia hist¨®rica y los partidos unionistas contin¨²an su declive gradual (algo menos del 45% de apoyo cuando en los a?os setenta superaban el 70%), pero siguen estando por delante de los nacionalistas (que rondan el 40%) sin que haya cambiado el equilibrio relativo entre bandos con respecto a 2017. De hecho, ambos pierden ahora el mismo n¨²mero de parlamentarios y un reciente sondeo que preguntaba sobre una hipot¨¦tica ruptura con el Reino Unido conclu¨ªa que solo un tercio la desea. No se espera en el corto o medio plazo, por tanto, ning¨²n refer¨¦ndum en ese sentido.
En las pr¨®ximas semanas la atenci¨®n se centrar¨¢ en dos cuestiones m¨¢s o menos coyunturales. Primero, si el derrotado DUP acepta ser el segundo de la coalici¨®n con una primera ministra republicana o si prefiere boicotear la formaci¨®n de gobierno para que quede vacante y la provincia se administre desde Londres. Y, en segundo lugar, tambi¨¦n en clave de pol¨ªtica brit¨¢nica y de relaciones con la Uni¨®n Europea, c¨®mo digiere Boris Johnson que las urnas no hayan rechazado la aplicaci¨®n del controvertido Protocolo acordado con Bruselas, que opta por realizar los controles aduaneros post-Brexit en el mar que separa a Gran Breta?a de la provincia evitando as¨ª que hubiera nada parecido a una frontera f¨ªsica entre esta y el resto de Irlanda.
No obstante, la lectura m¨¢s trascendental que puede hacerse de este proceso electoral apunta a la superaci¨®n a largo plazo de los odios entre cat¨®licos y protestantes que tanto han marcado la historia de esta esquina del viejo continente. Un progreso lento, como el recuento de papeletas realizado en estos d¨ªas, y sometido todav¨ªa a enormes desaf¨ªos, pero n¨ªtido. El ¨²nico partido que avanza ha sido Alianza; una formaci¨®n europe¨ªsta y liberal que hace a?os abandon¨® expresamente el unionismo y tiene como principal punto de su programa la reivindicaci¨®n de la concordia. Acaba de doblar esca?os y ya est¨¢ en el 20% de la Asamblea de Stormont.
Como es sabido, el Acuerdo del Viernes Santo, que pronto cumplir¨¢ su 25 aniversario, constituye la piedra angular sobre la que se ha ido construyendo el fin de la violencia. Adem¨¢s de regular la entrega de armas por parte del IRA y de los paramilitares protestantes, estableci¨® una gobernanza consociacional, o de consenso obligado, que solo permite ejercer la autonom¨ªa si los antiguos enemigos irreconciliables consienten compartir el poder, hasta el punto de que las diferentes carteras ministeriales se asignan conforme al m¨¦todo D¡¯Hondt a partir de sus representantes electos. Aquel pacto fue posible porque en 1998 tanto unionistas como nacionalistas estaban liderados por sendos partidos moderados y porque, adem¨¢s, Reino Unido e Irlanda pertenec¨ªan entonces a la UE.
Ninguno de esos dos factores facilitadores ha resistido el paso del tiempo. En las segundas elecciones celebradas tras el Viernes Santo, el DUP ¡ªentonces dirigido por el reverendo ultra Ian Paisley¡ª adelant¨® al centrista Partido Unionista del Ulster mientras el Sinn F¨¦in, cuyos l¨ªderes acababan de quitarse el pasamonta?as, hac¨ªa lo propio en el otro lado superando al Partido Socialdem¨®crata y Laborista. Aquel doble sorpasso que dio el protagonismo a las respectivas versiones radicales de ambos bandos llev¨® a un largo bloqueo hasta que en 2006 extenuantes conversaciones convencieron a Paisley de tener como viceprimer ministro al exconvicto terrorista republicano Martin McGuinness. Una estupenda pel¨ªcula, The Journey, narra el viaje f¨ªsico y mental de ambos l¨ªderes hasta alcanzar aquella proeza.
En los ¨²ltimos 15 a?os no ha sido nada f¨¢cil esa coexistencia entre polos extremos y el Brexit ha agudizado turbulencias, haciendo cada vez m¨¢s dif¨ªcil la formaci¨®n de gobiernos en aplicaci¨®n de la soluci¨®n consociacional. Si en su d¨ªa sirvi¨® como mal menor, hoy tiende m¨¢s bien a subrayar el pasado ¡ªla divisi¨®n a partir de l¨ªneas etnoreligiosas¡ª y a propiciar ejecutivos ef¨ªmeros que obligan a frecuentes suspensiones del autogobierno. En cualquier caso, con independencia del debate sobre si conviene o no superar ese sistema, capas cada vez m¨¢s grandes de la sociedad norirlandesa est¨¢n haciendo su propio viaje hacia un futuro menos sectario desde el punto de vista social, m¨¢s secularizado desde el religioso y que ha dejado de estar obsesionado por el futuro estatus pol¨ªtico. El ¨¦xito de Alianza, que es reveladoramente el partido mayoritario entre las mujeres, se une a una progresiva moderaci¨®n y feminizaci¨®n de dirigentes en el resto de partidos (incluyendo a la anterior primera ministra unionista Arlene Foster y a la nacionalista Michelle O¡¯Neill que aspira ahora a ser investida como tal). El gran reto es saber culminar ese proceso de reconciliaci¨®n, y hacerlo en el contexto cada vez m¨¢s polarizado en que juega hoy la pol¨ªtica brit¨¢nica y la mayor parte de las democracias occidentales. Nadie habr¨ªa pronosticado en mayo de 1972, a las pocas semanas del terrible Bloody Sunday, que la competici¨®n centr¨ªpeta iba a ser la principal tendencia que marcar¨ªa Irlanda del Norte justo medio siglo despu¨¦s.
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