Los riesgos de la memoria y los l¨ªmites de la concordia
La Transici¨®n no puede entenderse sin atender a historias locales que demuestran que tanto quienes la idealizan como quienes la demonizan se equivocan
En memoria de mi madre, Susa Fern¨¢ndez Boyano
Este a?o se cumple el octog¨¦simo aniversario de la publicaci¨®n de La familia de Pascual Duarte. Con esta c¨¦lebre novela ambientada en Torremej¨ªa (Badajoz), Camilo Jos¨¦ Cela inaugur¨® el g¨¦nero tremendista, pero se olvid¨® de algo realmente tremendo. En esta localidad no hubo violencia revolucionaria en la Guerra Civil; los ¨²nicos actos represivos los protagonizaron los franquistas, y sus v¨ªctimas fueron enterradas en una fosa com¨²n sin identificar que la gente hollaba al pasar, lo que perpetu¨® el sufrimiento de los familiares durante d¨¦cadas. Poco podr¨ªa haber anticipado Cela que este ¡°pueblo perdido por la provincia de Badajoz (¡), agachado sobre una carretera lisa y larga como un d¨ªa sin pan¡±, saltar¨ªa a la prensa nacional en 1980 y llegar¨ªa al Congreso de los Diputados de la mano de Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s.
Uno de los primeros recuerdos de infancia del torremejiense Antonio Ben¨ªtez es el de un grupo de personas agolpadas a la puerta de su casa en ruidosa protesta porque unos guardias civiles ven¨ªan a llevarse una de las dos vacas que ten¨ªan sus padres, la mitad de su ¨²nico patrimonio. ?l ten¨ªa solo cuatro a?os, as¨ª que tard¨® en comprender lo sucedido. Su padre, Benito Ben¨ªtez, alcalde de la ORT elegido en Torremej¨ªa tras los primeros comicios municipales de la democracia, nada m¨¢s asumir su cargo se hizo eco de la demanda que le plantearon los familiares de los fusilados y decidi¨® poner fin a la ignominia.
Benito present¨® una iniciativa al pleno municipal. Seg¨²n se recoge en el acta, ¡°se inform¨® a la corporaci¨®n sobre el proyecto de construc?ci¨®n de una tumba comunal, para recoger los restos de vecinos que murieron por acci¨®n violenta durante la pasada Guerra Civil espa?ola de 1936/39, mostrando todos su conformidad¡±. Entre el 16 y el 17 de agosto de 1979, allegados de las v¨ªctimas y algunos trabajadores del empleo comunitario ¡ªdise?ado para paliar el paro agr¨ªcola¡ª acudieron a la fosa ubicada en el antiguo camposanto, sacaron los restos que all¨ª hab¨ªa y los llevaron en sacos al nuevo cementerio. All¨ª se erigi¨® un gran mausoleo conmemorativo donde se pod¨ªa leer el nombre de 33 v¨ªctimas y la siguiente inscripci¨®n: ¡°A las 15 horas del d¨ªa 14 de septiembre de 1936 fueron fusilados por el fascismo¡±.
Ese d¨ªa se congregaron muchas personas; incluso acudieron emigrantes que hac¨ªa tiempo que viv¨ªan fuera del pueblo. En el acto s¨®lo hablaron el alcalde y Jos¨¦ ?ngel Calle, dirigente de la ORT y concejal por M¨¦rida, quien afirm¨® que las personas cuyos restos acababan de ser trasladados hab¨ªan sido asesinadas defen?diendo la libertad y la democracia. Este discurso, grabado en secreto por la Guardia Civil, pues en aquel entonces estos actos de homenaje se consideraban potenciales problemas de orden p¨²blico, le vali¨® una denuncia al concejal, aunque la causa finalmente fue sobrese¨ªda.
A pesar de que, como figura en el acta municipal, nadie se opuso a la exhumaci¨®n, un concejal de la UCD, m¨¦dico y jefe local de Sanidad, envi¨® un escrito al gobernador civil de Badajoz inform¨¢ndole de que se hab¨ªan exhumado los restos sin pedir los permisos que eran preceptivos. Poco importaba que hubieran transcurrido m¨¢s de 40 a?os desde los hechos. Aunque sab¨ªan que Benito ten¨ªa el respaldo del Ayuntamiento y les constaba que desconoc¨ªa la legislaci¨®n de polic¨ªa sanitaria mortuoria, tanto el concejal como el gobernador civil interpusieron sendas denuncias. Al final, el juez de instrucci¨®n dict¨® un auto de procesamiento contra Benito impu?t¨¢ndole un delito contra la salud p¨²blica por traslado de restos cadav¨¦ricos sin autorizaci¨®n, y otro por malversaci¨®n de caudales p¨²blicos, ya que hab¨ªa pedido a obreros del empleo comunitario que ayudaran a los familiares a desenterrar los restos. El auto exig¨ªa al alcalde una fianza de 50.000 pesetas. Al no disponer de dicha cantidad ¡ªni siquiera ten¨ªa vivienda en propiedad¡ª, le embargaron una de sus dos vacas y estuvo en libertad provisional hasta la sentencia. Tal como nos han contado los familiares del alcalde, y los abogados que la ORT puso a su disposici¨®n, el proceso judicial supuso para la familia Ben¨ªtez un aut¨¦ntico calvario.
Cuando trascendi¨® lo de la vaca, se arm¨® un gran revuelo medi¨¢tico, y Bandr¨¦s escribi¨® al presidente del Congreso de los Diputados interpelando al Gobierno para que el ministerio fiscal retirase de la acusaci¨®n. Al final, el juez le absolvi¨® de ambos delitos, no sin antes afearle, lo que indign¨® a los presentes, que hubiera contado a los medios el embargo de la vaca. El magistrado debi¨® de sentirse avergonzado por el rid¨ªculo en que hab¨ªa incurrido el sistema judicial y por lo absurdo que era tener sentado en el banquillo a alguien que, obrando de buena fe y con el permiso de la Corporaci¨®n, se hab¨ªa limitado a actuar a instancias de los familiares de las v¨ªctimas. La presi¨®n del ambiente debi¨® de resultar abrumadora e influir en el veredicto, pues muchas personas del pueblo se desplazaron a Badajoz, y los testigos recuerdan la profunda impresi¨®n que les caus¨® ver la sala plagada de mujeres vestidas de luto riguroso, las mismas que, tras hacer una colecta, hab¨ªan conseguido desembargar la vaca y devolv¨¦rsela al alcalde.
La Transici¨®n no puede entenderse sin prestar atenci¨®n a estas microhistorias, ya que ponen de relieve tanto las posibilidades como las limitaciones de aquella apasionante y delicada etapa de cambio pol¨ªtico. La ¡°libertad sin ira¡± se fue aprendiendo poco a poco y el protagonismo no fue s¨®lo de las ¨¦lites, sino que en buena medida correspondi¨® a la ciudadan¨ªa.
Personas de condici¨®n humilde pugnaban por hacer o¨ªr su voz silenciada ¡ªcuando no fuertemente reprimida¡ª durante d¨¦cadas y consiguieron tensar las costuras del estrecho traje heredado e incluso colar entre sus hilos iniciativas de reparaci¨®n tan audaces como las de los pioneros de la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. Al mismo tiempo, actores e instituciones que hab¨ªan gozado de posiciones de privilegio se resist¨ªan a asumir la democratizaci¨®n del poder ¡ªpodemos imaginar la impresi¨®n que caus¨® en un pueblo tradicionalmente sometido al caciquismo que una persona de condici¨®n humilde y militante de la ORT ocupara la alcald¨ªa¡ª y a poner en marcha las nuevas normas y procedimientos democr¨¢ticos ¡ªsorprende que el procesado tuviera que reflejar por escrito la parroquia en la que hab¨ªa sido bautizado y si pertenec¨ªa o no a la Falange, puesto que indagar en estas cuestiones chocaba con la Constituci¨®n, ya vigente¡ª.
Estas historias locales demuestran que tanto quienes idealizan la Transici¨®n como quienes la demonizan se equivocan. Los periodos de cambio pol¨ªtico est¨¢n plagados de incertidumbre y no se pueden juzgar de forma simplificada. Unas puertas se abren y otras se mantienen cerradas durante mucho tiempo, con frecuencia demasiado. Cuando no se ha derrocado al r¨¦gimen precedente hay que sopesar muy bien los riesgos de las acciones que se emprenden, porque muchos de quienes han disfrutado durante d¨¦cadas del poder suelen tener la tentaci¨®n ¡ªy a veces los medios¡ª de abortar el proceso. Algo bien distinto es lo que cabe exigir a quienes, una vez estabilizada la democracia, deciden no emprender determinadas reformas o no reparar a las v¨ªctimas del r¨¦gimen anterior.
En el antiguo emplazamiento del cementerio de Torremej¨ªa hoy existe un parque denominado Jardines de la Paz. En el quincuag¨¦simo aniversario de la publicaci¨®n de La familia de Pascual Duarte, Cela inaugur¨® all¨ª una placa firmada por ¨¦l que reza: ¡°Pido a los clementes dioses que gobiernan el mundo que el futuro de paz y concordia entre los hombres haya llegado ya¡±. Espa?a, sin embargo, sigue regada de fosas comunes y todav¨ªa existen formaciones pol¨ªticas que se resisten a que el Estado asuma la responsabilidad de buscar, exhumar e identificar a las v¨ªctimas que, m¨¢s de 80 a?os despu¨¦s, yacen en ellas. La pretensi¨®n de dejar sin presupuesto y cobertura legal las muchas exhumaciones a¨²n pendientes no parece casar bien con esa idea de concordia que algunos se empe?an en agitar como bandera frente a la memoria, que, por cierto, siempre es plural y debe ser democr¨¢tica e inclusiva.
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