Hazme una autocr¨ªtica
En una democracia libre, el arrepentimiento es irrelevante. Los cr¨ªmenes graves ya se castigan en los tribunales, se arrepienta o no el criminal
De todas las formas de escarnio, la autocr¨ªtica es la m¨¢s perversa, pues bendice el fervor de los justicieros. Como en el sacramento cat¨®lico, uno desagua sus remordimientos por la celos¨ªa y obtiene a cambio una penitencia y un perd¨®n. El prop¨®sito es volver al reba?o puro y libre de cargas. La autocr¨ªtica tiene mucho prestigio en este mundo neorreligioso donde la virtud solo puede ser presuntuosa y p¨²blica. Tras el pase¨ªllo em¨¦rito por Sanxenxo, le ha tocado turno de confesi¨®n a los periodistas veteranos que participaron de la omert¨¤ mon¨¢rquica, pero la semana que viene les tocar¨¢ a otros. Todos tendremos nuestra oportunidad de arrepentirnos, pues el esp¨ªritu de los tiempos lo reclama y no hay d¨ªa en que no se exija a alguien que pida perd¨®n.
Carlos Alsina le pregunt¨® a Rajoy hace meses si hac¨ªa autocr¨ªtica. ¡°Bastante me critican los dem¨¢s, como para autocriticarme yo¡±, respondi¨®. Lo dijo mientras promocionaba un libro, que es, tras el ritual cat¨®lico, la forma de confesi¨®n m¨¢s socorrida: si uno no tiene nada de lo que lamentarse, ?para qu¨¦ escribir? El arrepentimiento solo me interesa como g¨¦nero literario, pues exige renunciar al perd¨®n. Cuando uno escribe que ha sido un miserable, tan solo constata que ha vivido: quien se mira al espejo y no ve a un gilipollas no se ha enterado de nada. Se confiesa para uno mismo ¡ªporque los libros monologan, el lector es un cotilla que acude luego¡ª, y no espera que nadie le abrace.
La autocr¨ªtica contempor¨¢nea, en cambio, es una forma de hipocres¨ªa. O socializa una culpa privada (fueron las circunstancias, el mundo me hizo as¨ª, todos los dem¨¢s tambi¨¦n lo hac¨ªan¡) o vierte la porquer¨ªa sobre la v¨ªctima. Pedir perd¨®n puede ser tambi¨¦n una forma de chantaje: si el agraviado no acepta las disculpas del victimario, es un resentido, como si aquel no tuviera derecho a vivir amarrado a un rencor, como en el tango de Gardel.
La ¨²nica confesi¨®n digna es la que no pide nada, ni siquiera perd¨®n. En una democracia libre, el arrepentimiento es irrelevante. Los cr¨ªmenes graves ya se castigan en los tribunales, se arrepienta o no el criminal, y lo que no es un crimen queda en la conciencia de cada uno. Convivir no exige concordia, no hace falta que nos abracemos para vivir juntos en un pa¨ªs en paz. Ni siquiera tenemos que caernos bien. Basta con que nos reconozcamos el derecho a existir. Todo lo dem¨¢s es una cuesti¨®n de gustos literarios.
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