P¨¢ginas de un parque
Vuelve el Poeta may¨²sculo en el silencio de sus pasos por las espaldas de las casetas y recoge al vuelo rimas ajenas, quejas del consumo y el ardiente fervor de los lectores que hacen fila para firma de las grandes firmas
Por un sendero del Retiro camina un poeta an¨®nimo, ¨²nico lector de sus propios versos que ¨Ca?o con a?o¡ªbordea la ancha avenida de las casetas para celebrar en silencio la multidiversidad bibliogr¨¢fica que no lo incluye. A doscientos metros de follaje ha de cruzarse sin saberlo con una futura novelista que ser¨¢ eterna finalista de todos los premios para incautos; a¨²n ni?a en carriola, la futura autora lleva en las pupilas las primeras s¨ªlabas silentes de una historia que empieza en gerundio y su abuelo guarda en un armario el voluminoso libro de ensayos que jam¨¢s ha de publicar, aunque piensa ¨Cdiscretamente¡ªdejarlo ¡°olvidado¡± en una de las casetas m¨¢s socorridas de esta tradicional Feria del Libro en Madrid¡ el a?o entrante.
Al cumplirse cien d¨ªas de la invasi¨®n de Ucrania, una anciana propone un minuto de silencio a las aves de colores que revolotean sobre un Palacio de Cristal para volver al paseo de la feria con la conciencia tranquila y apoyado en un tronco se desliza lentamente un cuento suelto, un relato corto que se ha escapado de un libro empastado en tela verde. Es un cuento perfecto que quer¨ªa andarse por las ramas y pretende memorizarse en tres o cuatro idiomas para honra de la vera Literatura con may¨²scula y en la papelera que antiguamente bordeaba el estanque (inexplicablemente mudada a la vera de un falso arroyo) se acumulan p¨¢ginas amarillas de un peri¨®dico legendario: se trata de la antolog¨ªa de la mejor prosa en columnas que haya so?ado el periodismo desde su nacencia. Plumas de poetas en prosa, novelistas que ensayan e historiadores que honran el arte de narrar en abono de la Memoria. Que alguien salve dicha antolog¨ªa para facs¨ªmil digital u obsequio para el ¨¢grafo ratero que espeta insultos a las supuestas ?o?er¨ªas de los dem¨¢s.
Vuelve el Poeta may¨²sculo en el silencio de sus pasos por las espaldas de las casetas y recoge al vuelo rimas ajenas, quejas del consumo y el ardiente fervor de los lectores que hacen fila para firma de las grandes firmas (valga la redundancia). El an¨®nimo bardo mira en las caras de los miles de lectores el verdadero follaje del parque llamado de El Retiro para disolver sus caras en la rosaleda donde florecen p¨¦talos de todas las geograf¨ªas y ha de culminar en el Jard¨ªn Bot¨¢nico entre todas las fragancias vegetales como tentaci¨®n para elevarse volando hacia Lavapi¨¦s o navegar como dron por encima del Barrio de las Letras y volver en c¨ªrculos conc¨¦ntricos por la serpiente de casetas de libros y libros y m¨¢s libros que ¨Cun a?o m¨¢s¡ªpermiten que hasta un ciego lea Madrid.
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