?Para qu¨¦ est¨¢ usted dispuesto a combatir?
La respuesta determinar¨¢ el lugar de las naciones europeas en el convulso nuevo orden mundial
La semilla de lo que hoy es la Uni¨®n Europea se plant¨® hace siete d¨¦cadas con la instituci¨®n de la Comunidad Europea del Carb¨®n y el Acero, en aquel entonces dos industrias de extraordinaria importancia estrat¨¦gica, con la perspectiva de fondo de lograr a trav¨¦s de esa puesta en com¨²n que Alemania y Francia no volvieran a entrar en conflicto b¨¦lico. Hoy el riesgo de guerra entre socios europeos es inimaginable, pero para evitar que otros nos la hagan ¡ªo sigan en su af¨¢n de subyugar a vecinos de nuestro continente¡ª seguimos a vueltas con aspectos de mancomunaci¨®n en sectores energ¨¦ticos y de industria de la defensa. Lo primero adquiere rasgos de urgencia dram¨¢tica, con graves efectos sobre la ciudadan¨ªa; lo segundo es menos urgente, pero no menos importante. Porque la integraci¨®n de las capacidades de defensa supondr¨ªa un salto sideral en el proceso de integraci¨®n europea.
Las ventajas de una mayor coordinaci¨®n en este sector en el seno de la UE ¡ªde forma complementaria a la OTAN¡ª son evidentes: evitar despilfarro en duplicidades, ganar eficacia promoviendo la interoperabilidad de los equipos, cubrir un abanico m¨¢s amplio de capacidades a trav¨¦s del reparto de tareas o estimular una industria mundialmente competitiva, entre otros. La cumbre celebrada a principios de esta semana ha tratado de dar impulso a todo ello con ¡°medidas para coordinar compras militares a muy corto plazo¡±, ¡°el desarrollo de una capacidad estrat¨¦gica de planificaci¨®n, compras y coordinaci¨®n¡±, ¡°la implementaci¨®n acelerada de proyectos infraestructurales de movilidad militar¡± entre otras cosas. Pero el camino en esta senda muy l¨®gica es extraordinariamente pedregoso, como demuestran los grandes fracasos cosechados en los intentos de avanzar en ella en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Avanzar significa ceder competencias, renunciar a ciertas capacidades confiando en otros, adaptarse a exigencias de interoperabilidad, dejar caer campeoncillos industriales nacionales en favor del desarrollo de gigantes que puedan competir a escala global, entre muchas otras cosas. Eso ha suscitado hist¨®ricamente ciertos recelos de gobiernos ¡ªy dentro de las filas de sus Fuerzas Armadas¡ª, de sectores industriales nacionales, o de EE UU, que anhela proteger la posici¨®n dominante de sus gigantes del sector. A todo ello hay que sumar los instintos antibelicistas llevados a puntos extremos ¡ªentre altos idealismos y pedestres c¨¢lculos electorales¡ª que no solo abogan por no ayudar a Ucrania a defenderse del ataque ruso, sino tambi¨¦n a criticar (o salirse de) la OTAN o rechazar un aumento del gasto en defensa.
Todo ello plantea preguntas trascendentales. A los gobiernos, que deben decidir si, y hasta qu¨¦ punto, apoyar finalmente este proyecto integrador. El mundo siempre ha sido un lugar peligroso, pero la volatilidad de este momento es extraordinaria, y con ella se agitan los riesgos. La OTAN es la base de la seguridad de sus miembros europeos, pero es posible y beneficioso para ellos y para el conjunto de la Alianza que la UE sea un actor m¨¢s eficaz en este sector. Hace mucho qued¨® claro que a los gigantescos retos de la era global conviene responder unidos. En esto tambi¨¦n. Conviene adem¨¢s no olvidar que, si al otro lado del Atl¨¢ntico hoy est¨¢ Biden, ma?ana podr¨ªa regresar Trump, o algo parecido.
Pero este tiempo oscuro nos interpela con una pregunta profund¨ªsima que no afecta solo a los gobernantes: ?para qu¨¦ estamos dispuestos a combatir y a sufrir? Todo aut¨¦ntico dem¨®crata aborrece la violencia, pero, salvo posicionamientos muy radicales, la gran mayor¨ªa entiende que hay circunstancias en las que el recurso a ella para defensa es no solo leg¨ªtimo, sino necesario e incluso moralmente encomiable. ?D¨®nde est¨¢ el umbral, entre la incuestionable resistencia contra el nazismo genocida y la lamentable invasi¨®n de Irak justificada con mentiras? Y, al margen de la muy remota perspectiva de verse llamados a combatir f¨ªsicamente, ?hasta qu¨¦ punto y para qu¨¦ valores estamos dispuestos a aceptar sufrimiento, retroceso de nuestra calidad de vida? Eso tambi¨¦n es una forma de lucha, especialmente en la era globalizada, y no es una perspectiva nada remota.
Las sociedades europeas occidentales son crecientemente envejecidas; avanzan en una senda de individualismo atomizado; disfrutan, afortunadamente, de la anestesia de d¨¦cadas de paz, estabilidad, extendida prosperidad. ?Cu¨¢nta voluntad de combate, y por qu¨¦ razones, hay en nosotros? ?Usted, cu¨¢nta siente dentro de s¨ª mismo y para qu¨¦? Muchas son las respuestas leg¨ªtimas, pero es inadmisible no atender a fondo la cuesti¨®n. Ni para los hiperprofesionales atareados que ya no solo se olvidan de preguntar c¨®mo est¨¢n quienes les rodean, sino que hasta les cuesta responder cuando se lo preguntan a ellos; ni para las personas menos favorecidas a las que les cuesta llegar a fin de mes. Eso tambi¨¦n es lo que determinar¨¢ el futuro de las naciones europeas en el orden mundial convulsionado por la guerra en Ucrania, el poderoso ascenso de China y una turbulenta reconfiguraci¨®n de la globalizaci¨®n.
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