Boris Johnson sobrevive
El primer ministro brit¨¢nico supera la moci¨®n interna en su contra, pero no garantiza su continuidad
Boris Johnson lleva mucho tiempo en el alambre, pero ha vuelto a salvarse, al menos de forma provisional. El primer ministro brit¨¢nico logr¨® superar el lunes la moci¨®n de censura interna contra su continuidad, promovida por los diputados de su propio partido conservador. Han sido m¨¢s los diputados que han decidido respaldarle (211) que los que reclamaron su destituci¨®n (148), pero ese 41% que rechaza su gesti¨®n es una cifra grave y casa mal con la euforia que el martes desprend¨ªa Johnson al reunir a su Consejo de Ministros. Los precedentes hist¨®ricos que marcaron las rebeliones contra Margaret Thatcher, Theresa May o, en menor medida, John Major, sugieren que la vida pol¨ªtica de un primer ministro con el rechazo de cerca de la mitad de sus diputados tiene un recorrido limitado. Las dos primeras dimitieron poco despu¨¦s de superar la moci¨®n y el tercero sufri¨® una derrota inmisericorde en las urnas.
Johnson obtuvo una victoria electoral hist¨®rica en diciembre de 2019. Se alz¨® con una mayor¨ªa de 80 diputados en la C¨¢mara de los Comunes, y logr¨® la aparente unidad de los conservadores en torno a su figura. Era popular y carism¨¢tico. Promet¨ªa llevar hasta el final el objetivo del Brexit y, sobre todo, era una m¨¢quina de lograr votos. Sus grandes planes de convertir al Reino Unido en un nuevo actor internacional, en una Gran Breta?a Global libre de las ataduras de la UE, y de equilibrar la riqueza del pa¨ªs para sacar al norte de Inglaterra de su declive, no han pasado nunca de las palabras a los hechos. Fue el entonces primer ministro Harold Macmillan quien acert¨® al se?alar el principal desaf¨ªo al que se enfrenta un pol¨ªtico: ¡°Los acontecimientos, joven. Los acontecimientos¡±. Y Johnson ha demostrado su incapacidad de ofrecer respuestas eficaces o creativas frente a acontecimientos como la pandemia, las consecuencias paralizantes del Brexit, la crisis en Irlanda del Norte, el desaf¨ªo independentista de Escocia o el alza del coste de la vida.
Apenas hay johnsonianos en el Partido Conservador, del mismo modo que sigue habiendo un f¨¦rreo grupo de thatcheristas. La impronta del primer ministro entre los tories ha sido una explosi¨®n de fuegos artificiales ef¨ªmera y superficial. Y ante el denigrante espect¨¢culo de las fiestas en Downing Street durante el confinamiento, muchos diputados conservadores se han apresurado a darle la espalda. Cada semana han tenido que acudir a sus distritos electorales y escuchar a unos votantes avergonzados y furiosos ante el espect¨¢culo. El informe interno de la alta funcionaria, Sue Gray, que denuncia una cultura de alcohol, exceso y falta de respeto a las normas en el seno del Gobierno, fue demoledor para la credibilidad de Johnson. Y ya antes, Scotland Yard hab¨ªa decidido multar al primer ministro por saltarse las normas de distanciamiento social. Nunca en la historia un primer ministro hab¨ªa incumplido la ley durante su mandato.
El Partido Conservador entrar¨¢ de nuevo, tarde o temprano, en una nueva lucha fratricida para intentar retener un poder que ha mantenido desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. Mucho m¨¢s importante que el destino personal de Johnson, condenado a ser un par¨¦ntesis algo estrafalario, ser¨¢ comprobar qu¨¦ tipo de conservadurismo surge de una era tan convulsa. La primera medida del cambio ser¨¢ la actitud y la respuesta ante las consecuencias inesperadas del Brexit. Quien suceda a Johnson deber¨¢ demostrar si desea seguir utilizando la eurofobia como arma pol¨ªtica o si ha llegado el momento de que el Partido Conservador recupere el pragmatismo y el sentido com¨²n del que parece haber renegado en los ¨²ltimos a?os.
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