Mi ¡®burnout¡¯ maternal o que dejen de joder con la pelota
Madres y padres esperamos todo en realidad: queremos conseguir que sean felices. Nada m¨¢s y nada menos. As¨ª que m¨¢s pronto que tarde acabamos agotados o frustrados
Leo en un texto de este mismo peri¨®dico que las madres hemos petado oficial y sociol¨®gicamente y que el s¨ªndrome de burnout parental ha pasado de ser el malestar de muchas (tambi¨¦n de algunos, aunque lo peor de la crianza sigue pesando m¨¢s para nosotras) a ser una nueva tendencia sociol¨®gica. El s¨ªndrome afecta a madres y padres que nos esforzamos por ser los mejores del mundo y terminamos sinti¨¦ndonos frustrados, agotados, solos y culpables. ?Lo hacemos peor que nuestros padres? ?Estamos poniendo etiquetas nuevas a los problemas de siempre? Yo creo que la parentalidad atraviesa uno de sus peores momentos pues afrontamos un modelo de crianza abocado a la m¨¢s triste de las culpas. As¨ª, madres y padres superados vamos saliendo poco a poco de los armarios del burnout mientras nuestros ni?os y adolescentes ¡ªque a¨²n no son soci¨®logos y no han inventado etiqueta para su propio s¨ªndrome¡ª hacen cola en las cl¨ªnicas de psicolog¨ªa y psiquiatr¨ªa.
A mi generaci¨®n no le prestaron ni la mitad de la atenci¨®n que la m¨ªa est¨¢ prestando a sus hijas e hijos. Por no hablar de mis padres a quienes, igual que a la inmensa mayor¨ªa de abuelos de Espa?a, apenas los mir¨® nadie. Se criaron en la calle y por su cuenta, como todos los ni?os de entonces. El viejo sistema los expon¨ªa a cualquier cosa que pudiera pasarles, a riesgos impensables hoy en d¨ªa. Los padres se sent¨ªan antes due?os de sus criaturas que responsables de su felicidad. Y, como todo el mundo sabe, el resultado de aquella crianza fue que algunos ni?os salieron felices, otros desgraciados y unos pocos se perdieron por el camino. Casi todos con heridas que les ha llevado una vida revisar. Hoy hemos mejorado en muchas cosas, la crianza es m¨¢s respetuosa y atenta, tambi¨¦n m¨¢s igualitaria y menos precaria que la de posguerra. Sin embargo, los resultados no son proporcionales al esfuerzo, ni para los padres ni para los ni?os. De hecho, padecemos una ola de adolescentes infelices tan importante que muchos especialistas la consideran pand¨¦mica. ?C¨®mo puede ser que haciendo las cosas mejor los resultados sean iguales o peores? Yo creo que es porque hemos revestido a los ni?os por una necesidad de control tan exhaustiva que termina siendo asfixiante para ellos e insostenible para nosotras, sus madres (y padres).
Personalmente, confieso que he criado a mis hijas como si fueran objetos preciosos que requer¨ªan una atenci¨®n y cuidado m¨¢ximos. Antes de que llegaran al mundo ya le¨ªa sobre qu¨¦ mochila era la mejor para cargarlas de un lado a otro, hice un m¨¢ster en sillas seguras para el coche ¡ªincluyendo visionados en YouTube de simulacros de accidentes para comparar la protecci¨®n de los distintos modelos¡ª; le¨ª a psic¨®logos que garantizaban el sue?o de los ni?os con m¨¦todos contradictorios entre s¨ª y me convert¨ª en experta para decidir con criterio qu¨¦ experto ten¨ªa raz¨®n. Tambi¨¦n aprend¨ª lo que es el BLW ¡ªbaby led weaning o m¨¦todo de alimentaci¨®n complementaria para beb¨¦s¡ª, me apunt¨¦ a las clases de matronataci¨®n y a las de m¨²sica y movimiento para beb¨¦s, eleg¨ª los juguetes de madera ecol¨®gica ¡ªsin saber muy bien por qu¨¦ el pl¨¢stico se hab¨ªa convertido en enemigo mortal de su entretenimiento¡ª, trabaj¨¦ para que recibieran relatos que no estuvieran marcados por los viejos roles de g¨¦nero y, por supuesto, atend¨ª (y atiendo a¨²n hoy) con inter¨¦s y preocupaci¨®n a cada una de sus demandas. Me esforc¨¦ tanto y me ocup¨¦ tanto de mi maternidad que hasta le dediqu¨¦ una novela, cuyo t¨ªtulo, La mejor madre del mundo, naci¨® ir¨®nico y se est¨¢ volviendo tragic¨®mico con los a?os.
Entonces no me di cuenta de que estaba alimentando un sistema que reviste a los ni?os con una necesidad de control asfixiante y a las madres y los padres nos convierte injustamente en los ¨²ltimos responsables de una escalada de riesgos y control generalizada. Y digo injustamente porque garantizar el bienestar de nuestros peque?os no solo es imposible ¡ªla vida es algo que no podemos controlar¡ª, sino que adem¨¢s ni siquiera depende de los padres cuando otras instancias tienen un impacto cada vez m¨¢s alto en sus vidas: desde la educaci¨®n a la sanidad pasando por internet y el imperio del smartphone, que m¨¢s pronto que tarde termina dirigiendo su voluntad. De modo que el sistema de crianza no solo es perverso ¡ªnos hace creer que podemos garantizar su felicidad¡ª y agotador ¡ªnos somete a exigencias incompatibles con el trabajo y la propia supervivencia¡ª, sino que adem¨¢s termina reventado por un smartphone antes o despu¨¦s. As¨ª que aqu¨ª estamos: toda una generaci¨®n de padres entregados al control, la precauci¨®n, el amor y la felicidad de nuestras criaturas, enfrentados a una realidad donde la fantas¨ªa del control convive con un modo de vida m¨¢s incontrolable (y peligroso) que nunca antes.
Los ni?os, que saben que lo han recibido todo y que de ellos se espera todo, se sienten culpables cuando algo sale mal. Las ni?as y los ni?os no quieren defraudar a sus padres y sienten, desde muy temprano, que se espera mucho de ellos. No se puede cuidar tan amorosa y compulsivamente sin aplastarlos con expectativas, impl¨ªcitas o expl¨ªcitas. Al contrario, los padres esperamos secretamente mucho, lo esperamos todo en realidad: queremos conseguir que sean felices. Nada m¨¢s y nada menos. As¨ª que m¨¢s pronto que tarde acabamos agotados o frustrados. La crianza que apuesta por el control de la felicidad no es capaz de tratar con el dolor. Y crecer es, antes o despu¨¦s, eso que duele. Con este panorama, la ¨²nica soluci¨®n sensata parece que sea el rechazo de la maternidad, la rendici¨®n. No en vano, nunca nuestro pa¨ªs tuvo tasas tan bajas de natalidad y, aunque las causas son m¨²ltiples, la exigencia que hoy supone afrontar la parentalidad no es un asunto menor en la estad¨ªstica.
Termino de escribir esta columna, que es tambi¨¦n un repaso por mi propia vida, cuando recuerdo a mis padres escuchando a Serrat en alguna tarde de verano y tarareando alegres que dejara de una vez de joder con la pelota. Aquella canci¨®n me parec¨ªa entonces una forma de echarme de su lado, de recordarme que estaban mejor sin m¨ª. Serrat no me gustaba entonces y era un t¨ªo que dejaba a su hija irse sola de casa y a continuaci¨®n se preguntaba qu¨¦ iba a ser de ella. Hoy tengo entradas para su concierto de despedida en Madrid. La vida es graciosa. A veces hay que vivir m¨¢s de 40 a?os para entender una sola canci¨®n.
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