De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de ¡®queer¡¯
En los ¨²ltimos a?os se ha multiplicado la utilizaci¨®n de un t¨¦rmino que presenta tantos significados que resulta inaprensible
En los ¨²ltimos a?os, vengo constatando la multiplicaci¨®n del uso de una palabra inglesa que se pronuncia m¨¢s o menos as¨ª: kwir¡± Se trata de un nombre, adjetivo o verbo que puede aludir a algo raro, pero que m¨¢s com¨²nmente es manejado como un insulto de car¨¢cter sexual (como pueden ser, por ejemplo, maric¨®n o bollera). Me sorprende su extensi¨®n, siendo la lengua espa?ola tan generosa en rarezas y en ese universo infamado desde hace siglos, seg¨²n se constata ya en el Tesoro de Sebasti¨¢n de Covarrubias (1611). O tan creativa como cualquier otra, como cuando se opt¨® por traducirla como torcido o como transmaricabollo.
Pero, ?de qu¨¦ hablamos hoy en Espa?a cuando hablamos de queer? Dir¨ªa que se trata de un concepto que presenta tantos significados que resulta inaprensible. La circunstancia de que sea un anglicismo no lo favorece; en algunos pa¨ªses hisp¨¢nicos, incluso, se ha optado por manejar cuir con objetivos complementarios. De manera que depender¨¢ de qui¨¦n use la palabra que nos encontraremos con alfa o con omega. Hay quienes, por ejemplo, se antoja que la manejan como figuraci¨®n laica de Satan¨¢s con cara de Judith Butler; en cambio, hay quienes la usan como t¨¦rmino que englobar¨ªa a lesbianas, gais, trans y bisexuales, de manera festiva o reivindicativa. Y por en medio, muchas m¨¢s acepciones, como las que aborda Gracia Trujillo en El feminismo queer es para todo el mundo (2022).
Evidentemente, podr¨ªamos echar mano de un diccionario hist¨®rico de la lengua inglesa para constatar su curiosa evoluci¨®n, que reverbera solo en parte sobre las significaciones en nuestro contexto ling¨¹¨ªstico y cultural. Es como amor: todos sabemos lo que significa, aunque apenas tengamos presentes sus m¨²ltiples acepciones, ni su caudalosa trayectoria ni los seculares matices que puede llegar a encerrar. Depende de qui¨¦n diga queer ser¨¢ un oprobio, un pecado, una enfermedad o un delito, casi como anta?o las palabras sodomita, homosexual o invertido. Depender¨¢ de qui¨¦n la pronuncie ser¨¢ una singular identidad a caballo entre la revoluci¨®n sexual y el anticapitalismo. A esto se denomina polisemia: la pluralidad de significados de una expresi¨®n ling¨¹¨ªstica. Aceptemos, pues, la polisemia de queer y constatemos que es de gusto y de uso entre tirios y troyanos en la actualidad.
Cuesti¨®n diferente ser¨ªa el gusto y el uso del sintagma teor¨ªa queer, pues ya no nos referir¨ªamos a un contenido m¨¢s com¨²n (el que reflejan palabras como amor), sino al ¡°conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicaci¨®n¡±, seg¨²n el Diccionario de la lengua espa?ola. No s¨¦ si estar¨¢n de acuerdo conmigo, pero me atrever¨ªa a afirmar que para reflexionar sobre un corpus te¨®rico debiera ser imprescindible estudiarlo con cierto detalle. Uno puede tener una idea m¨¢s o menos acertada de la teor¨ªa de la relatividad; sin embargo, no me atrever¨ªa a sentar c¨¢tedra sobre un ¨¢mbito que ignoro y del que he le¨ªdo poco, pues siento un enorme respeto por quienes dedican sus esfuerzos a desarrollar una teor¨ªa.
As¨ª, saber de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de teor¨ªa queer resulta incluso m¨¢s peliagudo que averiguar de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de queer a secas, pues debiera exigirnos algo m¨¢s que un sentimiento. Por ejemplo, la tarea de contextualizaci¨®n de unos activismos y el esfuerzo de comprensi¨®n de un amplio abanico de textos de marcado acento interdisciplinario gestados en muy diversas latitudes desde hace m¨¢s de tres d¨¦cadas. Lo constat¨¦ al compilar las antolog¨ªas Sexualidades transgresoras (2002) y Manifiestos gays, lesbianos y queer (2009), a las que remito. Aunque desde entonces haya llovido mucho.
En 1987 la editorial Anagrama public¨® un peque?o volumen de relatos del narrador estadounidense Raymond Carver que ha venido gozando de considerable estima. Me refiero a De qu¨¦ hablamos cuando hablamos del amor, hermoso t¨ªtulo que reflejaba unos sentimientos ambiguos que no parecen tan alejados de las inquietudes de nuestro presente. Los protagonistas del cuento que bautiza el libro parecen revelar nuestras contradicciones y nuestros silencios; en definitiva, la polisemia de amor. He rele¨ªdo esta pieza de Carver, claro est¨¢, al calor de los recientes debates sobre cuestiones vinculadas al g¨¦nero, a la sexualidad y a lo queer, pues fue en la d¨¦cada de los a?os 80 del siglo XX cuando esta palabra empez¨® a adquirir nuevos usos que se proyectan sobre nuestro presente.
Visto lo visto, sin embargo, me temo que en lo que ata?e al uso de teor¨ªa queer en Espa?a debamos mirar tambi¨¦n hacia otro anaquel: con la peor o la mejor de las intenciones, queriendo o sin querer, hay quienes andan imitando a un personaje de Patricia Highsmith, tambi¨¦n editada por Jorge Herralde en la d¨¦cada de los ochenta: Tom Ripley, impostor por excelencia. Otro cl¨¢sico plenamente vigente.
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