Rufianadas sin pizca de gracia
Qu¨¦ triste debe ser tener que gritar cada vez m¨¢s para que te escuchen porque tus palabras suenas huecas
Hay que estar muy lejos de la violencia real, del activismo por los derechos humanos en una dictadura y del funcionamiento de un r¨¦gimen sin libertades fundamentales para coger y banalizarlo todo como si fuera cualquier cosa. Qu¨¦ triste debe ser tener que gritar cada vez m¨¢s para que te escuchen porque tus palabras suenas huecas y esforzarse tanto para llamar la atenci¨®n de una audiencia ya acostumbrada y aburrida de las performance sin arte del diputado Rufi¨¢n. Hay que tener muy poco respeto por los muertos para usarlos del modo en que lo hizo el l¨ªder de ERC al mostrar los tres cartuchos en la tribuna del Congreso. En la casa de la palabra y la oratoria, donde mandamos a nuestros representantes a discutir de forma civilizada y, a ser posible, inteligente, las bufonadas sobran y resultan especialmente insultantes para quienes conocemos bien la tierra de donde Mar¨ªa Dantas recogi¨® los proyectiles. Pero todo vale para epat¨¦, tambi¨¦n el uso de las v¨ªctimas, un deporte que ya parece nacional.
ERC se erige a menudo como adalid de las pol¨ªticas sociales, igualitarias y ha venido colg¨¢ndose la medalla de formaci¨®n antirracista. Su problema principal es la falta de coherencia: se puede proclamar que somos tierra de acogida y criticar la pol¨ªtica migratoria sobre la que no tiene competencias mientras se es indiferente o incluso c¨®mplice con las numerosas formas en las que el racismo estructural se ha ido asentando en Catalu?a. Me creer¨ªa m¨¢s al grupo de ERC en Madrid si, ahora que est¨¢ en el Govern, tuviera un plan para acabar con la segregaci¨®n urban¨ªstica por procedencia, la enorme segregaci¨®n escolar o el avance del fundamentalismo islamista entre los musulmanes catalanes, que no solo no encuentra resistencia alguna, sino que a veces incluso es invitado a formar parte de las instituciones. Han dispuesto para los inmigrantes y sus descendientes reservas indias en los barrios donde nos van encauzando y a pesar de lo que observan quienes trabajan al pie del ca?¨®n, no parece que este caldo de cultivo les preocupe lo m¨¢s m¨ªnimo. Algo que, por otro lado, est¨¢ en sinton¨ªa con el identitarismo que ERC defiende en tantos otros flancos, ya sea la cultura catalana o el feminismo. Todo aderezado con postmodernas estrategias de vaciado de significados.
Lo m¨¢s decepcionante es esta instrumentalizaci¨®n burda e inmoral del sufrimiento de otros. Algo que en verdad es tremendamente racista.
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