He visto galaxias ardiendo m¨¢s all¨¢ del estado de la naci¨®n
?Tiene sentido vivir mirando al suelo? O lo que es lo mismo, ?merece la pena seguir viendo el debate? Quien sabe, puede que empecemos levantado la cabeza y acabemos exigiendo altura de miras
La otra noche vi desde mi cama exoplanetas gigantes y grupos compactos de galaxias flotando en el Universo. No hab¨ªa visto nada parecido desde que me hice mi primera fecundaci¨®n in vitro. Un embri¨®n visto al microscopio se parece mucho al universo: flota como una estrella sobre un tiempo eterno e impredecible. Tan inexplicable y brillante como la vida: a punto de estallar o de apagarse. Lo extra?o es que la noche en que contempl¨¦ galaxias en el universo profundo lo hice agachando la cabeza, porque la ¨²ltima vez que mir¨¦ al cielo fue desde la luz azulada de mi smartphone. Un segundo antes hab¨ªa mirado a los ojos a un hombre: Pedro S¨¢nchez. ?l hablaba en el debate del estado de la naci¨®n para imponerse a un l¨ªder que ni siquiera ten¨ªa delante y, al mismo tiempo, yo miraba al cielo desde el m¨®vil.
Vi rayos fant¨¢sticos brillando en la Nebulosa del Anillo Sur como si fueran l¨¢grimas de purpurina de la serie Euphoria y pens¨¦ despu¨¦s en cu¨¢ntas personas estar¨ªan mirando las estrellas en ese mismo instante desde las proas de sus barcos. Yo tambi¨¦n he mirado el cielo desde all¨ª, alg¨²n otro verano, no hace tanto. Es un manto sin contaminaci¨®n lum¨ªnica, donde el Universo parece que se tiende sobre ti. Irremediablemente pens¨¦ en cu¨¢nto costar¨¢ llenar el dep¨®sito del yate, de la z¨®diac, de la lancha motora para quien tenga dep¨®sito que llenar, y cu¨¢nto gastaremos en bonificar el combustible del ocio de los m¨¢s ricos gracias a la universalidad populista de ciertas medidas. A continuaci¨®n pens¨¦ en la idea fascista de gastar dinero p¨²blico en becas de estudios destinadas a mantener y reproducir el escalaf¨®n y la miseria ideol¨®gica existente en ciertos grupos sociales. Y despu¨¦s, antes de intentar dormir en el mar de asfalto y fuego en que se ha convertido este verano, record¨¦ aquel otro en que asesinaron a Miguel ?ngel Blanco. Pude ver todas esas manos clamando juntas al cielo, manos todas muy cerca de las m¨ªas. Creo que por eso no logro entender c¨®mo 25 a?os despu¨¦s hay quien intenta cerrar pu?os para restar o sumar votos. O c¨®mo la pol¨ªtica parece empe?ada en separarnos a partir de aquello que solo puede unirnos. Desde la oscuridad de mi dormitorio comprend¨ª que nuestros pol¨ªticos no miran al cielo y lo que es peor, admit¨ª que yo misma he dejado de hacerlo. Puede que los votantes hayamos agachado la cabeza despu¨¦s de todo. Mirar hacia arriba o mirar hacia abajo, esa es la cuesti¨®n.
Mirar hacia arriba es mirar hacia aquello que nos liga al universo, a los dem¨¢s, a las cosas distintas. Es mirar al sentido de nuestra mortalidad como humanos, contemplar nuestro destino en la tierra. Es preguntarnos por la forma de hacernos felices unos a otros en una existencia precaria, en resumen: mirar hacia arriba es mirar al esp¨ªritu de las cosas. Es el gesto de la amplitud, del optimismo, de la fusi¨®n inmensa con el universo. Porque el universo, adem¨¢s de las galaxias que se devoran a trav¨¦s del telescopio James Webb, tambi¨¦n somos nosotros, igual que aquel embri¨®n reci¨¦n descongelado que contempl¨¦ meses antes de conocer a mi primera hija. Polvo de estrellas, ya saben. En cambio, mirar hacia abajo siempre has sido el gesto de la tristeza, de la sumisi¨®n y de la derrota. Mirar los escasos recursos, la dificultad de la supervivencia, las disputas vecinales, regionales, nacionales. Es mirarse el ombligo, mirarse el bolsillo una y otra vez, compararse con el de enfrente. Todo eso son miradas hacia abajo, miradas a lo m¨¢s oscuro y m¨¢s triste de la tierra. En resumen, mirar nuestra sepultura. Porque all¨ª, debajo de nosotros, est¨¢ el lugar donde nos enterrar¨¢n. Y ahora yo pregunto. ?Tiene sentido vivir mirando al suelo? O lo que es lo mismo. ?Merece la pena seguir viendo el debate sobre el estado de la naci¨®n?
Nuestras ra¨ªces filos¨®ficas proceden de una forma de pensar el mundo en busca de un sentido com¨²n. El astr¨®nomo Tolomeo ten¨ªa como consigna, all¨¢ por el siglo II, que pensar es ¡°mirar hacia lo alto¡±. Marco Aurelio aconsejaba, en la misma ¨¦poca, no acostarnos un solo d¨ªa sin una ¡°mirada para el conjunto¡±. Solo as¨ª se explica que nuestros antepasados pudieran vivir con dignidad y hasta alegr¨ªa una vida infinitamente m¨¢s dura que la mayor¨ªa de las nuestras, donde el dolor, las guerras, las hambrunas, y la enfermedad eran constantes. El renacimiento, los viajes, el comercio¡ Todo empez¨® con un telescopio y con unas matem¨¢ticas que quer¨ªan leer el Universo. Tambi¨¦n con un embri¨®n flotando en mitad del cosmos: aceptar nuestra eternidad y nuestra fragilidad, eso es lo que nos permite levantar la cabeza. Sin embargo, parece que en alg¨²n momento nos perdimos. Hoy la humanidad dispone del mayor observatorio astron¨®mico jam¨¢s lanzado al espacio y, al mismo tiempo, hemos bajado la mirada.
A lo mejor por eso, la noche en que agach¨¦ la cabeza para mirar las estrellas, lanc¨¦ las palabras de Rutger Hauger en Blade Runner al techo de mi habitaci¨®n. ¡°He visto cosas que vosotros no creer¨ªais¡±, declam¨¦. ¡°Atacar naves en llamas m¨¢s all¨¢ de Ori¨®n. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannh?user. Todos esos momentos se perder¨¢n en el tiempo, como l¨¢grimas en la lluvia. Es hora de morir¡±. Sin embargo, a pesar de lo cerca que se escuchan ya las pisadas de los replicantes, me resisto a esa clase de desaparici¨®n. Va siendo hora de mirar hacia arriba, me digo. Si lo hacemos, puede que este verano veamos atardeceres naranjas sobre acantilados magn¨ªficos, amaneceres marcianos sobre playas negras como la noche que dejaron atr¨¢s y, con un poco de suerte, hasta escucharemos la m¨²sica de las esferas vibrando en nuestro o¨ªdo. Y quien sabe, puede que empecemos levantado la cabeza y acabemos exigiendo altura de miras. Eso el cielo lo dir¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.