El sentido de las becas
Las ayudas p¨²blicas al estudio deben contribuir a paliar o revertir las desigualdades sociales, no a aumentarlas
Varias generaciones de espa?oles pudieron llegar a la universidad con el estreno de la democracia gracias al impulso a las pol¨ªticas de becas que permitieron un acceso masivo a la educaci¨®n superior. El ascensor social que representaron aquellos licenciados superiores para tantas familias qued¨® para siempre en el imaginario colectivo de este pa¨ªs. Las becas forman parte de las pol¨ªticas de cualquier Gobierno para favorecer a quienes tienen menos recursos. Sin esas ayudas se pierde una importante palanca para la mejora de las condiciones de vida y el ensanchamiento de la clase media. Cierto es que esa igualdad de oportunidades no podr¨¢ ser nunca plena, pues los miembros de la clase alta parten siempre de mejores posiciones, pero el sentido de las becas es intentar combatir esos desequilibrios de origen y corregir aunque sea en parte una injusticia. Resulta ins¨®lito tener que repetir estos lugares comunes cuando las becas han probado su eficacia al dar a tantos estudiantes con pocos recursos un horizonte de mejora, un proyecto personal y una notable aportaci¨®n a la riqueza de Espa?a. Pero resulta imprescindible recordarlo cuando se rompe su verdadero esp¨ªritu, el de ayudar a los m¨¢s d¨¦biles y en ning¨²n caso dar todav¨ªa mayores facilidades a los que m¨¢s tienen. Y eso es lo que ocurre en la Comunidad de Madrid de Isabel D¨ªaz Ayuso, donde se ofrecen ayudas a familias de rentas altas para estudiar en centros privados.
Como adelant¨® EL PA?S, el Gobierno regional ha decidido elevar el umbral de ingresos familiares a 35.913 euros per capita al a?o para el acceso a los cheques que concede la Comunidad para cursar en centros privados educaci¨®n infantil, bachillerato y formaci¨®n profesional, tres etapas educativas no obligatorias. En la pr¨¢ctica significa que una familia de cuatro miembros con ingresos de 143.652 euros anuales puede acceder a una beca para estudiar bachillerato en cualquier centro privado. Despu¨¦s de que la presidenta ofreciera explicaciones disparatadas sobre si una estudiante de 16 a?os puede decidir abortar y en cambio no puede conseguir una beca al margen de los ingresos de su familia, finalmente el argumento utilizado ha sido que se pretende facilitar las cosas a unas clases medias muy tocadas por la crisis. Es evidente que con ese nivel de ingresos es posible rebajar los embates de los peores escenarios. Ayuso ha convertido la l¨®gica que sostiene la igualdad de oportunidades en algo insultante: servirse del dinero de los contribuyentes para ayudar a los ricos.
El sentido profundo de una beca se va as¨ª a pique: ya no se trata de combatir las desigualdades sino de hacerlas a¨²n m¨¢s grandes. No se puede olvidar que mientras el 15% de los ni?os madrile?os est¨¢ en riesgo de pobreza, apenas el 9% tiene acceso a una beca comedor. Ni tampoco que de los 212 millones anuales destinados a becas, la Comunidad destina 127 a la privada ¡ªel 60%¡ª. Las becas de Ayuso no inclu¨ªan ni siquiera el criterio de notas obtenidas por el alumno ¡ªaunque han rectificado y pedir¨¢n una media¡ª, y eran apoyos exclusivamente econ¨®micos. La manoseada cultura del esfuerzo termina all¨ª donde empiezan los intereses de algunos votantes.
Mientras en Europa el 81% de los estudiantes acuden a centros p¨²blicos y en el resto de Espa?a la media es del 67%, en la Comunidad de Madrid la cifra es del 55% ¡ªcae al 40% en la capital¡ª. Estas becas financian de forma nada soterrada a la educaci¨®n privada en detrimento de los m¨¢s desfavorecidos y la educaci¨®n p¨²blica. La iniciativa ha roto, incluso, el delicado equilibrio entre los distintos modelos de centros privados en Madrid. La ense?anza concertada tradicional, en su mayor¨ªa religiosa, ha acusado a la presidenta de favorecer opciones exclusivamente privadas. As¨ª concebidas, las ayudas benefician, pues, solo a las ¨¦lites y dinamitan la igualdad de oportunidades.
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