Apuntes sobre un debate
La espectacularizaci¨®n de la pol¨ªtica que propici¨® la televisi¨®n empalidece cuando observamos las transformaciones recientes de la esfera comunicativa. Las inversiones ret¨®ricas salpican el discurso
Aunque no lo hacen a gusto del consumidor ¡ªmuchos lo pretenden¡ª, las lenguas evolucionan, y, con ellas, las ret¨®ricas. El discurso p¨²blico actual experimenta cambios a un ritmo acelerado y muestra una capacidad absoluta para asumir y naturalizar cualquier cosa, de forma que la espectacularizaci¨®n de la pol¨ªtica que propici¨® la televisi¨®n empalidece cuando observamos las transformaciones recientes de la esfera comunicativa.
Si intentamos aglutinar los fen¨®menos en que se plasman estos cambios, surgen conceptos como desplazamiento, usurpaci¨®n, giro, fractura. Son inversiones ret¨®ricas en las que cierto componente ling¨¹¨ªstico provoca alg¨²n tipo de disrupci¨®n que choca con el que habr¨ªa sido un ¡°itinerario l¨®gico¡±, esperable en nuestra cultura discursiva. Aunque ocurren tambi¨¦n en otros ¨¢mbitos, muchas de estas inversiones salpican nuestro discurso pol¨ªtico. Incluso un entorno formal, como es el debate sobre el estado de la naci¨®n, muestra porosidad a este tipo de fen¨®menos, que van desde lo m¨¢s externo del discurso a la selecci¨®n de las palabras, pasando por la elecci¨®n de temas y formatos, sin olvidar aspectos como la apropiaci¨®n de s¨ªmbolos (lazo azul).
Probablemente, el desplazamiento ret¨®rico m¨¢s importante de la esfera p¨²blica tiene que ver con la multiplicidad de voces que, equiparadas por la digitalizaci¨®n, compiten por la atenci¨®n de la ciudadan¨ªa. La voz de los medios de comunicaci¨®n, sometida a un c¨®digo deontol¨®gico y de rendici¨®n de cuentas, es desafiada por la de falsos medios digitales, cuyas publicaciones se viralizan en redes y aplicaciones de mensajer¨ªa. Y una vez generalizado este fen¨®meno, algunos medios que cabr¨ªa llamar ¡°tradicionales¡±, peri¨®dicos o televisiones, se suben al carro. As¨ª, aunque la intervenci¨®n de la portavoz popular comenzaba a las 16.00, una hora antes algunos diarios ya hab¨ªan publicado el titular ¡°Cuca Gamarra da la r¨¦plica a S¨¢nchez y catapulta al PP como alternativa¡±. Como se?alaba un periodista en Twitter, la anticipaci¨®n era doble: en el tiempo, pues la intervenci¨®n ni siquiera hab¨ªa comenzado, y en el efecto, pues se presum¨ªa un impacto electoral concreto. La cuesti¨®n es que estos medios y canales, carentes de profesionalidad period¨ªstica y adictos al sensacionalismo, ganan m¨¢s difusi¨®n que los otros: mientras la noche del 12 de julio los v¨ªdeos del canal en YouTube del Congreso correspondientes a las dos sesiones del debate sumaban 17.478 y 21.784 visualizaciones, un v¨ªdeo de un falso medio, titulado ¡°Santiago Abascal sacude a Pedro S¨¢nchez¡±, reun¨ªa 125.881 visualizaciones. Catapultar, sacudir.
Este proceso de usurpaci¨®n de la voz es similar al que se da, por ejemplo, cuando la ultraderecha pretende equiparar su discurso con el del feminismo, como ocurri¨® en el debate; tambi¨¦n cuando se utilizan los s¨ªmbolos comunes con intenci¨®n partidista y excluyente.
Pero las fracturas y desplazamientos pueden afectar tambi¨¦n a la dimensi¨®n estrictamente ling¨¹¨ªstica de los mensajes, unas veces con mero efecto estil¨ªstico y otras socavando las bases del di¨¢logo. Por ejemplo, muchos victimismos de la esfera p¨²blica esconden en realidad una inversi¨®n de roles sint¨¢cticos: los agresores que insultan (sujetos) se presentan a s¨ª mismos como v¨ªctimas de la censura (objetos). Tambi¨¦n las denominaciones funcionan como terreno id¨®neo para los usos desplazados, pero, aunque el t¨¦rmino ¡°naci¨®n¡± s¨ª fue rentabilizado por varios oradores, el debate no ofreci¨® los exhibicionismos nominalistas de otras ocasiones (recordemos el ¡°indecente¡± de S¨¢nchez/Rajoy, o el ¡°parecer machista¡± de Ca?ete/Valenciano). No falt¨® una fractura elocuente pero absolutamente normalizada: infantilizar a las mujeres desprovey¨¦ndolas de sus apellidos (¡°Yolanda¡±, ¡°Yoyes¡±).
En el plano del contenido, las ret¨®ricas populistas nos han acostumbrado a dos grandes usurpaciones: la del valor veritativo de los mensajes y la que evita las cuestiones verdaderamente relevantes. Hubo afirmaciones falsas en muchos de los discursos, y no todas fueron refutadas en las r¨¦plicas. En cuanto a la elusi¨®n de temas, S¨¢nchez no mencion¨® en su discurso de apertura varios asuntos esenciales (relaci¨®n con Marruecos y Argelia, financiaci¨®n auton¨®mica, fronteras). La muestra m¨¢s contundente de esta disrupci¨®n tem¨¢tica la protagoniz¨® Gamarra, con su intento de resucitar temas que no corresponden al actual estado de la naci¨®n. Varias formaciones mostraron intentos similares (verdaderas glosoman¨ªas), con temas como el independentismo o la criminalizaci¨®n de los migrantes.
Otro desplazamiento de amplio alcance es la total narrativizaci¨®n del mensaje pol¨ªtico, debida al abuso de las teor¨ªas sobre el storytelling. De nuevo, la intervenci¨®n de la representante popular ofreci¨® un ejemplo evidente, no solo por su larga referencia inicial a hechos de hace 25 a?os que son historia, sino porque tambi¨¦n recurri¨® al relato para describir el presente. Contrariamente, el discurso del presidente ofreci¨® un tono m¨¢s argumentativo, rico en datos: muchas cifras y porcentajes, tanto en el inicio como en las r¨¦plicas, y una inacabable enumeraci¨®n de leyes. Por supuesto, S¨¢nchez ten¨ªa la ventaja de disponer de m¨¢s tiempo y de la posici¨®n de apertura.
Todos estos desplazamientos se refuerzan entre s¨ª. Las narraciones exigen protagonistas, y esto alimenta el personalismo fomentado por los partidos. Aqu¨ª aparece otro contraste entre los ponentes. El discurso inicial de S¨¢nchez (el que describ¨ªa el ¡°estado de la naci¨®n¡±) ignor¨® a otros partidos, no as¨ª sus r¨¦plicas. Su alocuci¨®n de apertura dilu¨ªa el necesario ¡°ellos¡± del discurso pol¨ªtico en una tercera persona fantasma, apenas matizada cuando nombr¨® una ¡°derecha democr¨¢tica¡±, mientras los socios de gobierno y legislatura quedaban difuminados en el ¡°nosotros¡±. El recurso al ¡°yo¡± singular se dosificaba oportunamente en afirmaciones valorativas (¡°me hago cargo de la angustia, la frustraci¨®n y el enfado¡±, ¡°me voy a dejar la piel¡±), aunque sin los excesos de otras ocasiones. Por el contrario, el discurso de Gamarra fue en todo momento un discurso narrativo de ataque personalista, convirtiendo a S¨¢nchez en absoluto responsable del estado ¡ªobviamente, catastr¨®fico¡ª de la naci¨®n (¡°el problema es usted¡±, ¡°?Ve lo que falla? Usted¡±), y hablando del Gobierno como si fuera el Estado (¡°sus arcas est¨¢n cada vez m¨¢s llenas¡±). Una personalizaci¨®n igualmente demonizadora mostraron otros portavoces de la oposici¨®n (¡°la adversidad es usted¡±, Abascal; ¡°usted se ha mantenido infamia tras infamia¡±, Arrimadas).
Hubo m¨¢s ejemplos de desplazamientos, por ejemplo cuando en algunas r¨¦plicas S¨¢nchez no daba respuestas claras a los ponentes, t¨ªpico caso de regate conversacional que rompe con las expectativas del discurso y cuya muestra m¨¢s evidente eran esos asientos vac¨ªos que, insultantemente, negaban la interlocuci¨®n a los partidos minoritarios.
Aun as¨ª, pese a estos y algunos otros rasgos similares, el debate proporcion¨® menos histrionismo y salidas de tono que otros momentos recientes de nuestra historia parlamentaria, aunque el impacto de Rufi¨¢n mostrando las tres balas instaur¨® moment¨¢neamente un tono melodram¨¢tico. La prosodia y gesticulaci¨®n fue, en general, moderada, eludiendo las soflamas y el tono de arenga de otros l¨ªderes en otras ocasiones, salvo en el caso de Gamarra y Arrimadas (lo que las perjudica m¨¢s porque, en general, a las mujeres no se nos perdona la m¨ªnima vehemencia).
Quiz¨¢s es pronto para considerarlo sintom¨¢tico, pero el debate pareci¨® ofrecer algunas se?ales de que ciertos rasgos del discurso pseudopol¨ªtico alentado por las redes podr¨ªan estar empezando a declinar. Estar¨ªamos, entonces, ¡°aplanando la curva¡± del virus que ha supuesto el discurso populista en la esfera p¨²blica en los ¨²ltimos a?os: menos histrionismos, m¨¢s datos objetivos, menos sarcasmos, prosodia ajustada¡ Qui¨¦n sabe si no podr¨ªa ser este el cambio de rumbo m¨¢s importante que nos deje el debate sobre el estado de la naci¨®n.
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