Elogio de mi teta ego¨ªsta
Si mi libertad de no tener hijos causa problemas, s¨®lo es el resultado de haberme cre¨ªdo que pod¨ªa escoger mi destino y de las conquistas de las que antes vinieron
A mi madre le han entrado ganas de ser abuela, as¨ª que la ¨²ltima vez que sibilinamente protest¨® me volv¨ª frente a ella desempu?ando el cortafuegos definitivo: ¡°Mira mam¨¢; es que a m¨ª me gusta vivir mi vida de forma ego¨ªsta, y no tengo claro lo de tener hijos¡±. La se?ora que me pari¨® se qued¨® incr¨¦dula, mientras pude intuir admiraci¨®n por criar a una hija que la cuestiona generacionalmente. Aunque lo siguiente fue quedarme pensativa sobre por qu¨¦ iba a ser ego¨ªsta hacer lo que me plazca con mi vida.
Tal vez, porque as¨ª como yo podr¨ªa tener hijos para darle a mi madre una alegr¨ªa, y cumplir una misi¨®n en la familia, el debate p¨²blico versa, cada vez m¨¢s, sobre culpabilizar a las mujeres por los efectos de su emancipaci¨®n. Nos venden que el Estado de bienestar s¨®lo se hunde por culpa de la f¨¦mina que decide desligarse de la potestad reproductiva, esa que la naturaleza le otorg¨®. El nacimiento de ni?os se desplom¨® este semestre en Espa?a hasta los niveles m¨¢s bajos de la serie hist¨®rica.
Cogen vuelo entonces los oportunistas que aprovechan para colar sin filtro su moral reaccionaria. La ultraderecha que culpa al aborto es, en el fondo, lo mismo que esa izquierda nost¨¢lgica empe?ada en atribuir la baja natalidad s¨®lo al capitalismo por tenernos precarias, o, seg¨²n asegura incluso, por distraernos con placeres banales. En ambos casos, predican un rancio paternalismo basado en la idea de que toda mujer naci¨® para alumbrar, aunque ella no pueda elegirlo, pobrecita.
Podr¨ªan haber venido a la boda de una amiga. En la mesa est¨¢bamos las ¡°sin formar familia¡±, junto a las ¡°casadas esperando hijos¡±, y todas, con las riendas econ¨®micas de nuestra vida. La ¨²nica diferencia es que las primeras hemos elegido libremente que, tras pasar la veintena trabajando y estudiando, los treinta son nuestros a?os de salir y entrar, de disfrutar sin ataduras. Porque s¨ª, la maternidad tambi¨¦n es elegida, pero supone renuncias, como vivir para otro hasta que se valga por s¨ª mismo. Y eso suelen callarlo muchas chicas por miedo a ser acusadas de ¡°malas madres¡± en p¨²blico.
Curioso es que los ofendidos con nuestra libertad se disfrazan de subversivos cuando no podr¨ªan hacerle m¨¢s el juego al sistema, que nos desear¨ªa de vuelta al redil reproductivo. Los d¨ªas pares te imponen la lactancia materna, cuando el biber¨®n dio tanta autonom¨ªa a las mujeres para incorporarse al mercado de trabajo. Los impares, cuestionan la madurez de una mujer para decidir sobre su cuerpo, cuando ilegalizar el aborto es condenar a las clases humildes a abortar en pisos insalubres.
As¨ª pues, a los reaccionarios poco les interesa la precariedad; s¨®lo la coartada para su discurso. Y mucho menos nuestra libertad, porque no pueden tolerar que cuando una mujer elija, se elija s¨®lo a s¨ª misma, y no como parte de una comunidad o familia. Propagan as¨ª el viejo estigma de que la soledad femenina nunca es elegida. Fea palabra es ¡°soledad¡±, que connota tristeza. ?Acaso est¨¢ triste una mujer en la treintena que, teniendo un proyecto personal significativo, disfruta de su libertad a antojo?
Se llega as¨ª a una verdad inc¨®moda. Con amigos reflexionamos sobre c¨®mo, desprovistas de su papel cuidador, muchas mujeres de la generaci¨®n de mi madre no saben c¨®mo realizarse, porque tal vez no tuvieron tanto tiempo para conocerse a s¨ª mismas fuera de unos hijos o de un marido. Muchas otras, siquiera rehacen su vida al divorciarse; quiz¨¢s le hayan cogido el feliz gusto a la solter¨ªa. Ello permite dudar de si todas ellas formaron una familia fruto de su libre albedr¨ªo, o s¨®lo por el yugo social de norma o la costumbre.
As¨ª que si mi libertad de no tener hijos causa problemas, s¨®lo es el resultado de haberme cre¨ªdo que pod¨ªa escoger mi destino y de las conquistas de las que antes vinieron. Lo p¨²blico debe ayudar a cuantas lo necesiten. Pero ?por qu¨¦ se empe?an en sepultar mi voluntad bajo los anhelos del Estado o la familia si, por ahora, esos anhelos no son los m¨ªos? Nuestra libertad s¨®lo es notoria cuando incomoda. Y sobre la mujer se han establecido a lo largo de la historia demasiados clich¨¦s que la controlan, la reconducen y la obligan. Defender eso, mi teta ego¨ªsta, s¨ª es hoy subversivo.
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