C¨®mo se apellida un nazi
Quien construye su identidad sociopol¨ªtica sobre el odio al pr¨®jimo necesita encontrar marcas identificatorias, y si no las halla, se las construye en torno a algo tan simple y tan cambiante como una denominaci¨®n
El castellano Selemoh ha-Levi, hijo de Sime¨®n ha-Levi, era el rabino mayor de la comunidad jud¨ªa burgalesa a finales del siglo XIV. Con cerca de 40 a?os se convirti¨® al cristianismo, abandon¨® la kip¨¢, se coloc¨® la mitra y ejerci¨® como obispo de Cartagena y de Burgos. Al convertirse, se cambi¨® el nombre y empez¨® a llamarse (as¨ª lo conocemos hoy) Pablo de Santa Mar¨ªa. La nueva elecci¨®n onom¨¢stica era muy motivada: adopt¨® el nombre del converso m¨¢s insigne, Pablo de Tarso, y un apellido de santoral.
Los apellidos como Santamar¨ªa, que evocan a santos, se llaman t¨¦cnicamente hagi¨®nimos y son frecuent¨ªsimos en la lengua espa?ola. Muchas veces remiten a lugares (hagiotop¨®nimos) que a su vez tienen nombres de iglesias con advocaciones religiosas: unos santos est¨¢n m¨¢s bien escondidos dentro de la evoluci¨®n fon¨¦tica (Santander desde Sancti Emetherii, Santillana desde Sancta Iuliana), otros resultan claramente reconocibles (San Francisco, Santo Domingo...). Hay cientos de apellidos de santos en nuestros registros; obviamente, no todos remontan a jud¨ªos conversos, pero s¨ª consta cierto h¨¢bito de los jud¨ªos espa?oles a adoptar esa clase de hagi¨®nimos al abrazar una nueva identidad religiosa: en el mismo siglo XV de los Santamar¨ªa burgaleses, el m¨¦dico aragon¨¦s Yosef ha-Lorqu¨ª se hizo llamar Jer¨®nimo de Santa Fe; los Sant¨¢ngel, por su parte, fueron otra relevante familia de judeoconversos.
Tambi¨¦n los lugares cambian deliberadamente de nombre. El pueblo burgal¨¦s Castrillo Mota de Jud¨ªos se llama as¨ª desde 2014, fecha en que sus habitantes, en torno a medio centenar, decidieron olvidar el nombre previo Castrillo Matajud¨ªos por lo hiriente de su connotaci¨®n. Arg¨¹¨ªan los vecinos, adem¨¢s, que el viejo nombre del pueblo, constatado al menos hasta el siglo XVII, era ¡°Mota de Jud¨ªos¡± y que alguien, empe?ado en sacar pecho y acentuar el car¨¢cter de cristiano viejo, lo cambi¨® con mala fortuna a Matajud¨ªos. Lo cierto es que tanto mota (colina en terreno llano) como mata (porci¨®n de terreno arbolado) son formantes muy comunes en nuestra toponimia, y aluden a accidentes del terreno y la vegetaci¨®n, pero con el cambio de top¨®nimo esta localidad se quitaba de encima la aparente resonancia antisemita de un nombre que, parad¨®jicamente, afectaba a un pueblo con una fundamentada tradici¨®n jud¨ªa en sus or¨ªgenes: la historia verifica un asentamiento de jud¨ªos en la zona huidos de la comunidad hebrea de Castrojeriz.
Sorprende que a esta poblaci¨®n burgalesa se desplacen colectivos nazis a hacer pintadas (cambiando mota por mata) y a quemar contenedores. Leyendo la noticia que hace unos d¨ªas este peri¨®dico publicaba sobre el ¨²ltimo episodio de vandalismo nazi sufrido por los ciudadanos de Castrillo Mota de Jud¨ªos, me preguntaba c¨®mo se apellida un nazi, si alguno de esos bestias que se dirigen al pueblo burgal¨¦s para deshonrar su historia y sus decisiones tendr¨¢ apellidos de resonancia jud¨ªa entre sus antepasados y si se los cambiar¨ªa o atentar¨ªa contra su propia historia; me preguntaba cu¨¢ntos de los ancestros de estos quemacontenedores usaron kip¨¢ y vivieron en aljamas, en qu¨¦ clase de pureza absurda puede creer alguien que, como espa?ol, no es otra cosa que la suma mezclada de identidades, conversiones, migraciones y destierros.
El proceso es el inverso al que, a miles de kil¨®metros de Burgos, le ocurre a un escarabajo cuyo h¨¢bitat se concentra en unas escasas cuevas h¨²medas de Eslovenia: un escarabajo ciego, depredador de los otros animales m¨¢s peque?os que pueblan su h¨¢bitat. Esta especie de escarabajo, ignota para quienes como yo no nos dedicamos a la biolog¨ªa o a estudiar cole¨®pteros ciegos cavern¨ªcolas, est¨¢ en peligro de extinci¨®n por su nombre: se llama Anophthalmus hitleri, o sea, an-ophthalmus (sin ojos) de Hitler. La bautiz¨® as¨ª el entom¨®logo austriaco Oskar Scheibel en 1933, en homenaje a Adolf Hitler, entonces reci¨¦n elegido canciller alem¨¢n. Feliz y olvidado en su cueva h¨²meda, lo que ha puesto a este pobre escarabajo en peligro de extinci¨®n es algo tan superficial (y desafortunado) como su reciente nombre, porque el hecho de llevarlo lo ha convertido en un insecto codiciado para quienes, con muy dudosos principios y aficiones, gustan de coleccionar todo lo relativo a Hitler y est¨¢n sustrayendo al escarabajo del h¨¢bitat esloveno en el que vive.
Es llamativo, y ser¨ªa tierno si no estuvi¨¦semos hablando de nazismo, que estos v¨¢ndalos le den tant¨ªsima trascendencia a un nombre. Quien construye su identidad sociopol¨ªtica sobre el odio al pr¨®jimo necesita encontrar marcas identificatorias, y si no las halla, se las construye en torno a algo tan simple y tan cambiante como una denominaci¨®n. Imagino que, cuando no se tiene muy claro a qui¨¦n dirigir el odio o la admiraci¨®n, la v¨ªa m¨¢s f¨¢cil para una mente simple es denostar o adorar aquello que de la manera m¨¢s primaria y superficial pueda sugerirle un nombre. Pero ya es triste que lo m¨¢s coherente con tu ideolog¨ªa sea perseguir un escarabajo o cambiar por a la o del nombre de una aldea.
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