Yolanda D¨ªaz y las barricadas
La anunciada movilizaci¨®n sindical supone una retroalimentaci¨®n entre CC OO, UGT y la vicepresidenta segunda. Los sindicatos no se hab¨ªan visto en otra igual desde que ella forma parte del Gobierno
Yolanda D¨ªaz ha encontrado una ventana electoral aline¨¢ndose con las movilizaciones que los sindicatos preparan para este oto?o. Quiz¨¢s le est¨¦ haciendo un favor al Gobierno, pues la ¨²ltima vez que algunos camioneros protestaron, el PSOE sugiri¨® sin rubor que detr¨¢s estaba ¡°la ultraderecha¡±. De empat¨ªa verbal no ha ido sobrada La Moncloa, y si la calle se calienta, la izquierda puede constatar la p¨¦rdida del pulso de la ¡°gente¡±, como avisan las encuestas. Aunque las buenas intenciones corren el riesgo de ser pan para hoy y hambre para ma?ana, por insostenibles.
En esencia, porque es un grito el malestar transversal que se cuece en Espa?a. El Banco Central Europeo apuesta por seguir subiendo los tipos de inter¨¦s para contener una inflaci¨®n por las nubes. Muchas familias sufrir¨¢n el encarecimiento de sus hipotecas, mientras que algunos empresarios dudar¨¢n entre despedir a trabajadores o continuar elevando los precios. El descontento redobla entre tanta precariedad y unos sueldos comidos por la espiral inflacionaria.
Aparecer¨¢n entonces por Europa los salvadores de la patria, rif¨¢ndose el enfado colectivo. En Espa?a, el mayor motor de activismo suele ser de izquierdas. Por eso, si gobernara el PP, las protestas tal vez llevar¨ªan semanas en marcha. Gracias a su falta de m¨²sculo social, nuestra ultraderecha no ha logrado hasta ahora agitar la rabia callejera. La alerta ya est¨¢ presente en otros pa¨ªses, como Alemania. Alberto N¨²?ez Feij¨®o, a lo sumo, podr¨¢ esperar a que el Gobierno acuse el desgaste inflacionista.
D¨ªaz emerge en medio de ese caldo de cultivo como el alma activista del Ejecutivo, lo que recuerda al m¨¢s puro estilo de Pablo Iglesias cuando era vicepresidente: unos d¨ªas en el Gobierno; otros, apremiando a la patronal con intenci¨®n de capitalizar el malestar ciudadano. Una parte de la izquierda alternativa se resiste a fundirse en lo institucional, y desempolvar¨¢ su alma combativa para no perder sentido a las puertas de unas elecciones. Sumar ans¨ªa cotizar al alza, esperando quiz¨¢s que Podemos se desespere y acepte al final difuminar su marca.
Por eso, la movilizaci¨®n sindical supone una retroalimentaci¨®n entre CC OO, UGT y la vicepresidenta segunda. Los sindicatos no se hab¨ªan visto en otra igual desde que ella forma parte del Gobierno. De su papel casi testimonial en la vida pol¨ªtica de los ¨²ltimos a?os, de su desconexi¨®n con los j¨®venes que no sab¨ªan ni para qu¨¦ sirve un sindicato, las centrales han pasado a ponerse la chapa de los logros de D¨ªaz. El problema es que se empiece a ver como una nueva fricci¨®n con Nadia Calvi?o, aunque el Gobierno no lo asuma y diga que el debate depende de los agentes sociales.
Es as¨ª porque Econom¨ªa hace suyo el compromiso de subir el salario m¨ªnimo al 60% del sueldo medio para 2023, y el pacto de rentas: contenci¨®n de beneficios empresariales y moderaci¨®n salarial. En cambio, Trabajo parece inclinarse por un salario m¨ªnimo superior, mientras saluda las movilizaciones que exigir¨¢n subidas salariales generalizadas y cl¨¢usulas de revisi¨®n de sueldos conforme a la inflaci¨®n. Ya se han pactado subidas moderadas en algunos convenios. Pero el p¨¢nico que muestran algunos economistas es que medidas muy ambiciosas deriven en una espiral inflacionaria. O que las pymes no puedan asumirlas.
En consecuencia, el Ejecutivo tendr¨¢ un problema si, de todo este jaleo, de este clima maniqueo, no puede vender un triunfo de los trabajadores, con el mantenimiento de su nivel de vida, o la paz entre los agentes sociales. Pedro S¨¢nchez ha nutrido el mantra de ¡°que lo paguen los ricos¡± con el anuncio de subidas de impuestos a la banca y las el¨¦ctricas. Y, tras buscar en los despachos internacionales mejoras para las familias espa?olas y gastar miles de euros en ayudas y bonificaciones, el relato social no se lo empa?ar¨ªa un l¨ªder de derechas.
As¨ª pues, la verdadera prueba para la izquierda ser¨¢ conjugar la empat¨ªa con el realismo econ¨®mico para que no suba la inflaci¨®n. Y ya lo avis¨® Mariano Rajoy en un debate con Iglesias, all¨¢ por 2016: si la ¡°gente¡± sigue protestando mientras gobiernan los pol¨ªticos de la ¡°gente¡±, entonces es que no se siente representada por ellos. Aunque la mesura es una virtud antes de ponerse a saludar cualquier causa, por aplausos que uno se lleve. Si llega la frustraci¨®n, por mucha piel que se tenga, los votos pueden ir a la oposici¨®n, al de enfrente, sin que este sepa ni lo que es una barricada.
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