Gorbachov y el derrumbe del socialismo de Estado
La desaparici¨®n de la URSS estuvo inextricablemente unida a la disoluci¨®n del imperio perif¨¦rico del centro y este de Europa causada por las revoluciones de 1989
Entre 1989 y 1991, el mundo contempl¨® un acontecimiento extraordinario: la disoluci¨®n pac¨ªfica de un gran poder multinacional y de su imperio. El final del comunismo en esos pa¨ªses hasta entonces sat¨¦lites aceler¨® el proceso de desintegraci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y estimul¨® movimientos patri¨®ticos nacionales en los pa¨ªses b¨¢lticos y en Ucrania. Como han se?alado diferentes autores, el poder comunista en ese amplio territorio desde la Uni¨®n Sovi¨¦tica a Hungr¨ªa no fue destruido, ¡°abdic¨®¡±.
El derrumbe del socialismo de Estado, de dictaduras de un solo partido, en Europa Central y del Este fue una transformaci¨®n revolucionaria, pero sin mucha violencia ni muchos muertos que contar. En menos de 12 meses, se puso fin a tiran¨ªas de larga duraci¨®n. Y, salvo en Rumania, de forma pac¨ªfica.
Los reg¨ªmenes prosovi¨¦ticos se desmoronaron desde dentro. La p¨¦rdida gradual del compromiso ideol¨®gico entre las ¨¦lites envejecidas y sin opciones de seguir legitimando su ¡°misi¨®n de emancipaci¨®n¡± de las clases trabajadoras aceler¨® el proceso de desintegraci¨®n.
La violencia por parte del Estado se convirti¨® en ileg¨ªtima no solo a los ojos de amplias capas de poblaci¨®n, sino tambi¨¦n para la mayor¨ªa de los funcionarios del sistema. Fue una revoluci¨®n comprometida con la no violencia y su ausencia y rechazo fue fundamental en su desarrollo y ¨¦xito.
Mija¨ªl Gorbachov, elegido secretario del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en marzo de 1985, reconoci¨® muy pronto que, si no se usaba la fuerza, el sistema no podr¨ªa mantenerse. Rompi¨® con la doctrina Breznev de soberan¨ªa limitada, formulada 20 a?os antes como justificaci¨®n para aplastar la Primavera de Praga y, al contrario que todos sus predecesores, rechaz¨® recurrir a los tanques como ¨²ltimo argumento pol¨ªtico, estableciendo la doctrina Sinatra: ¡°Dejen que lo hagan a su manera¡±. Esa nueva pol¨ªtica exterior, la percepci¨®n sovi¨¦tica de que el este de Europa ya no era una necesidad estrat¨¦gica, un cambio de las ¡°reglas del juego¡±, permiti¨® unos a?os finales de disconformidad y movilizaci¨®n pol¨ªtica.
Pero el factor Gorbachov por si solo no basta para explicar por qu¨¦ esas ¨¦lites dominantes no desplegaron sus fuerzas de seguridad y polic¨ªa en una desesperada defensa de su poder y privilegios. Lo que se vio, excepto en el caso de Rumania y solo en el c¨ªrculo atrincherado alrededor de Nicolae Ceausescu, fue la p¨¦rdida de confianza y fe de la ¨¦lite en seguir gobernando. Algunos intelectuales hab¨ªan anticipado el inevitable derrumbe del ¡°sovietismo¡±, pero pocos pensaron que eso ocurrir¨ªa de forma tan r¨¢pida y sin violencia. As¨ª, uno de los m¨¢s sorprendentes desarrollos de 1989-90 fue la disposici¨®n de las ¨¦lites comunistas en Hungr¨ªa y Polonia primero a compartir y despu¨¦s a dejar el poder. El modelo de ¡°socialismo de cuarteles¡±, presente en Rumania, Alemania Oriental, Bulgaria y Checoslovaquia, no ten¨ªa posibilidades de triunfar, tirado por la borda por los acontecimientos ya iniciados en los otros dos pa¨ªses y por la negativa de Mosc¨² a utilizar los tanques para imponerlo.
El objetivo conseguido en 1989 no fue ya la democratizaci¨®n del socialismo, sino, simplemente, la democracia, el libre mercado. La tercera v¨ªa entre el capitalismo y el socialismo de estilo sovi¨¦tico hab¨ªa sido ya enterrada. ¡°La tercera v¨ªa lleva al Tercer Mundo¡±, declar¨® V¨¢clav Klaus, el promotor de las reformas econ¨®micas radicales para establecer el libre mercado. En 1987, cuando Mija¨ªl Gorbachov visit¨® Checoslovaquia y un periodista pregunt¨® cu¨¢l era la diferencia entre la Primavera de Praga y la perestroika que hab¨ªa iniciado en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Gennady Gerasimov, portavoz del ministro de Asuntos Exteriores, contest¨®: ¡°Diecinueve a?os¡±.
El proyecto de Gorbachov de mediados de los a?os ochenta para renovar el comunismo ya no encontr¨® eco en los pa¨ªses dominados por los sovi¨¦ticos. El comunismo hab¨ªa perdido su credibilidad. Las revoluciones de 1989 fueron un aut¨¦ntico acontecimiento hist¨®rico mundial, un corte y divisi¨®n entre la historia anterior y posterior a esa fecha. Durante ese a?o, lo que aparec¨ªa como un sistema casi indestructible e inmutable se desplom¨® con una celeridad impresionante. Y no sucedi¨® a causa de golpes externos ¡ªaunque la presi¨®n externa tambi¨¦n cont¨®¡ª, como hab¨ªa sucedido con la Alemania nazi, sino como consecuencia de tensiones internas insuperables. Los diferentes sistemas comunistas estaban enfermos terminales y ya no pod¨ªan autorregenerarse. Tras d¨¦cadas de idas y vueltas con reformas, hab¨ªa quedado claro que el comunismo no ten¨ªa recursos para su reajuste y la soluci¨®n no estaba dentro, sino fuera e incluso contra el orden existente.
La desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, consumada ante la incredulidad de una parte del mundo en diciembre de 1991, estuvo inextricablemente unida a la disoluci¨®n del imperio perif¨¦rico del centro y este de Europa provocada por las revoluciones de 1989. Mija¨ªl Gorbachov no fue el liberador de esos Estados socialistas, porque su intenci¨®n inicial era reforzar el sistema y no arruinarlo. Pero fue la figura clave para que no hubiera intervenci¨®n exterior de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el cambio no se ahogara en sangre.
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