Sobre fascismo y comunismo. Una respuesta a ?lvarez Junco
El alegato del catedr¨¢tico en favor de la democracia es valioso y necesario. Sin embargo, su recurso a la experiencia hist¨®rica del siglo XX resulta discutible en varios aspectos
La lectura del art¨ªculo Gorbachov y los fracasos del siglo XX, del historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco, aparecido el 17 de septiembre en este peri¨®dico, ha producido en varias personas de mi entorno una cierta sorpresa. En mi caso, yendo un poco m¨¢s all¨¢ de esa sensaci¨®n, ha dado lugar a las siguientes reflexiones, expresi¨®n por esta vez de algunos desacuerdos con quien es ante todo un maestro y en buena medida un amigo.
Es de destacar el tono vehemente as¨ª como el car¨¢cter valiente del escrito del historiador. Su alegato en favor de la democracia es valioso y necesario. Sin embargo, su recurso a la experiencia hist¨®rica del siglo XX resulta discutible en varios aspectos. Son necesarios unos pocos matices, incluso en un escrito en el que voluntariamente se describen los hechos ¡°de manera sucinta¡±, seg¨²n sus palabras.
Comunismo y fascismo son los ejemplos de totalitarismo ¡ªt¨¦rmino que ?lvarez Junco evita escribir¡ª en el siglo XX. Comparten muchos rasgos pero tambi¨¦n significativas diferencias. Si ambos fueron enemigos de la democracia, no lo fueron en igual medida, ni en tiempo ni en forma.
Cuando surge el marxismo que sustenta el comunismo en el siglo XIX, la democracia era una aspiraci¨®n minoritaria y de contenidos muy limitados, por lo que el objetivo de la utop¨ªa comunista de derrocar la sociedad burguesa y reemplazarla por la sociedad sin clases dejaba de lado la democracia, una superestructura pol¨ªtica burguesa m¨¢s. Alcanzar ese objetivo pol¨ªtico comunista, por cierto, no se iba a producir ¡°de la noche a la ma?ana¡±, como afirma ?lvarez Junco. M¨¢s bien se trataba de una meta lejana, tanto m¨¢s lejana cuanto m¨¢s se iba adentrando el movimiento comunista en la historia, sobre todo en el siglo XX. En este tiempo s¨ª, el comunismo de inspiraci¨®n marxista leninista se declara decididamente enemigo de la idea democr¨¢tica, lo que no impide, sin embargo, que unos a?os m¨¢s adelante coopere con las democracias en la lucha contra el fascismo por motivos de inter¨¦s mutuo.
El totalitarismo fascista, por su parte, un producto del siglo XX en todas sus versiones nacionales, nace con la aspiraci¨®n declarada de destruir la democracia, incluso utilizando sus armas. Una vez en el poder, su necesaria voluntad de expansi¨®n le lleva a la guerra contra las razas y pueblos considerados inferiores y contra los sistemas d¨¦biles, como las democracias. Esta ser¨¢ la causa ¨²ltima de su ¡°perdici¨®n¡±. Por lo tanto, su ¡°fracaso¡±, en los t¨¦rminos benignos de ?lvarez Junco, es en realidad una derrota sin paliativos, la ocurrida en la II Guerra Mundial, la mayor conflagraci¨®n de la historia, provocada justamente por los fascismos.
El ¡°fracaso¡± del comunismo sovi¨¦tico es, por tanto, muy diferente. Su hundimiento viene de la ¡°imposibilidad¡± de reformarse, dice ?lvarez Junco acertadamente, a prop¨®sito de los intentos fallidos de Mija¨ªl Gorbachov. Qued¨® patente en esos apasionantes a?os de finales del siglo XX la intr¨ªnseca incompatibilidad entre el comunismo sovi¨¦tico y la democracia.
Ahora bien, esta historia sovi¨¦tica y la de sus ep¨ªgonos actuales no atiende a todo el variado panorama de los comunismos del siglo XX y del XXI. Como se sabe, despu¨¦s de 1945 los partidos comunistas occidentales, sin renunciar a sus programas m¨¢ximos, sostenidos, eso s¨ª, de forma cada vez m¨¢s ret¨®rica, actuaron siempre en los parlamentos democr¨¢ticos nacionales y se comprometieron a llegar al poder por procedimientos exclusivamente democr¨¢ticos. El caso del PCI fue el m¨¢s ejemplar, el que mejor represent¨® la apor¨ªa del comunismo. Por su parte, el ilegal Partido Comunista de Espa?a (PCE) renunci¨® a la toma violenta del poder en 1956, a partir de la Declaraci¨®n de Reconciliaci¨®n Nacional. Progresivamente, fue haciendo suyo el objetivo de la democracia para la Espa?a posfranquista. Qu¨¦ clase de comunismo era este, se dir¨¢. El comunismo occidental, libremente desarrollado en las sociedades abiertas y democr¨¢ticas, un comunismo cada vez m¨¢s pr¨®ximo a la socialdemocracia, de la que sali¨® a principios de siglo XX, a la que en buena medida ha acabado volviendo.
?lvarez Junco arremete al final de su escrito contra los comunismos a¨²n vigentes, piezas dispersas y aisladas del espacio pol¨ªtico actual y contra sus heterog¨¦neos partidarios. Concuerdo vivamente con la denuncia de los subterfugios y circunloquios vergonzantes de que los defensores de aquellos hacen uso para no calificar como dictaduras a reg¨ªmenes como el cubano, triste espectro superviviente para desgracia de su pueblo. Ya hace muchos a?os, luchadores de aquellos ¨¢mbitos pol¨ªtico¨Cgeogr¨¢ficos lamentaban el apoyo a gobiernos dictatoriales por parte de sedicentes izquierdistas occidentales, amparados en las libertades y derechos de que disfrutaban en sus estables democracias.
Sin embargo, no puedo seguir al autor del art¨ªculo cuando se?ala a algunos grupos pol¨ªticos de hoy, incluso a ministros del actual Gobierno ¡ªla mayor¨ªa encuadrados en Unidas Podemos¡ª que se siguen declarando comunistas ¡°sin ruborizarse¡±, dice ?lvarez Junco. Podr¨¢ parecer esto bien o mal, mejor o peor. Pero, en mi opini¨®n y seg¨²n mis informaciones, estos grupos y estos pol¨ªticos han actuado y han asegurado que actuar¨¢n conforme a m¨¦todos y principios democr¨¢ticos. ?Qu¨¦ m¨¢s podemos pedir?
Este es tambi¨¦n el triunfo de la democracia. Y necesitamos que lo siga siendo en estos tiempos de amenazas a la democracia, de democracias iliberales y de auge de los neofascismos, hist¨®ricos enemigos de la democracia revitalizados. Todas las fuerzas ser¨¢n imprescindibles.
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