Annie Ernaux, una Nobel con clase
El jurado del premio de Literatura reconoce el coraje moral y la virtud de la veracidad en la escritora francesa
Tanto si el jurado del Premio Nobel ha querido conjurar los esc¨¢ndalos que vivi¨® hace unos a?os como si no, la decisi¨®n de premiar a la escritora francesa Annie Ernaux, de 82 a?os, es plenamente literaria en el sentido m¨¢s noble de la palabra y menos deudor de otras consideraciones. Su narrativa interpela a las certidumbres del lector, desaf¨ªa sus creencias apolilladas y explora sin miedo las sucesivas capas de autoenga?o que permiten sobrevivir. La mujer en sus libros es una mujer real, contada con una ins¨®lita y nueva naturalidad: el reconocimiento de una misma ante cosas nunca contadas de esa manera es inmediato. Por eso la introspecci¨®n en Annie Ernaux no se agota en la autobiograf¨ªa: es un recurso para la exploraci¨®n moral y la agudeza cl¨ªnica. As¨ª lo recoge el acta de un premio que avala una trayectoria que el lector espa?ol conoce gracias primero a la editorial Tusquets y despu¨¦s al valiente empe?o de una peque?a editorial, Cabaret Voltaire, adem¨¢s del acierto en 2019 del jurado que le otorg¨® el Premio Formentor.
Quiz¨¢ su misma profesi¨®n durante d¨¦cadas de profesora de franc¨¦s a distancia mantuviese en vigor un sentido de clase trabajadora ¡ªsin el menor rasgo de autocompasi¨®n¡ª y una audacia cierta para contar la experiencia femenina sin otro alarde que la precisi¨®n desapasionada y casi entomol¨®gica. Su simpat¨ªa por la izquierda pol¨ªtica est¨¢ sometida en la escritura a un estricto control de calidad literario. La conciencia de clase, en su caso, ignora el panfleto y el garrotazo. Su estilo a menudo ¨¢spero y cortante sintoniza con el paisaje sombr¨ªo de sus novelas, sus barrios degradados, sus periferias sin brillo, como si la lengua de la escritora se contagiase de la sequedad o la intermitencia vacilante de una escritura que reh¨²ye la floritura y el disimulo ret¨®rico.
Su feminismo est¨¢ tan inscrito en su punto de vista como la perspectiva de clase, sin que ninguno de los dos violente la libertad de sus libros, tantas veces pegados a su biograf¨ªa. En Los a?os, ya en 2008, supo abrir el foco hacia las d¨¦cadas de la posguerra francesa con una combinaci¨®n original¨ªsima de sociolog¨ªa, an¨¢lisis y narraci¨®n, pero hab¨ªa sido ya antes la portadora de una voz implacable para explicar su juventud tentativa y a la vez miedosa en Memoria de chica, narrar despojadamente un aborto clandestino en El acontecimiento o desatar una sexualidad explosiva sin rendirse a ning¨²n tab¨², y menos a convenci¨®n moralizante alguna, en Pura pasi¨®n. Las experiencias personales son en realidad experiencias sociales, y es dif¨ªcil no sentir ante sus mejores libros ¡ªo su d¨ªptico sobre su madre, Una mujer y No he salido de mi noche¡ª el aguij¨®n de una verdad hiriente y casi nunca p¨²blica. Hoy lo va a ser de forma global, aunque sabiamente ella hubiese preferido, como declar¨® hace unos meses, seguir en sus cosas, en su barrio de las afueras de Par¨ªs, sin el menor glamour y sin el Nobel que acaba de recibir.
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