La v¨ªctima, protagonista de nuestro tiempo
La paranoia con la que una parte del feminismo ve la incorporaci¨®n de las demandas de derechos de las personas trans o la invitaci¨®n a los hombres a sumarse lastra la potencia del movimiento
La v¨ªctima es el h¨¦roe de nuestro tiempo. Supuestamente depositarias de la bondad ¡ªlas v¨ªctimas son buenas¡ª y supuestamente ungidas de un indiscutible poder para conocer la verdad ¡ªlas v¨ªctimas tienen la raz¨®n¡ª, las v¨ªctimas son encumbradas, elevadas al cielo y convertidas en un escudo moral ¡ªen realidad, en un implacable arma de ataque¡ª contra toda discusi¨®n pol¨ªtica. Como argumenta Daniele Giglioli en Cr¨ªtica de la v¨ªctima (Herder, 2020), el debate pol¨ªtico y la argumentaci¨®n racional son acusados de atentar contra el sentimiento y el dolor en un giro sentimentalista por el que la v¨ªctima puede ser instrumentalizada por parte de cualquier verdugo. ¡°La palabra de la v¨ªctima, absoluta por incensurable, es el disfraz m¨¢s astuto del que Jacques Lacan llamaba ¡°el discurso del patr¨®n¡±.
No hace falta remontarnos mucho al pasado para recordar aquel tiempo en el que el Partido Popular, dedicado a maximizar electoralmente el conflicto vasco, dec¨ªa representar a las v¨ªctimas. Era entonces la derecha quien defend¨ªa la indiscutibilidad de la palabra sagrada de las v¨ªctimas ¡ªobviamente de algunas v¨ªctimas, he ah¨ª la trampa que siempre se esconde detr¨¢s de esa representaci¨®n¡ª. La acusaci¨®n de cuestionar su dolor fue el arma arrojadiza con la que imposibilitar la argumentaci¨®n misma, el intento de volver indiscutibles unas pol¨ªticas antiterroristas que todav¨ªa a d¨ªa de hoy, m¨¢s de diez a?os despu¨¦s del fin de ETA, siguen suponiendo un estado de indefendible excepcionalidad penal en nuestro pa¨ªs. En aquellos tiempos les tocaba a las izquierdas defender la distinci¨®n entre el dolor y la verdad, entre el hecho de ser una v¨ªctima y el hecho de tener raz¨®n. O, lo que es lo mismo, recordar que hab¨ªa tambi¨¦n otras v¨ªctimas, es decir, que hay muchas v¨ªctimas, y que cuando las v¨ªctimas toman la palabra, no todas tienen lo mismo que decir. No est¨¢ de m¨¢s recordar que si algunas izquierdas lo hicieron mal en aquel entonces fue, justamente, en la medida en que tambi¨¦n aceptaron esa perversa identificaci¨®n entre el da?o y la verdad: esas no son las verdaderas v¨ªctimas porque no est¨¢n de nuestro lado, porque no tienen la raz¨®n.
?Qu¨¦ significa reconocer a una v¨ªctima? Lo contrario de habilitar cualquier posibilidad de utilizarla a nuestro favor. Por eso reconocer el dolor no es investirlo con privilegios epistemol¨®gicos, es, al contrario, independizarlo de toda pretensi¨®n de raz¨®n y verdad. ¡°Las v¨ªctimas deben ser escuchadas, reconocidas, confortadas, protegidas, indemnizadas, pero no pueden convertirse en un sujeto pol¨ªtico¡±, dice Santiago Alba Rico en su Discurso contra las v¨ªctimas. Porque reconocer a las v¨ªctimas como v¨ªctimas ¡ªy a todas ellas por igual¡ª es reconocer tambi¨¦n a las que no est¨¢n en nuestro bando, a las que no defienden lo mismo que nosotros. Reconocer el dolor del padre de Diana Quer no es darle la raz¨®n y, justamente por eso, quitarle la raz¨®n no es poner en duda su dolor. Sin duda, ¨¦l es tambi¨¦n una v¨ªctima del asesinato machista de su hija. Pero ese reconocimiento ha de ser independiente de la posibilidad de discutir su intervenci¨®n pol¨ªtica punitiva y su defensa de la cadena perpetua como portavoz de Vox. Reconocer al pueblo jud¨ªo como v¨ªctima del Holocausto en ning¨²n caso impide juzgar como criminal la pol¨ªtica que, en nombre del dolor y el agravio hist¨®rico, el Estado de Israel lleva d¨¦cadas ejecutando contra Palestina. Hab¨ªa v¨ªctimas de ETA contrarias a la pol¨ªtica antiterrorista del PP. Hay jud¨ªos contrarios a la pol¨ªtica sionista de Israel. Hay v¨ªctimas de violencia machista contrarias a la pol¨ªtica revanchista y al populismo penal. La santificaci¨®n moral de las v¨ªctimas es el ardid para su instrumentalizaci¨®n pol¨ªtica: inviste de verdad siempre a unas v¨ªctimas contra otras y, bajo la apariencia de un magn¨¢nimo reconocimiento, encubre siempre un silenciamiento. Por el contrario, defender la igualdad de todos los interlocutores en una argumentaci¨®n racional es defender tambi¨¦n la pluralidad de las v¨ªctimas y conservar para toda v¨ªctima su estatuto de sujeto pol¨ªtico con posibilidad de razonar. Como ha dicho Alba Rico, es un grave error pensar ¡°que hay algo m¨¢s razonable y universal en el sufrimiento particular que en el razonamiento general¡±, defender ese error es entender a las v¨ªctimas como solamente capaces de hablar desde su dolor singular y negarles que puedan formar parte de un razonamiento colectivo.
Friedrich Nietzsche nos recordar¨ªa hoy que para hacer del dolor algo bueno y bello ya ten¨ªamos la moral cristiana y que esa filosof¨ªa del sufrimiento trabaja siempre al servicio de nuestra impotencia, nuestra resignaci¨®n, nuestro padecimiento pasivo. Si ser v¨ªctimas nos otorga bondad y verdad, ?por qu¨¦ dejar de serlo? ?Por qu¨¦ abandonar ese lugar de reconocimiento y esa fuente de legitimidad y poder? ?Por qu¨¦ no ser¨ªa la identidad de la v¨ªctima un buen lugar en el que permanecer? ?Por qu¨¦ no quedarnos a vivir ah¨ª? Uno de los s¨ªntomas m¨¢s inquietantes de nuestros tiempos es la expansi¨®n de una pol¨ªtica victimista, que ha desbordado los l¨ªmites de la derecha revanchista, convirti¨¦ndose en un verdadero sentido com¨²n de ¨¦poca. Llevamos ya un buen tiempo asistiendo a una permanente competici¨®n por el privilegio del agravio, a una ¡°pugna por el primado del sufrimiento¡± ¡ªdice Giglioli¡ª, a unas ¡°macabras disputas entre los golpeados¡±.
La pregunta debemos hac¨¦rnosla en todos los terrenos, en todos los frentes, en todas las luchas pol¨ªticas. En el feminismo se podr¨ªa plantear as¨ª: ?Es el dolor lo que hace que las mujeres podamos hablar con verdad acerca de la sociedad desigual en la que vivimos? ?Es nuestro estatuto de v¨ªctimas lo que nos acredita para defender el feminismo? ?Solo porque padecemos tenemos derecho a hablar? ?Deben guardar silencio quienes no han sufrido como nosotras? ?Tenemos alg¨²n derecho a reclamar la indiscutibilidad de nuestra palabra? ?Queremos hacer del agravio nuestra fuente de autoridad y legitimidad? La asunci¨®n de que la v¨ªctima ha de ser el protagonista solo puede lastrar la potencia emancipadora del feminismo. Por una parte, conduce al estrechamiento de su sujeto pol¨ªtico. As¨ª ha de entenderse la paranoia con la que una parte del feminismo ve la incorporaci¨®n de las demandas de derechos de las personas trans o la invitaci¨®n a los hombres a sumarse: no como una expansi¨®n de nuestra lucha pol¨ªtica, sino como un entrismo de los privilegiados y una ocupaci¨®n del espacio de las ¡°verdaderas v¨ªctimas¡±. Por otra parte, ha conducido a ciertas agendas feministas, especialmente las de la pol¨ªtica institucional reciente, a centrarse en un discurso sobre la violencia que a veces parece atraparnos en la insuperabilidad del sufrimiento y el da?o. Es urgente poner en marcha discursos contra la violencia que no caigan en la tentaci¨®n de fetichizar el dolor. Y es urgente recuperar una agenda feminista que ponga sobre la mesa las batallas que las mujeres tienen pendientes contra la precariedad laboral, que hable de la falta de derechos de quienes migran, de quienes cuidan, de quienes trabajan en el campo. Porque esas batallas, aunque las abanderen y las impulsen mujeres, no son solo batallas de las mujeres y revelan que el feminismo no es un proyecto pol¨ªtico que busca aislar y conservar a sus v¨ªctimas, sino mejorar las vidas de las mayor¨ªas. Frente a la expansi¨®n actual de la pol¨ªtica de la v¨ªctima es necesario salir de la trampa y poner en marcha discursos expansivos que nos convoquen como sujetos libres y no como sujetos dolientes, que nos prometan un poco m¨¢s de emancipaci¨®n y un poco menos de compasi¨®n. Recordemos qui¨¦nes han salido beneficiados siempre de las pol¨ªticas victimistas. No hay nada bueno, ni verdadero, ni bello en ser v¨ªctimas y la mejor noticia que puede traer una pol¨ªtica emancipadora es que podemos dejar de serlo.
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