Una abstracci¨®n llamada ?frica
Es importante que la COP27 aborde los intensos efectos que el cambio clim¨¢tico produce en una regi¨®n que sigue tocada por las din¨¢micas heredadas del pasado colonial
¡°La violencia en este siglo tiene mucho futuro¡±, escribi¨® hace a?os el soci¨®logo alem¨¢n Harald Welzer en Guerras clim¨¢ticas, donde analizaba por qu¨¦ mataremos (y nos matar¨¢n) en el siglo XXI. Habr¨¢ migraciones masivas, habr¨¢ problemas de refugiados, guerras por los recursos, dec¨ªa, y se?alaba que en el origen de los males estar¨ªa sobre todo el cambio clim¨¢tico. En su libro hablaba mucho de ?frica, consideraba que la de Darfur hab¨ªa sido la primera guerra clim¨¢tica, sosten¨ªa que la violencia tal como la ejerce Occidente consiste en su esfuerzo por ¡°delegarla lo m¨¢s lejos posible¡±. No contaba con que la guerra de Vlad¨ªmir Putin complicar¨ªa a¨²n m¨¢s el panorama por la falta de grano para alimentar a un continente hambriento. Lo que pasa con ?frica es que es un t¨¦rmino abstracto para una realidad compleja y resume un remoto drama del que es demasiado f¨¢cil no hacerse cargo.
En Historia de ?frica desde 1940. El pasado del presente, Frederick Cooper propone algunas ideas para comprender lo que ha sucedido en ese periodo de tiempo, sobre todo en la zona subsahariana del continente. Hablaba de que la soberan¨ªa que fueron conquistando los pa¨ªses africanos al independizarse a lo largo del siglo XX se termin¨® moviendo en los mismos par¨¢metros construidos por los Estados coloniales. Eran reg¨ªmenes celadores o ¡°Custodios de la Puerta (o Cancela)¡±. Lo siguieron siendo.
Lo verdaderamente importante para sus gobernantes era ocuparse de los recursos que llegaban del mundo exterior: ¡°Su principal fuente de ingresos eran los aranceles sobre los bienes que entraban y sal¨ªan de sus puertos¡±. La marca de esa dependencia les imped¨ªa organizar una aut¨¦ntica pol¨ªtica interior. Cooper habla tambi¨¦n de otra condena. La llama ¡°rachas de crecimiento¡±, o ¡°r¨¢fagas¡±, tomando la expresi¨®n de otro especialista, Morten Jerven. O lo que es lo mismo: ?frica mejora cuando al resto del mundo le va bien, y va peor cuando les va mal.
Un continente muy distinto. Con megaciudades (Kinshasa y Lagos tienen m¨¢s de 10 millones de habitantes) y millares de peque?as aldeas. Con v¨ªas de transporte concebidas para la extracci¨®n de sus riquezas, no para la comunicaci¨®n y el comercio internos. Ciudades ¡°flotantes¡± (un enorme sector informal urbano sin regulaci¨®n alguna), pr¨¢cticas at¨¢vicas (la ablaci¨®n del cl¨ªtoris), modernidad (una vibrante cultura viva), costumbres tradicionales enquistadas (solo se avanza gracias a las redes de parentesco). Los movimientos guerrilleros ganaron alguna vez la batalla internacional de identificaci¨®n con progreso y autodeterminaci¨®n, pero luego se vio que la lucha armada no trajo sociedades democr¨¢ticas y justas. Largas dictaduras, la tutela (y abuso) de las grandes potencias, las guerras que se eternizan, los ni?os soldados, el elemento tribal: los grupos ¨¦tnicos no est¨¢n claramente delimitados en los territorios y abundan las relaciones transfronterizas. Los Estados suelen ser d¨¦biles: milicias, violencias de todo tipo, pillajes. El terror islamista. J¨®venes que reclaman la democracia, mujeres de las que depende la econom¨ªa familiar. ?Cu¨¢l de esas ?fricas se muere de hambre, c¨®mo puede luchar cada una contra el calentamiento global? Mientras m¨¢s difusa siga siendo ?frica, mayores sus posibilidades de permanecer al margen. Llega la COP27: uno de sus retos pasa por ponerle rostros concretos a sus necesidades en las pol¨ªticas verdes.
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