Vecina
Desconfiamos de nuestra vecindad como metonimia del g¨¦nero humano
Nos divertimos con series de comunidades habitadas por abyectos personajes con los que se hace s¨¢tira de lo peor de cada casa. ¡°?Somos leones o huevones?¡± Machistas, racistas, clasistas, encarnaciones de esa listeza de microestafador y ninja, hacen malabarismos para no dar de alta al portero. En estas aventuras de rue del Percebe no hay apolog¨ªa, sino hip¨¦rbole humor¨ªstica. El actor Pablo Chiapella, jaleado por ni?os que quer¨ªan ser como Amador, su personaje ¡ªun aut¨¦ntico ga?¨¢n¡ª, dijo: ¡°No hab¨¦is entendido nada¡±. Pero Amador, el mayorista que no limpia pescado, y la actriz porno a la que Fernando Esteso le chup¨® un pez¨®n resultan entra?ables cuando nos enfrentamos a las nuevas reuniones de comunidad. Incluso resulta entra?able la comunidad de La semilla del diablo: todo sea por la crianza de un vecinito peludo.
Ahora la comunidad de vecinos es empresa eficiente. En los ascensores suben quienes lo han pagado y tienen llave. No importa la pata chula del vecino del sexto. Importa que ¡°pata chula¡± es definici¨®n ofensiva y la hip¨®tesis del abuso que prevalece sobre la empat¨ªa. Desconfiamos de nuestra vecindad como metonimia del g¨¦nero humano. Las cuentas y la distribuci¨®n del calor, el c¨®mputo de litros de agua consumidos, no se plantean desde una l¨®gica que proteja a las familias d¨¦biles, sino desde el individualismo: prevenir el despilfarro es m¨¢s importante que el fr¨ªo o la pobreza ajena. Estas palabras suenan a falansterio y casa okupa, a cuando las vecinas se ped¨ªan una tacita de sal o las ni?as pasaban a jugar al piso de al lado. Suena a canci¨®n de cuidar a la gente con la que, de alg¨²n modo, convives. A comunidades heterog¨¦neas y cuento de Navidad. Cada vez tenemos m¨¢s agarrada al intestino la lombriz liberal y es complejo mantener limpieza de escalera y antena comunitaria¡ El tajo de desigualdad y el s¨¢lvese quien pueda combinados con la m¨¢xima de que todas las personas roban y con una oferta habitacional que hace ef¨ªmera la noci¨®n de vecindad, desvirt¨²an la convivencia en comunidades que dejan de serlo para convertirse en celdillas y rep¨²blicas independientes. La desarticulaci¨®n del asociacionismo vecinal constituy¨® el primer paso en nuestra p¨¦rdida de calidad democr¨¢tica. Aislamos naciones, barrios, comunidades, cuartos en los que se encierran hikikomoris de Alcorc¨®n, aislamos el cuerpo de sus circunstancias econ¨®micas. Enfermamos y enloquecemos: la soledad es muy bonita en la poes¨ªa rom¨¢ntica, pero el ser humano es gregario. Cuando llegu¨¦ a esta comunidad, mi vecina del primero me inform¨® de que cada inquilina o propietaria limpiaba su rellano. Yo contest¨¦ que nanay. Pens¨¦ en la destrucci¨®n de puestos de trabajo a causa de esa autonom¨ªa espuria de hacerlo todo con nuestras manitas. Mi vecina pensaba en ahorro. En que se me ca¨ªan los anillos. Hablamos en comunidad. Mi vecina y su marido son personas de derechas que me recogen los paquetes cuando no estoy en casa. Nos ayudamos a subir la compra. Nos acompa?amos en muertes y enfermedades. Estamos pendientes de nuestros animales dom¨¦sticos. Sin nostalgia constato que la disoluci¨®n democr¨¢tica comienza en las peque?as cosas de la vida. Frente al control de las mirillas viejas, hoy sentimos impersonalidad, este fr¨ªo, en el cub¨ªculo cada vez m¨¢s violento del ascensor.
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