El ¡®partido¡¯ del Rey
El cabreo de la derecha por los pactos de S¨¢nchez con ERC enmascara tambi¨¦n un debate maniqueo sobre la pretendida neutralidad de las instituciones
Andan algunos ciudadanos de derechas pregunt¨¢ndose por las redes si el Rey puede hacer ¡°algo¡± parar impedir las leyes de Pedro S¨¢nchez. Unos lo dir¨¢n en tono ir¨®nico, a otros igual cabe recordarles que nuestro monarca es constitucional y no participa del juego pol¨ªtico. Aunque el fondo es el mismo: a esa parte de la ciudadan¨ªa pareciera que se le quedase corta esta democracia.
As¨ª que tenemos gente militando en la...
Andan algunos ciudadanos de derechas pregunt¨¢ndose por las redes si el Rey puede hacer ¡°algo¡± parar impedir las leyes de Pedro S¨¢nchez. Unos lo dir¨¢n en tono ir¨®nico, a otros igual cabe recordarles que nuestro monarca es constitucional y no participa del juego pol¨ªtico. Aunque el fondo es el mismo: a esa parte de la ciudadan¨ªa pareciera que se le quedase corta esta democracia.
As¨ª que tenemos gente militando en la necesidad de una figura et¨¦rea, cual sea, que pare los pies al Gobierno de S¨¢nchez, all¨ª donde los resortes jur¨ªdico-pol¨ªticos no les dan la raz¨®n o no bastan. No sacia una moci¨®n de censura ante la reforma de la malversaci¨®n o la sedici¨®n, porque a la derecha no le dan los n¨²meros. Tampoco esperan a que el Tribunal Constitucional decida sobre la revisi¨®n de sus mayor¨ªas. Saben incluso que protestar en las calles no se traduce inmediatamente en esca?os.
Y esa sutil pulsi¨®n que deslizan las redes es grave: algunos creen posible traspasar la barrera leg¨ªtima del desacuerdo si les resultan cuestionables las leyes del adversario. Prolifera una renuncia a creer en otros contrapesos democr¨¢ticos (Parlamento, tribunales) para fiscalizar al Gobierno. Se constata su deseo de que la minor¨ªa parlamentaria se imponga ante lo que consideran ¡°ileg¨ªtimo¡± mediante mecanismos que son irreales.
De un lado, porque es evidente que un rey como Felipe VI cumple escrupulosamente su labor y jam¨¢s se le ver¨¢ intervenir en favor de unos u otros, aunque una parte de la derecha no duda en recrear esa fantas¨ªa de una figura plenipotenciaria, o de adue?arse del monarca cuando la pol¨ªtica del Gobierno no le agrada. Fue Isabel D¨ªaz Ayuso quien interpel¨® a S¨¢nchez sobre si har¨ªa ¡°c¨®mplice¡± de los indultos al Rey, pese a que este no elige qu¨¦ firmar, sino que sanciona las leyes como mandata nuestra Constituci¨®n.
Y legislar a medida de los socios parlamentarios en un tema como el C¨®digo Penal seguramente es reprochable, por mucho que los n¨²meros den en el Congreso. No se trata s¨®lo ya de ceder una competencia auton¨®mica, sin m¨¢s, al nacionalismo, como anta?o.
Sin embargo, el cabreo de la derecha por los pactos con ERC enmascara tambi¨¦n un debate maniqueo sobre la pretendida neutralidad de las instituciones. Es decir, sobre si a veces la legislaci¨®n no tiene tambi¨¦n implicaciones pol¨ªticas en causas ulteriores. Muestra es que el Partido Popular reforz¨® la potestad ejecutiva del Tribunal Constitucional para hacer cumplir sus sentencias en plena ebullici¨®n del proc¨¦s independentista.
En consecuencia, el Estado y sus leyes son a menudo reflejo de los equilibrios o problem¨¢ticas del poder en cada momento, incluso las territoriales. Las instituciones no siempre son ¡°neutrales¡±. Por tanto, el malestar de la derecha va m¨¢s all¨¢. Su indignaci¨®n es que el poder est¨¦ ahora mismo en manos de una izquierda que atrae al independentismo vasco y catal¨¢n hacia la gobernabilidad; y todo ello, en paralelo a que PP y PSOE hayan volado como nunca los puentes en consensos de la arquitectura institucional, que era un cuasimonopolio del bipartidismo.
Se ve en el jaleo para renovar el Tribunal Constitucional o el Poder Judicial. Se ha roto la idea de una Espa?a de dos grandes sensibilidades hist¨®ricas, conservadores y progresistas, que se pon¨ªan de acuerdo, al menos, para las reglas del juego constitucional. A mayor bloqueo del PP por inter¨¦s netamente pol¨ªtico, m¨¢s f¨®rmulas de S¨¢nchez que son de parte, bast¨¢ndose el Gobierno y sus socios para renovar esos ¨®rganos.
Pero la derecha no est¨¢ tan molesta s¨®lo por las formas legislativas o sus consecuencias. La oposici¨®n de turno critic¨® a Felipe Gonz¨¢lez o a Mariano Rajoy por ¡°los rodillos parlamentarios¡± de sus mayor¨ªas absolutas sin acusarles continuamente de golpes de Estado. La impotencia de la derecha hoy, y de una parte del PSOE m¨¢s conservador, no es tanto el c¨®mo sino el qui¨¦n. S¨¢nchez ha dejado entrar como actores en la cosmovisi¨®n territorial del Estado a quienes son tildados de ¡°enemigos de la Naci¨®n¡±: Esquerra Republicana y Bildu.
La fantas¨ªa de un ¡°partido del Rey¡± es el berrinche antidemocr¨¢tico de la derecha al respecto, aunque a medio plazo podr¨ªa aflorar el miedo de muchos ciudadanos a la creciente intolerancia entre las dos Espa?as, izquierda y derecha, sumado al anhelo de mecanismos de contenci¨®n institucional o consensos b¨¢sicos entre ambos. E ir¨¢ a m¨¢s, toda vez que el PP necesitar¨¢ de un partido tan polarizante como Vox para llegar al poder. Algunos callan, pero desacomplejadamente lo saben.