Barcelona y la diplomacia de las ciudades
La urbe ejerce su autoridad internacional colaborando con Kiev como lo hizo con Sarajevo durante la guerra de hace treinta a?os
Despierta Europa es el t¨ªtulo de una exposici¨®n inaugurada ahora hace poco m¨¢s de un mes en la antigua c¨¢rcel Modelo de Barcelona, que conmemora la solidaridad de la capital catalana con Sarajevo entre 1992 y 1995, durante los terribles momentos del sitio de esa ciudad en el marco de las guerras de la antigua Yugoslavia.
La exposici¨®n es una creaci¨®n del Museo de Historia de Bosnia-Herzegovina, inaugurada en Sarajevo el a?o pasado. Ahora ha llegado a Barcelona con la coproducci¨®n del Observatorio Europeo de Memorias (EUROM) de la Fundaci¨® Solidaritat de la Universitat de Barcelona y la Concejal¨ªa de Memoria Democr¨¢tica del Ayuntamiento de la capital catalana, en el treinta aniversario de la campa?a de solidaridad impulsada por el otrora alcalde Pasqual Maragall.
Las caracter¨ªsticas de aquella larga y diversa acci¨®n desarrollada en esos tres a?os ha sido recientemente analizadas en profundidad por Oscar Monterde, investigador de la Universidad de Barcelona, en un libro publicado el a?o pasado (Barcelona capital del Mediterrani. Democr¨¤cia local i combat per la pau, Fundaci¨® Catalunya-Europa, 2021).
Hay que remontarse al contexto: por primera vez desde 1945 volv¨ªa la guerra en el coraz¨®n de Europa, volv¨ªan los muertos, el horror de la limpieza ¨¦tnica y la violencia de los conflictos identitarios. En ese mismo contexto y en ese mismo Mediterr¨¢neo, hab¨ªa tambi¨¦n una Barcelona que empezaba a consolidarse como referente internacional. Despu¨¦s de la dictadura se hab¨ªa ido reconstruyendo como una ciudad moderna, inclusiva, dotada de servicios p¨²blicos potentes y que hab¨ªa experimentado cambios urban¨ªsticos decisivos. Y que justamente en 1992, en tanto que sede ol¨ªmpica, ten¨ªa un altavoz inmejorable para hacer escuchar su voz.
Pero no hay que pensar que fuera solo la contingencia a dar un papel importante a Barcelona en ese momento. La capacidad de acci¨®n internacional de la ciudad ven¨ªa de lejos: desde la mitad de los a?os ochenta hab¨ªa impulsado y liderado redes de colaboraci¨®n de las urbes europeas, y en 1992 el propio Pasqual Maragall era el presidente de la m¨¢s importante de ellas, el Consejo de Municipios y Regiones de Europa (CMRE).
En este sentido, esa incesante tarea que llev¨® a cabo la ciudad de Barcelona a principios de los a?os noventa en Bosnia, ¡ªel env¨ªo de convoyes humanitarios, la acogida de refugiados, los proyectos de reconstrucci¨®n, la genialidad de declarar Sarajevo un distrito m¨¢s de la ciudad de Barcelona para poder llevar a cabo todas las acciones de forma m¨¢s ¨¢gil administrativamente¡ª, era fruto de la interiorizaci¨®n y la pr¨¢ctica de que las ciudades pueden y deben ser actores tambi¨¦n internacionales.
Y eso parece imprescindible porque la caracter¨ªstica fundamental de la que se ha ido llamando cooperaci¨®n descentralizada o (quiz¨¢s con una expresi¨®n menos t¨¦cnica y m¨¢s directa) ¡°diplomacia de las ciudades¡± es que es ¨¢gil, directa, capaz de interlocutar con la sociedad civil y sus organizaciones, orientada a la resoluci¨®n de problemas concretos. En definitiva, m¨¢s parecida a la propia esencia de la pol¨ªtica municipal. Lo cual no quiere decir que sea menos pol¨ªticamente connotada (se dir¨ªa que al contrario), pero s¨ª m¨¢s tangible y, quiz¨¢s, menos sectaria.
Todo ello es extremadamente importante en situaci¨®n de paz. En Europa, las ciudades concentran m¨¢s del 80% de la poblaci¨®n y constituyen motores econ¨®micos, pol¨ªticos, culturales y sociales imprescindibles. El buen funcionamiento de la colaboraci¨®n entre ellas posibilita la socializaci¨®n de las buenas pr¨¢cticas en pol¨ªticas p¨²blicas, la resoluci¨®n mancomunada de problem¨¢ticas comunes, la forja de sinergias virtuosas que en m¨²ltiples dimensiones, desde la econ¨®mica a la social o a la de la innovaci¨®n institucional.
Pero quiz¨¢s el valor de la colaboraci¨®n entre ciudades es a¨²n m¨¢s apreciable en tiempos de guerra. Las ciudades tienen necesidades similares, hablan un lenguaje com¨²n que supera las diferencias geogr¨¢ficas, culturales, econ¨®micas y, sobre todo, nacionales o identitarias. Las ciudades no entienden de fronteras, entienden de ciudadan¨ªa. Y a esta ¨²ltima hay que protegerla por encima de todo. Fue as¨ª hace treinta a?os y vuelve a ser as¨ª ahora, en el caso de la invasi¨®n de Ucrania por parte de la Rusia de Putin. La alcaldesa Ada Colau fue a Kiev la semana pasada, invitada por el alcalde, Vitali Volod¨ªmirovich Klichk¨®, como culminaci¨®n de una operaci¨®n de solidaridad que en marcha hace varios meses. Cuando los medios preguntaron sobre el viaje, se mostr¨® especialmente contenta de haber visto a los camiones de los bomberos de Barcelona circular por la capital ucrania. Con sus insignias de Kiev reci¨¦n pintadas. Porque no importa: apagar¨¢n fuegos, salvar¨¢n vidas. Que es de lo de que se trata.
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