Patriotismo de partido versus patriotismo constitucional
En este pa¨ªs de tanto patriotismo desatado, el ¨²nico que est¨¢ perdiendo pie es justo aquel que permite que todos los dem¨¢s puedan convivir
La democracia es un delicado sistema de relojer¨ªa cuyas piezas deben mantenerse siempre en perfecto equilibrio, cada una de sus ruedecillas debe satisfacer su funci¨®n necesaria para el funcionamiento del todo. Su fin ¨²ltimo no es solo buscar el ajuste entre gobernantes y gobernados ¡ªque las preferencias de estos encuentren su reflejo en las decisiones de aquellos¡ª; tambi¨¦n, al menos en la democracia liberal, proceder al control del poder, que este no se exceda de los l¨ªmites constitucionalmente previstos. Este sutil mecanismo recibe el nombre de pesos y contrapesos, algo que confirma la utilidad de la met¨¢fora mecanicista. Lo malo es que no puede garantizar por s¨ª mismo las condiciones para su supervivencia (el conocido Diktum de B?ckenf?rde), algo que recuerda a esa frase atribuida a Montesquieu de que las instituciones tambi¨¦n mueren de ¨¦xito; sin implicaci¨®n c¨ªvica, sin la adecuada cultura pol¨ªtica, acaban sucumbiendo; o por los manejos de aquellos m¨¢s directamente responsables de su puesta a punto.
Lo curioso es que las fuerzas pol¨ªticas que ahora mismo porf¨ªan por zarandear dichas piezas deber¨ªan ser los primeros interesados en sostenerlas. ?Seguir¨ªa manteniendo Unidas Podemos que no debe haber l¨ªmite a la voluntad de la mayor¨ªa (¡°popular¡±) si quien la ostentase fuera la oposici¨®n? Ella tambi¨¦n es ¡°pueblo¡±. ?Le gustar¨ªa al PP que, en caso acceder al Gobierno, el PSOE se negara a pactar una renovaci¨®n del CGPJ y/o de un Constitucional bajo su control, o conminara a este ¨²ltimo para que adoptara medidas cautelar¨ªsimas para interrumpir el tracto legislativo? Por eso me pareci¨® ir¨®nico que Feij¨®o apremiara a S¨¢nchez en el Senado a ¡°volver a la Constituci¨®n¡±. Oiga, apl¨ªquese el cuento. Que se lo apliquen todos los que nos han introducido en esta perversa din¨¢mica. Porque lo m¨¢s insultante de lo que est¨¢ pasando es que encima cada uno de los partidos se considera portavoz de lo que sea o deje de ser la democracia. Dicen defenderla, cuando tantos aspavientos responden a claras racionalizaciones de su inter¨¦s partidista espec¨ªfico. Para muestra un bot¨®n. Que el atropellado procedimiento para aprobar la reforma del C¨®digo Penal, m¨¢s las enmiendas bastardas ah¨ª introducidas, respond¨ªa a c¨¢lculos pol¨ªticos ¡ªapartar las decisiones impopulares del tempo electoral¡ª lo sabemos incluso por ¡°fuentes de la Moncloa¡±. Y as¨ª todo.
Lo malo es que en el camino vamos socavando las instituciones. Y ahora le ha tocado a una central, el Tribunal Constitucional, al que ya es dif¨ªcil no verlo bajo el prisma partidista. La descarnada disputa por su configuraci¨®n encaja en la cl¨¢sica maniobra de controlar al controlador, acabar de vestir a los ¨¢rbitros con las camisetas de los equipos a los que tienen que pitar. Sin presunci¨®n de imparcialidad, su auctoritas se desvanece. No es que antes estuviera libre de cr¨ªticas a ese respecto, lo que pasa es que ahora se hace sin disimulo alguno. Y en este y otros comportamientos recientes la pregunta que cabe hacerse siempre es la misma: ?por qu¨¦? Desde luego, por el turbopartidismo que todo lo cubre y se ve tan favorecido por la polarizaci¨®n en la que estamos, que ha acabado de contaminar al otro gran controlador, los medios de comunicaci¨®n, tan propenso a achicar las responsabilidades de unos y agrandar la de los otros. Fijar los males del otro, el odio al adversario y confiar en el predominio de la exaltaci¨®n partidaria en el momento electoral se considera ya suficientemente seguro. Nada que temer por atropellar a las instituciones. Es curioso, en este pa¨ªs de tanto patriotismo desatado ¡ªnacional o de partido¡ª, el ¨²nico que est¨¢ perdiendo pie es el patriotismo constitucional, justo aquel que permite que todos los dem¨¢s puedan convivir.
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