El arte de comentar art¨ªculos de peri¨®dico
Probablemente las aportaciones de los lectores a las piezas publicadas en la edici¨®n digital no pueden adoptar un tono muy diferente del que domina en general en nuestra esfera p¨²blica. A veces, se da rienda suelta a los propios demonios. As¨ª somos
Aunque sigue todo muy revuelto, perm¨ªtanme que, dadas las fechas en las que nos encontramos, me tome la licencia de escribir un art¨ªculo ligero y m¨¢s personal de lo que suelo estilar. Habr¨¢ muchas ocasiones para seguir analizando la desabrida pol¨ªtica espa?ola.
Me gustar¨ªa hablarles sobre la relaci¨®n entre autores y lectores en la prensa. Como empiezo a tener una cierta experiencia en este asunto (mi primer art¨ªculo en este peri¨®dico se remonta a 1997), he podido experimentar en primera persona una transformaci¨®n acelerada en dichas relaciones. Durante los a?os en que no hab¨ªa internet, el autor apenas recib¨ªa reacciones por sus tribunas. Excepcionalmente, alguna carta al director de protesta o de felicitaci¨®n, as¨ª como los dardos envenados que pod¨ªa mandar alg¨²n colega en forma de indirecta y que solo el interesado y algunos lectores morbosos captaban. En la familia y los amigos, por supuesto, todo eran parabienes (o, en el peor de los casos, silencios). Por correo postal s¨ª llegaban algunas cosas, pero las m¨¢s de las veces eran textos insultantes de poco provecho; tambi¨¦n, incluso, amenazas, escritas en may¨²sculas, como en las pel¨ªculas americanas de asesinos en serie, del estilo de ¡°SOCIALISTA ASQUEROSO, VAMOS A ACABAR CON TODOS VOSOTROS, SOIS BASURA, VIVA ESPA?A¡±. Ese tipo de declaraciones de amor fueron especialmente frecuentes durante los gobiernos de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero.
Con la digitalizaci¨®n todo ha cambiado, ahora los lectores tienen la oportunidad de comentar noticias y an¨¢lisis en la web del peri¨®dico. Por tanto, el autor, si as¨ª lo desea, puede averiguar qu¨¦ piensan de su pieza. Aunque sepamos que quienes comentan son un porcentaje min¨²sculo del n¨²mero total de lectores y que no son una ¡°muestra representativa¡±, es inevitable dejarse influir por sus opiniones. No estoy seguro de lo que hacen otros autores, pero en mi caso leo los comentarios a mis art¨ªculos. Quiz¨¢ sea una muestra de vanidad, aunque lo que se suele descubrir no siempre resulte agradable. De hecho, entro con prevenci¨®n, sabiendo que voy a leer cosas ofensivas, especialmente si ese d¨ªa toca tema catal¨¢n (lo que no es tan infrecuente). Tambi¨¦n hay, por descontado, comentarios elogiosos, que se agradecen (quien lo niegue es un hip¨®crita), pero creo que acaban pesando menos que los negativos, sobre todo si estos ¨²ltimos transmiten un odio que a veces hasta asusta.
Algunos reproches son recurrentes, lo que puede ser reflejo de la perseverancia, de una imaginaci¨®n limitada o de ambas cosas. ¡°Qu¨¦ verg¨¹enza que EL PA?S se atreva a publicar algo as¨ª¡±, ¡°la Universidad espa?ola no tiene remedio si este tipo ha llegado a profesor¡±, ¡°an¨¢lisis simplista e incompleto¡±, ¡°un nuevo intento de blanquear el golpismo de los independentistas, qu¨¦ desverg¨¹enza¡±, etc¨¦tera. Hay mucha descalificaci¨®n ideol¨®gica. Algunos d¨ªas soy intelectual org¨¢nico del PSOE, otros un podemita irredento al que se le ve el plumero y, siempre, el amigo de los independentistas. Qu¨¦ cruz. Hasta mi hija me pregunta que qu¨¦ me han dado los catalanes. Hoy, con este art¨ªculo tan raro que me ha salido, los comentarios ser¨¢n distintos, me parece inevitable que alguien escriba: ¡°Vaya p¨¦rdida de tiempo, c¨®mo pueden pagar a este se?or por escribir estas necedades, a qui¨¦n le importa lo que digan sus lectores, EL PA?S, como el Gobierno, siempre dando cancha a los progres¡¡±.
Los primeros cincuenta comentarios o as¨ª suelen guardar alguna relaci¨®n con el art¨ªculo y con su autor, pero luego la cosa va degenerando y se reduce a un fuego cruzado entre los lectores, que se ridiculizan unos a otros y se lanzan duros reproches (¡°zascas¡±). El autor queda como convidado de piedra, es como si hubiera organizado una fiesta en su casa y los invitados no le hicieran caso y se divirtieran entre ellos. Se trata de un fen¨®meno desconcertante y no estoy seguro de qu¨¦ resulta m¨¢s doloroso, si perder protagonismo o seguir recibiendo estopa.
Debo confesar que lo que peor llevo no son los insultos ni las descalificaciones, sino los ¡°listillos¡±, esos lectores que te toman por idiota y que con un argumento de dos l¨ªneas creen que te han desmontado la tesis del art¨ªculo. Suponen que el autor (o por lo menos este autor) no ha pensado apenas en el asunto sobre el que escribe, que no es consciente de las objeciones que puede provocar. Van tan sobrados destrozando el art¨ªculo como cuando comentan el ¨²ltimo partido de la selecci¨®n nacional.
Entre medias de todo este alboroto digital, aparecen comentarios no solo respetuosos, sino tambi¨¦n acertados en sus cr¨ªticas. Son comentarios agudos que muestran defectos en el art¨ªculo: razonamientos mal elaborados, omisiones imperdonables o un uso selectivo de los hechos que se examinan. Todas estas cr¨ªticas son de gran ayuda en la dif¨ªcil tarea de autodisciplinarse y mejorar.
Los comentarios en las webs de los medios son, en el fondo, una buena radiograf¨ªa de nuestra cultura democr¨¢tica. Un poco como las juntas de vecinos. Siempre recuerdo a aquel se?or mayor que, tras el preceptivo informe del presidente sobre el estado de la finca, tomaba la palabra a gritos y con pu?etazos en la mesa amenazaba iracundo con denunciar a todos los vecinos, a cada uno por un motivo distinto. Cualquier foro, ya sea una junta vecinal o una web de un peri¨®dico, deber¨ªa funcionar como una escuela de democracia, aunque a veces recuerdan m¨¢s a centros de terapia ocupacional.
Ser¨ªa fascinante que alguien hiciera una comparaci¨®n sistem¨¢tica sobre los comentarios digitales en distintos pa¨ªses. Mientras ese estudio llega, me referir¨¦ a la prensa en ingl¨¦s, que es la ¨²nica que conozco un poco aparte de la espa?ola. Hay tambi¨¦n mucha acritud, mucho sectarismo. Con todo, se detectan algunas diferencias interesantes. Dir¨ªa, de forma telegr¨¢fica, que se recurre menos a f¨®rmulas hechas, que las cr¨ªticas van un poco m¨¢s al grano, que hay menos cr¨ªticas ad hominem y que las descalificaciones ideol¨®gicas se reservan para el final, no est¨¢n ah¨ª desde la primera intervenci¨®n. Ser¨¢ que unos cuantos siglos de democracia ayudan.
Supongo que los comentarios digitales no pueden adoptar un tono muy diferente del que domina en general en nuestra esfera p¨²blica. En ocasiones parece que algunos lectores que escriben comentarios, sobre todo los reincidentes, que los hay, quieren reproducir los peores vicios del columnismo patrio, en el sentido de que intentan forjar un estilo propio, ser ingeniosos, tener la lengua muy afiliada y dar rienda suelta a sus demonios. As¨ª somos.
Acabo con una an¨¦cdota. De todos los comentarios que he recibido, quiz¨¢ el m¨¢s divertido para m¨ª es uno que le¨ª a prop¨®sito de un art¨ªculo en el que hablaba de lo que significaba que el supuesto ¡°piloto del cambio¡± durante la Transici¨®n, Juan Carlos I, hubiera abusado de la impunidad que le garantizaba el sistema para sus negocios y aventuras personales. El lector se expresaba as¨ª: ¡°Madre m¨ªa, el d¨ªa que oficialic¨¦ mi retirada del peri¨®dico aparece esta opini¨®n, bien escondida pero aparece, y no entiendo c¨®mo es posible. La l¨ªnea editorial de este peri¨®dico me est¨¢ volviendo loco¡±. Espero que el lector haya recuperado la cordura, vuelva a estas p¨¢ginas y celebre la diversidad de opiniones. Que 2023 sea mejor que 2022 y que los comentarios, por muy negativos que sean, no rezumen odio.
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