¡®?Zasca!¡¯: las bofetadas dial¨¦cticas que arruinan el debate
Estas r¨¦plicas cortantes, r¨¢pidas y a menudo ofensivas hacen subir las audiencias, pero generan desconfianza y desencanto
Si usted busca en Google la palabra ¡°zasca¡± aparecer¨¢ el circo medi¨¢tico. El zasca de Rafael Hernando a Pablo Iglesias. Los cuatro zascas de Pablo Motos a Pablo Casado. El zasca de Ada Colau a los pol¨ªticos presos. El zasca de Tamara Falc¨® a Bert¨ªn Osborne. El zasca de Pepe Rodr¨ªguez, de Masterchef, a Ciudadanos. El zasca de un ni?o a un payaso que ha hecho re¨ªr a dos millones de personas. Todas las combinaciones son posibles. Hasta la lista de zascas que le da el misticismo oriental al management occidental.
Los zascas, que proliferan asilvestrados desde la pol¨ªtica hasta la prensa rosa o el deporte, suelen ir acompa?ados de adjetivos rimbombantes: los hay ¡°¨¦picos¡±, ¡°legendarios¡±, ¡°hist¨®ricos¡±, ¡°monumentales¡± e incluso ¡°formidables lluvias de zascas¡±. Pero ?qu¨¦ es un zasca? La Fundaci¨®n del Espa?ol Urgente (Fund¨¦u) lo define como un sustantivo v¨¢lido para aludir a una ¡°r¨¦plica cortante, r¨¢pida y a menudo ofensiva en un debate o una conversaci¨®n¡±. El que hace un zasca deja al otro con la palabra en la boca, le hace un jaque mate ret¨®rico, un touch¨¦ argumental, una bofetada verbal, no sin un punto de humillaci¨®n.
El t¨¦rmino viene, probablemente, de la serie de animaci¨®n estadounidense Padre de familia, cuyo protagonista, Peter Griffin, suelta aquello de ¡°?zas, en toda la boca!¡± para callar a un contrincante. Otra opci¨®n m¨¢s teatral del zasca es la acci¨®n conocida como mic drop, que en ingl¨¦s significa dejar caer el micr¨®fono al suelo despu¨¦s de una intervenci¨®n, en se?al de triunfo y ante la ovaci¨®n del p¨²blico: hasta el expresidente de Estados Unidos Barack Obama utiliz¨® el recurso en alguna ocasi¨®n informal.
La epidemia de zascas en el debate p¨²blico, ya parecido a un combate de esgrima o, en el peor de los casos, de lucha libre, y el ¨¦xito de su difusi¨®n en las redes sociales dice mucho de la sociedad en la que vivimos. ¡°Un debate bronco, con mensaje negativos, con acusaciones personales e insultos genera desconfianza hacia el rival, pero como el rival utiliza las mismas herramientas al final se da una desconfianza generalizada¡±, explica Llu¨ªs Orriols, vicedecano de estudios de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Carlos III y frecuente tertuliano televisivo. Esa desconfianza, en ¨²ltima instancia, puede generar desencanto y resultar desmovilizadora. ¡°Adem¨¢s, se difunde la idea de que la discrepancia no merece respeto, de que a quien no piensa igual hay que considerarlo poco menos que indeseable¡±, a?ade el polit¨®logo.
Pero la virulencia de los zascas tambi¨¦n puede resultar ¨²til a seg¨²n qui¨¦n: los partidos o los medios de comunicaci¨®n. A este respecto son interesantes las investigaciones de Diana C. Mutz, de la Universidad de Pensilvania, autora del libro In-Your-Face Politics: The Consequences of Uncivil Media (Princeton University Press). Mutz celebr¨® dos debates pol¨ªticos, con el mismo contenido y protagonizados por actores, ante un p¨²blico cuyas reacciones trataba de medir y estudiar. Uno era un debate civilizado, sosegado y bien argumentado; el otro, m¨¢s parecido a lo que ahora muestran las televisiones, tend¨ªa a la vehemencia y al zasca.
Este hooli?ganismo difumina la posibilidad de discutir sanamente y llegar a acuerdos porque naufragan en el fango
Mutz descubri¨® que el debate bronco activ¨® emocionalmente al p¨²blico en mayor medida y consigui¨® que los mensajes calaran mejor. Este tipo de encontronazos enganchan m¨¢s a la audiencia y son m¨¢s entretenidos: perfectos para el espect¨¢culo medi¨¢tico y el negocio que lleva emparejado. Sin embargo, tambi¨¦n promueven la pol¨ªtica de trincheras: los espectadores del debate vehemente cre¨ªan menos leg¨ªtimos los argumentos de los adversarios y esto provocaba una mayor desconfianza en la clase pol¨ªtica. Una clase que en Espa?a, seg¨²n el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), es percibida como uno de los mayores problemas de los espa?oles.
Antonio Rivera, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, ha publicado Antolog¨ªa del discurso pol¨ªtico (Catarata), donde recoge textos de grandes te¨®ricos y pol¨ªticos de la historia: de Churchill a Lenin, de Lord Byron a Angela Merkel, de Margaret Thatcher a Martin Luther King. Lo gracioso, a la par que triste, es que en el pr¨®logo se ve obligado a tratar la expresi¨®n pol¨ªtica contempor¨¢nea: el canutazo televisivo, que reduce los discursos pol¨ªticos a cortes de 20 segundos (la duraci¨®n de un anuncio publicitario) y, por ende, sus primos hermanos el zasca, el tuit o el meme. La cosa ha degenerado bastante a trav¨¦s del sumidero de los a?os.
¡°Se debe a la cultura de masas que se inici¨® en el siglo XX y que ha ido haciendo que esas masas se hayan ido comportando de manera cada vez m¨¢s emocional y menos racional: la v¨ªscera pesa m¨¢s que el cerebro. A todo eso hay que sumar el desarrollo de las nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n¡±, dice el catedr¨¢tico. En la acelerada actualidad es necesario ser preciso y estar en el candelero casi a diario, los medios necesitan gasolina constante y, en la jungla de la comunicaci¨®n pol¨ªtica, algunos pol¨ªticos de tropa pueden conseguir cierta visibilidad tirando de ingenio e iron¨ªa. ¡°Y no es que los pol¨ªticos sean unos canallas: es que estos son los modos de funcionamiento de la sociedad actual que todos alimentamos¡±, apunta Rivera. ¡°El resultado es objetivamente malo¡±.
El psic¨®logo social Guillermo Fouce, presidente de Psicolog¨ªa Sin Fronteras, habla de la banalizaci¨®n de los mensajes, que tratan de resumirse en una frase o en 280 caracteres. ¡°Se trata simplemente de imponerse al otro sin discusi¨®n, de decir la cosa m¨¢s contundente, y eso lleva inevitablemente a la polarizaci¨®n¡±, explica.
El hooliganismo propio de los zascas difumina la posibilidad de discutir sanamente y llegar a acuerdos, posibilidad que naufraga en el fango de la bronca medi¨¢tica, en una sociedad que fomenta el individualismo, la competencia y alimenta sin freno las bajas pasiones. La segmentaci¨®n ideol¨®gica que permite la comunicaci¨®n en Internet es el campo de cultivo perfecto y, para ahondar en la brecha, cada medio de comunicaci¨®n, seg¨²n su l¨ªnea editorial, elige difundir los zascas que m¨¢s le convienen, ajenos a todo contexto, de igual manera que lo hace cada usuario de las redes sociales seg¨²n su ideolog¨ªa. Al cabo, se produce una situaci¨®n de ganar o perder, sin t¨¦rminos medios, una situaci¨®n similar a la que se propone en la sociedad en general, de ganadores y perdedores.
La pol¨ªtica es una convenci¨®n en la que todos debemos creer para que funcione. ¡°Es preciso dotarle del aire de magia y respetabilidad necesaria, si no saltar¨¢ todo por los aires¡±, opina Rivera. ¡°Por este camino vamos a acabar viendo una declaraci¨®n de guerra en un tuit¡±. Ser¨ªa el zasca definitivo.
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