Una rara satisfacci¨®n
Si el problema de la violencia machista atacara a las escalas altas de la sociedad con la crueldad que lo hace en la esfera m¨¢s necesitada, el discurso p¨²blico ser¨ªa otro
Hace unas semanas, una mujer envenen¨® a su hija con barbit¨²ricos para evitar la custodia que los tribunales hab¨ªan concedido al marido. M¨¢s cerca en el tiempo, una mujer guardia civil asesin¨® a disparos a sus hijas en la casa cuartel, con un proceso de separaci¨®n tambi¨¦n como fondo. De manera sutil, esos dos brutales cr¨ªmenes provocaron una rara satisfacci¨®n en algunos sectores, que corrieron a se?alar el absurdo de defender leyes contra la violencia machista si las mujeres tambi¨¦n pueden ser malvadas asesinas. ?Para qu¨¦ vamos a defenderlas como v¨ªctimas de una violencia de g¨¦nero?, se preguntaban. No conozco a nadie que niegue que las mujeres tambi¨¦n cometen cr¨ªmenes, pero la legislaci¨®n espec¨ªfica para frenar la violencia contra ellas en el ¨¢mbito dom¨¦stico tiene su sentido. Y si faltaba ese grado de comprensi¨®n, el mes de diciembre ha despedido 2022 con unas cifras escalofriantes de asesinatos de mujeres a manos de sus exparejas. Algunos de ellos, con denuncias anteriores por malos tratos.
La brecha en la llamada ley del solo s¨ª es s¨ª al unificar varios delitos sexuales volvi¨® a despertar esa rara euforia de algunos. Est¨¢n dejando a violadores y abusadores en la calle quienes dicen defender a las mujeres. Supongo que lo que algunos pretenden es que las cosas se queden como est¨¢n. Pues precisamente la inmovilidad, el ignorar que tenemos un problema que afecta al coraz¨®n de las relaciones sentimentales, es el mayor peligro. Si nos dejamos ganar por esa actitud, seremos incapaces de afrontar un problema que se lleva por delante a 50 mujeres cada a?o y que, por extensi¨®n, provoca el miedo y la persecuci¨®n a muchas m¨¢s. Y es precisamente ese hecho el que moviliza al legislador para tratar de encontrar alg¨²n modo de corregir lo que es un h¨¢bito insultante. Al d¨ªa de hoy sabemos que la ley no basta, se necesitan fondos para hacer efectiva la protecci¨®n, y en demasiadas ocasiones ni las mediaciones policiales o judiciales logran eliminar los riesgos.
Por m¨¢s que el volumen de delitos relacionados con las separaciones dispare en todas direcciones, la violencia machista persiste. Aunque las leyes espec¨ªficas no frenen esas agresiones, al menos levantan una barrera de acogida para las mujeres. Falta mucho por desarrollar en tareas de prevenci¨®n, pero al lado de todo eso, los comportamientos de acoso a la mujer son persistentes. Y seguimos sin entender que una de las piezas clave radica en la educaci¨®n de los j¨®venes, que reproducen los par¨¢metros de conducta tradicionales, donde la posesi¨®n es sin¨®nimo de amor y la independencia sin¨®nimo de traici¨®n. Esta enfermiza mentalidad convierte en agresores a quienes aparentaban una condici¨®n ajena al delito. Pero a¨²n falta por levantar el velo econ¨®mico, pues en repetidas ocasiones la violencia estalla en entornos familiares de alta precariedad. El dinero ayuda a poner distancia, a separarse sin trauma econ¨®mico, a compartir el cuidado de los hijos sin agravio. Es en unas condiciones de aislamiento y escasez donde el conflicto se pudre de manera definitiva. Si el problema de la violencia machista atacara a las escalas altas de la sociedad con la crueldad que lo hace en la esfera m¨¢s necesitada, el discurso p¨²blico ser¨ªa otro. Nadie se atrever¨ªa a negar lo evidente ni a pasear esa rara satisfacci¨®n al ver que los esfuerzos por atajar un problema social nunca dan con la soluci¨®n definitiva.
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